lunes


 

PROGRAMADOS PARA EXPERIMENTAR ESTADOS SUPERIORES DE CONCIENCIA

Veíamos en la lectura de la semana pasada el papel que juega la atención para tomar conciencia de quiénes somos realmente. Además, cuando focalizamos la atención también se pone en marcha otro proceso: determinadas áreas de nuestro cerebro se activan o desactivan y nos permiten percibir la Realidad de una forma nueva y mucho más veraz.


La Dra. Shanida Nataraja lo explica así:

“Investigaciones recientes han demostrado la existencia de una serie de procesos en el cerebro humano que facilitan el acceso a estados elevados de conciencia. La secuencia que se produce es la siguiente: la corteza prefrontal, involucrada en la actividad de pensamientos, imágenes y sueños diurnos, es también el área del cerebro en la que se localizan los procesos de la atención. Cuando focalizamos la atención en un solo punto, por ejemplo en la repetición de un mantra, estamos fomentando una mayor actividad en las células de la atención. A medida que se desarrolla y profundiza este enfoque, la actividad de las células involucradas en los pensamientos y las imágenes, por el contrario, disminuye considerablemente; esto se refleja en una disminución de las ondas beta, las ondas del pensamiento, es decir, la parte del “ego” de nuestra conciencia. La atención prolongada en un punto también activa células del lóbulo temporal y el aumento de esta actividad desencadena, a su vez, cambios en el sistema límbico, región cerebral involucrada en las respuestas emocionales, permitiendo así un cambio del sistema nervioso simpático (luchar o huir) al sistema nervioso parasimpático (relajarse y serenarse), es decir, una “respuesta de relajación”. La emoción del miedo que se expresa en la enérgica respuesta de supervivencia, de “huida o lucha”, se transforma en una respuesta de aceptación, relajación y serenidad, la “respuesta de relajación”. Estos cambios se reflejan en un aumento de las ondas alfa y theta”.

Sin embargo, esto es sólo el comienzo. A medida que la meditación se va haciendo más profunda, también la “respuesta de relajación” se hace más intensa.

A su vez, esta profundización tiene un efecto colateral que desemboca en una disminución de la actividad de la corteza parietal, área del cerebro involucrada en la orientación en el tiempo y el espacio, así como en la creación de límites: el yo, el no-yo y el mundo de los opuestos, en gran medida, cualidades del “ego”. La disminución de la actividad en esta zona y por tanto, de esas capacidades, explica porqué se produce una disolución de la percepción de identidad separada, de las nociones de tiempo y espacio y, por tanto, los opuestos se unifican.

Por tanto, vemos cómo el ser humano está programado no sólo para experimentar la realidad cotidiana, sino para acceder a estados de conciencia superiores”. (“El Cerebro Feliz; Prueba neurocientífica del poder de la meditación”).

Al desarrollar la atención plena, modificamos nuestro cerebro para percibir la realidad de un modo diferente. Nuestro cerebro es un maravilloso “receptor”, regalo de Dios, que nos permite cambiar a diferentes modos de percepción y, por tanto, acceder a diferentes niveles de realidad.

La atención amorosa a nuestra palabra de oración nos permite sintonizar con la Realidad Divina, que es el Amor. Perdemos nuestro sentido de separación y aislamiento, que se aloja en el hemisferio izquierdo del cerebro, hogar del “ego”. La atención plena a nuestro mantra nos permite –según las palabras de Jesús- “dejar atrás el yo”. Por el contrario, nos hacemos conscientes de nuestra interconexión con los demás y con la amorosa Realidad Divina y sabemos que verdaderamente somos “Hijos de Dios”.

Esta conciencia transformadora es el resultado de la meditación como una disciplina espiritual.

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

TEOLOGÍA DE LA EXPERIENCIA

Extracto del libro “Monasterio sin paredes: Cartas Espirituales” de John Main (Canterbury Press, 2006) Págs. 232-233.


John Main contaba acerca de la respuesta que tuvo una charla sobre la oración que había dado en un monasterio trapense en Irlanda. El abad le pidió de forma improvisada que diera una conferencia de una hora sobre la oración contemplativa y le acompañó a una pequeña y austera capilla, flanqueada por dos coros de monjes silenciosos y encapuchados.

Él habló desde el corazón acerca de la meditación. Al final de la conferencia, los monjes salieron silenciosamente, pero, al final de la fila, uno de los monjes más ancianos se detuvo junto a él y le susurró: "¿Qué es el mantra?". El padre John le dijo: "Maranatha". El anciano se quedó pensativo durante unos segundos y después, le dijo: "¿Sabes?, he estado esperando 40 años para escuchar esto".

Para aquellos que escucharon a John Main transmitiendo la tradición de la meditación cristiana, su presencia personal y autoridad podía llegar a cambiar sus vidas. Sus palabras fueron una poderosa reafirmación de una antigua enseñanza que cobró vida de una manera renovada y estimulante. Para él, el medio de transmisión no era esencialmente a través de una persona, sino del Espíritu Santo, que está igualmente presente en el que habla, en el que escucha y en la Palabra viva que conecta a ambos. Hablaba y escribía con la autoridad de alguien que había llegado directamente al corazón vivo de la tradición y que lo había hecho propio. Él deseaba comunicar y transmitir esa tradición viva, no sólo su experiencia personal.

“En tu propia experiencia” es una frase muy presente en las palabras de San Pablo y John Main también solía utilizarla, tanto en su enseñanza oral como en sus escritos. Confiaba en la enseñanza por sí misma como una forma de llegar a la experiencia personal.

Buda dio ejemplo con autoridad personal, pero dijo a sus discípulos que debían experimentarlo por sí mismos. La enseñanza cristiana, de manera similar, insiste en la fe que se desarrolla en el conocimiento (gnosis). La experiencia didáctica de John Main (“la experiencia es el maestro”) expresa una profunda verdad cristiana: que Cristo es la enseñanza y es nuestro maestro. Si cumplimos fielmente con las condiciones espirituales de silencio, quietud y simplicidad, seremos conducidos a una comprensión experiencial de esta unidad. Entonces, como diría John Main, la primera tarea del maestro humano es “eliminar el yo lo más pronto posible” y guiar a los demás a ver a Cristo como el verdadero “Maestro”.

Las enseñanzas de John Main ponen mucho énfasis en la experiencia personal. Para John Main, la meditación no es sólo fe, es una experiencia de fe. Esto sólo puede comprenderse dentro de la experiencia contemplativa.

John Main no desarrolló una teología sistemática, ni una enseñanza que requiriera siempre algo nuevo que decir. Su inteligencia e imaginación podrían haberle llevado a seguir ese camino, pero en realidad él hablaba de su propia experiencia, basada en la meditación diaria, tan real que no le permitió olvidar su propio descubrimiento de que la oración cristiana trata sobre el conocimiento participativo, no como un pensamiento en sí. “Con el pensamiento nunca podrás conocerlo, sólo a través del Amor” (“La Nube del No saber”).

Carla Cooper

Traducido por WCCM España

jueves

EL OCÉANO INFINITO

 


Otra forma de decir que nuestra visión se expande es decir que llegamos a ver más allá de las meras apariencias, en la profundidad y el significado de las cosas. 
.no solo. .en relación a nosotros mismos pero. .a la totalidad de la que formamos parte. Este es el camino del verdadero autoconocimiento y por eso el autoconocimiento es idéntico a la humildad. La meditación nos abre esta preciosa forma de conocimiento, [y] este conocimiento se convierte en sabiduría. .cuando uno ya no es conocido por análisis y definición sino por participación en la vida y el espíritu de Cristo.

Con quietud en el espíritu nos adentramos en el océano de Dios, si tenemos el coraje de despegarnos de la orilla no podemos sino encontrar dirección y energía. Cuanto más avanzamos, más fuerte se vuelve la corriente y más profunda es nuestra fe. Por un tiempo, la profundidad de nuestra fe es puesta a prueba por la paradoja de que el horizonte de nuestra meta siempre se aleja. ¿Hacia dónde vamos con esta fe más profunda? Entonces, gradualmente reconocemos el significado de la corriente que nos impulsa, y vemos que el océano es infinito.


Extracto de John Main OSB, “The Oceans of God” (diciembre de 1982), THE PRESENT CHRIST (Nueva York: Crossroad, 1991), págs. 111-112, 116-117.

 

PARA VIVIR CON SABIDURIA


 Si en el evangelio de Lucas (6,20-23) las bienaventuranzas se referían a situaciones -de pobreza, de hambre, de llanto-, Mateo las transforma en actitudes, es decir, en opciones sabias que garantizan vivir con acierto y sentido.

En concreto, cada una de las ocho bienaventuranzas recogidas en este evangelio aborda y responde a un cuestionamiento humano fundamental: seguridad, dolor, fuerza, deseos, amor, paz, coherencia, fidelidad. Siguiendo el orden de las mismas, podrían enumerarse, de modo sintético, tanto los cuestionamientos como las respuestas que proponen:

1ª      ¿Dónde pones tu seguridad? Serás feliz cuando comprendas que no eres el yo; cuando no te identifiques ni te reduzcas a él.

2ª      ¿Qué haces con el dolor, el tuyo y el de los demás? Serás feliz cuando te reconcilies con la realidad del dolor y lo vivas con sabiduría.

3ª      ¿Dónde sitúas la fuerza? Serás feliz cuando no pretendas controlar todo.

4ª      ¿Qué haces con los deseos? Serás feliz cuando te liberes del apego.

5ª      ¿Para qué vives? ¿Para el amor o para tu propio gusto y tu propia imagen? Serás feliz cuando vivas el amor y la entrega.

6ª      ¿Dónde encuentras la paz?, ¿cómo la construyes? Serás feliz cuando encuentres en ti el lugar de la paz.

7ª      ¿Eres coherente con tu vida?, ¿eres una persona íntegra? Serás feliz cuando vivas en transparencia.

8ª      ¿Qué guía tu vida: la fidelidad o la conveniencia? Serás feliz cuando seas fiel a ti mismo/a.

Es significativa la convergencia de las personas sabias a la hora de formular sus propuestas. Hasta el punto de llegar a utilizar las mismas palabras. No es extraño: toda propuesta sabia nace de la comprensión. No de un mero “entender” mental o conceptual, sino del “comprender” experiencial o vivencial que nace del silencio de la mente y, gracias a él, del saboreo de lo que somos.

Solo la comprensión puede orientar nuestra vida. Por cierto, el término “orientar” significa guiar hacia oriente, hacia el este, es decir, al lugar de la luz. Por eso es el camino que nos permite “volver a casa”.

Enrique Martinez Lozano

EL PAPEL DE LA ATENCION

 “Para entrar en la misteriosa y sagrada comunión con la Palabra de Dios que habita en nosotros, primeramente deberemos tener el valor de permanecer, cada vez más, en silencio. Un silencio donde tendremos que escuchar, concentrarnos y atender” (John Main, “Una Palabra hecha silencio”).


En esta frase, John Main resalta el papel fundamental de la escucha profunda, de la atención prolongada. Fijar la atención en un único punto tiene un fuerte efecto sobre el modo en que funciona nuestro cerebro en cuanto a cómo nos permite recibir y captar información para sintonizar los diferentes niveles de la realidad.

La Dra. Shanida Nataraja explica en su libro “El Cerebro Feliz. Prueba neurocientífica del poder de la meditación”, que nuestro cerebro consta de dos hemisferios y cómo el poder de la atención facilita la interconexión entre ambos.

En el hemisferio izquierdo se localiza el circuito neuronal del lenguaje, mecanismo intelectual de la mente humana (es decir, nuestro ego). Durante la meditación, a través de la focalización de la atención, se accede al funcionamiento del hemisferio derecho. Los estudios de investigación sugieren que el hemisferio derecho capta una representación mucho más veraz de la experiencia. Nuestro hemisferio izquierdo tiende a filtrar nuestras experiencias de manera que encajen con la percepción establecida previamente de nosotros mismos y del mundo. Aquellas experiencias que se ajustan a este patrón de nuestra cosmovisión y, por tanto, aumentan nuestro ego, son capturadas. Por el contrario, aquellas experiencias que entran en conflicto con nuestro paradigma y, por tanto, desafían nuestra cosmovisión y socavan nuestro ego, son ignoradas.

El hemisferio derecho captura toda la información de la experiencia. Por ello, durante la meditación, a menudo se recuperan con toda claridad recuerdos que teníamos olvidados o emergen al consciente soluciones a problemas no resueltos. Por tanto, vemos cómo la meditación proporciona al meditador un método para conectar los mecanismos de pensamiento y percepción que tienen ambos hemisferios.

Este cambio en el modo de percibir la realidad nos permite también tener una imagen más completa de quiénes somos y nos lleva a un conocimiento más profundo de nosotros mismos. Sólo conociéndonos como realmente somos, abandonando los filtros que limitan ese conocimiento, podremos vislumbrar la Verdadera Realidad.

John Main resalta la importancia de esto, diciendo: “La mayoría de nosotros debemos primeramente contactar con nosotros mismos para establecer una relación plena antes de poder abrirnos totalmente a nuestra relación con Dios. Dicho de otro modo, primero tenemos que encontrar, experimentar y desarrollar nuestra propia capacidad para la paz, la serenidad y la armonía, antes de que podamos comenzar a percibir a Dios, Padre creador de toda la armonía y serenidad” (“Una Palabra hecha silencio”).

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

LA TOTALIDAD DE DIOS

Extracto del libro “MOMENT OF CHRIST” de John Main OSB (Nueva York: Continuum, 1998), págs. 83-85.


Como todos sabemos por experiencia propia, lamentablemente, nos distraemos con mucha facilidad.

El amor de Dios nos es dado a cada uno de nosotros de forma generosa, libre y universal. El amor de Dios fluye en nuestros corazones como una gran corriente. Sin embargo, nos ocurre como a Marta en el relato del evangelio: estamos siempre ocupados con multitud de tareas. Tenemos que aprender y es fundamental que lo hagamos, que sólo una cosa es necesaria, porque sólo una cosa es. Todos nosotros debemos, por tanto, abordar nuestra propia falta de disciplina. Debemos llevar nuestras inquietas mentes errantes hacia la quietud. Una de las primeras y más valiosas lecciones de humildad que recibimos es darnos cuenta de que llegamos a la sabiduría y a la quietud dejando atrás las distracciones sólo a través del don de Dios. Su oración es su gran regalo para nosotros. Todo lo que tenemos que hacer es prepararnos a nosotros mismos. Y esto lo hacemos cuando entramos en el silencio para llegar a la infinitud de Dios.

Es como si el misterio de Dios fuera un maravilloso diamante multifacético. Cuando oramos hablando o pensando en Dios estamos respondiendo a una de esas caras del diamante, pero cuando entramos en el silencio, es decir, en su presencia, respondemos al misterio que llamamos Dios como un Todo.

La maravilla de esto es que somos nosotros de forma íntegra los que respondemos a la totalidad del misterio de Dios. No es sólo nuestro intelecto, nuestras emociones, nuestra dimensión religiosa o nuestro lado secular. Todo cuanto somos responde al Todo que es. Esa es la experiencia de la oración cristiana.

La gente suele preguntarse: ¿cómo es la experiencia de la oración? ¿Qué sucede? ¿Qué se siente? Es como el silencio: un silencio de paz, un silencio de presencia y un silencio cada vez más profundo. El camino hacia ese silencio requiere mucha paciencia, mucha fidelidad y, en nuestra tradición de la meditación, requiere aprender a recitar con perseverancia nuestro mantra.

Como dijo Juan Casiano, el mantra contiene todo lo que la mente humana puede expresar y todo lo que el corazón humano puede sentir. Esta breve palabra nos traslada al silencio, que es el silencio de la energía creativa. Cuánto tiempo nos llevará esto es algo que no nos concierne a nosotros. “Para el Señor, mil años son como un día” (2 Pedro 3,8). Lo único importante es que ya estamos en el camino.

Carla Cooper

Traducido por WCCM España

 

miércoles

MUERTE Y RESURRECCIÓN


 Extracto del libro “MOMENT OF CHRIST” de John Main OSB (Nueva York: Continuum, 1998), págs. 68-69.

La tradición cristiana nos dice que, si fuéramos sabios, aprenderíamos que no vivimos en una “ciudad permanente”. Deberíamos escuchar atentamente lo que nos dicen los sabios y los místicos a lo largo de los tiempos: para estar presentes en la vida debemos tener presente la muerte.

Hablar sobre la muerte resulta muy difícil para la mayoría de las personas. De hecho, la principal fantasía mundana es precisamente lo contrario: creernos inmortales, más allá de nuestra debilidad física.

La meditación es un camino de fortaleza porque nos ayuda a entender nuestra propia mortalidad. Es la vía para afrontar nuestra propia muerte. Y lo hace posible porque es un camino que nos conduce más allá de la muerte personal. En la meditación aprendemos a descubrir más allá de nuestra propia muerte la resurrección, una nueva y eterna vida, la que surge de nuestra unión con Dios.

La esencia del evangelio cristiano es que estamos invitados hoy a esta experiencia. Todos estamos invitados a la muerte de nuestro egoísmo, de nuestras debilidades, de nuestra exclusividad. Esta invitación a morir es también la invitación para acceder a una nueva vida, a la común unión con los demás, a una vida plena, sin miedo. Supongo que es difícil de saber a qué temen más las personas, si a la muerte o a la resurrección. Pero en la meditación perdemos ese miedo, pues reconocemos que la muerte es precisamente la muerte del miedo y la resurrección es el nacimiento a una nueva vida.

Cada vez que nos sentamos a meditar, entramos en este proceso de muerte y resurrección. En la meditación vamos más allá de nuestra propia vida y sus limitaciones y entramos en el misterio de Dios. Y así, por experiencia propia, descubrimos que el misterio de Dios es el misterio del Amor, del Amor infinito, el Amor que elimina todo nuestro miedo y nos transforma.

Carla Cooper

Traducido por WCCM España

domingo

BENEFICIOS DE LA MEDITACIÓN EN LA SALUD

Uno de los lectores de estas “Enseñanzas” preguntó una vez porqué en nuestra Comunidad no hacemos el mismo hincapié que otros grupos o personas hacen sobre los beneficios que tiene la meditación sobre la salud.

La respuesta queda resumida en esta frase de Laurence Freeman en su libro “Jesús, el Maestro Interior”: “Desde una perspectiva espiritual, te relajas para meditar en lugar de meditar sólo para relajarte”.


¿Por qué la meditación se ha hecho tan popular en nuestros tiempos, especialmente en el mundo secular? La respuesta principal es que la meditación ha demostrado ser un excelente antídoto contra el estrés, que es la causa de muchas enfermedades de hoy en día.

El estrés afecta a la liberación de importantes hormonas al torrente sanguíneo, como son la  serotonina y el cortisol. La serotonina es una sustancia química que influye en nuestro estado emocional: un estado de ánimo positivo se asocia con mayores niveles de serotonina y un estado de ánimo negativo se asocia con bajos niveles de esta sustancia. El estrés reduce considerablemente el nivel de serotonina. Además, el estrés conducirá a niveles más altos de la hormona cortisol en nuestro torrente sanguíneo, lo que desencadena nuestro reflejo de "huida o lucha". Esto lleva a un estado permanente de tensión y alerta ante el peligro que, a su vez, ha demostrado que genera una pérdida de memoria, depresión y ansiedad.

El impacto de la meditación sobre el estrés es la base de muchos de sus comprobados beneficios para la salud física. En algunos pacientes, la meditación regular se asocia con un riesgo reducido de enfermedades cardiovasculares así como con una disminución de la presión arterial. Y ambos factores facilitan notablemente el manejo del estrés. La meditación regular también aporta beneficios psicológicos, como son una menor tendencia a la ansiedad y a la depresión, una mejora de los mecanismos de afrontamiento, tanto frente a la enfermedad como al dolor crónico, así como del comportamiento adictivo, que son también, en parte, manifestaciones del estrés. (“The Blissful Brain” Dra. Shanida Nataraja)

Obviamente, todos estos beneficios para la salud también llegan a todos aquellos que practican la meditación como una disciplina espiritual, pero aquí son valorados como efectos secundarios beneficiosos y no como el principal objetivo de esta disciplina.

La meditación como disciplina espiritual no trata sólo del cuerpo, sino también de la totalidad de la mente y el espíritu, es decir, de nuestro ser total; el silencio de la meditación nos permite transformarnos en lo que realmente somos, un ser que actúa por amor, sereno y armonioso. Según meditamos, nos movemos de la superficie a la profundidad de nuestro ser, donde Cristo habita. Y al hacerlo no sólo entramos en una mejor relación con nosotros mismos, sino también con los demás, con la creación y con la Realidad Divina, en la que todos estamos integrados.

"Los hombres y las mujeres deben restaurarse a sí mismos primeramente, para que de este modo se transformen como en un peldaño sobre el que puedan elevarse hacia Dios" (San Agustín).

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España 

SALTO DE FE

El salto de fe, el salto a la oscuridad, requiere de absoluta confianza en Él. Debemos de dar el salto confiando que Él está ahí para sostenernos, por decirlo así. 



La diferencia está expresada en la carta a los Hebreos: Que Él ha establecido el camino y el salto para nosotros. De hecho, el camino es posible porque ya está hecho. El camino está en el mismo espíritu de Cristo. Esta es la profunda diferencia que es posible imaginar. No hay diferencia más grandiosa entre algo que ya está creado con algo que no lo está. Porque ya está hecho, tenemos toda la razón para dar el salto, toda confianza en poderlo hacer. 

La fé es la convicción, la esperanza es la confianza y el Amor es el resultado. Esta es la razón por la que la meditación es tan importante; porque es necesario descubrir por tu propia experiencia que el Amor disuelve el miedo. El logro de Cristo es haber vencido el miedo en Él, para nosotros, y el haber compartido el Amor con nosotros como resultado de ese logro, para que nosotros también podamos vencer el miedo. No es suficiente ver esto solo como una propuesta teológica o como poesía religiosa. La invitación a cada uno de nosotros es que descubramos esta realidad suprema. El camino es dar el salto nosotros mismos y la forma es a través del mantra.



John Main, OSB
Del libro: The Heart of Creation
Canterbury Press, 2007
Traducido por Lucía Gayón

viernes


 

UNA LLAMADA A LA PLENITUD DE LA VIDA


 Extracto del libro de John Main “Momento de Cristo” (Nueva York: Continuum, 1998), págs. 110-111.

Una de las cosas que aprendemos en la meditación es la prioridad del ser sobre la acción. De hecho, ninguna acción tiene un verdadero significado si no brota de la profundidad de nuestro ser.

Esta es la razón por la que la meditación es un camino que nos lleva de la superficialidad a la profundidad. Y a esto estamos invitados. Aprender a ser es aprender a vivir la vida en plenitud. Es el aprendizaje de comenzar a ser personas plenas. Lo misterioso de la revelación cristiana es que, cuando vivimos nuestras vidas con plenitud, experimentamos las consecuencias eternas de nuestra propia creación. De este modo, no vivimos como si estuviéramos agotando un tiempo limitado de vida que recibimos al nacer. Lo que Jesús nos enseñó es que nos volvemos infinitamente llenos de vida cuando permanecemos unidos con la fuente de nuestro ser, nuestro Creador, el que se describe a sí mismo como “Yo Soy”.

El arte de vivir, de vivir nuestras vidas como seres humanos, es el arte de vivir la eterna novedad de nuestro origen y de vivir plenamente desde nuestro centro, nuestro espíritu, que brota de la mano creadora de Dios. Lo terrible de la vida moderna y materialista es que puede llegar a ser tan superficial que nos priva de un reconocimiento de la profundidad de nuestro ser y de las posibilidades que existen para cada uno de nosotros. Este reconocimiento se va dando, de manera paulatina, si dedicamos un tiempo a iniciarnos en la disciplina de la meditación.  

Los cristianos somos guiados hacia esta fuente de nuestro ser por medio de Jesús, el hombre plenamente realizado, la persona totalmente abierta a Dios. Cuando meditamos, es posible que no reconozcamos a nuestro guía. Es por esto por lo que el camino cristiano es siempre un viaje de fe.

Sin embargo, a medida que nos acercamos al centro de nuestro ser, cuando entramos en lo más profundo de nuestro corazón, somos capaces de reconocer a nuestro guía, nuestro maestro interior. Y allí, en la profundidad de nuestro interior, somos recibidos por el Ser que nos llama a cada uno de nosotros a la plenitud personal del ser. Las consecuencias o resultados de la meditación son esta plenitud de vida: armonía, unidad y energía, una energía divina que encontramos en nuestro propio corazón, en nuestro propio espíritu. Esa energía es la energía de toda la creación. Y como Jesús nos dice, esa energía es la energía de Amor.

Carla Cooper

Traducido por WCCM España

 

domingo

VIVIENDO EN LA LUZ, PARA SIEMPRE


 La pandemia nos ha recordado nuestra solidaridad inherente como familia humana. También ha expuesto las fuerzas en juego, como el mal gobierno, los codiciosos generadores de dinero y el obsceno abismo entre ricos y pobres, que exigen corrección o castigo. Como señal de nuestra irrealidad, los mercados bursátiles están produciendo una gran riqueza para algunos, mientras que la economía real se está derrumbando.

Todos sienten los efectos de la crisis global; y todos sienten el calentamiento global. Como duras llamadas de atención, estas experiencias nos recuerdan la unidad de la humanidad y la unicidad entre la humanidad y el mundo natural. Cualquier vistazo a esta unidad y la unicidad es gracia: un momento de verdadera contemplación, un relámpago de sabiduría, un toque sanador en la herida de nuestra ignorancia. Incluso si es doloroso, queremos más de lo que experimentamos en estos breves momentos. Porque en el fondo, aunque sintamos la futilidad del aislamiento personal o del nacionalismo colectivo desatando el caos y el dolor, queremos saber qué significan estas experiencias de unidad, estos momentos de gracia. 

Carla Cooper 7 enero 2023


HACER Y SER

 La historia de Marta y María en el Evangelio de San Lucas (Lucas 10, 32-42) ilustra muy bien la importancia de la integración del hacer y del ser, de la relación entre la acción y la contemplación. Marta representa la vida activa y ocupada que todos llevamos cada día con las múltiples demandas de trabajo, amistades y relaciones sociales.


¿Quién no ha se ha sentido molesto en algún momento, cuando otros atienden a los invitados o cuando ven que los demás pueden dedicar tiempo a meditar y, en lugar de unirse a ellos, continúa preparando la comida para compartir después?

María representa la dimensión contemplativa de nuestro ser: meditando, escuchando atentamente y con profundidad al Cristo interior, en la oración o encontrándole en una lectura pausada de las Escrituras (Lectio Divina).

Este relato del evangelio simboliza en cierto modo quiénes somos nosotros. La acción y la contemplación son dos caras de nuestro ser. Somos ambas: Marta y María. Cuando estamos tan ocupados y nos quejamos de que no tenemos tiempo para meditar, entonces Marta se hace cargo y se dedica a los quehaceres cotidianos y a las obligaciones que tenemos.

Cuando detenemos nuestras tareas para dedicarnos plenamente a la oración, a la meditación, a la escucha profunda y atenta de nuestro ser interior, entonces queremos ser sólo María. Pero no podemos ser exclusivamente una de ellas, porque somos ambas al mismo tiempo. Incluso cuando vivimos en comunidad, ambas dimensiones coexisten, pues oramos y trabajamos: “ora et labora” como establece la regla de la Orden Benedictina y como debe ser realmente, la regla de nuestra vida.

El trabajo de Marta es realmente valioso pues se afana en tenerlo todo preparado, la comida lista para compartir y todo limpio y ordenado. Pero al enfocarlo desde el resentimiento está perdiendo de vista el derecho a existir de la otra mitad de su alma: la atenta y profunda escucha de María. Y Jesús se lo recuerda, diciéndole: “Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por tantas cosas”.

Y nos preguntamos, ¿no es esto exactamente lo que hacemos nosotros en muchas ocasiones? En esos momentos es cuando debemos recordar nuestra dimensión contemplativa y cumplir con nuestras obligaciones poniendo toda nuestra atención y esmero, en lugar de quejarnos y hacerlas a regañadientes.

Si fuéramos capaces de hacer lo que tenemos que hacer desde la conciencia del centro más profundo de nuestro ser donde mora la compasión y el amor hacia los demás, estaríamos integrando las dos caras de nuestro ser: acción y contemplación; Marta y María.

El que se queja es nuestro ego con su desmesurada necesidad de estima, con sus constantes deseos de recibir alabanzas y de culpabilizar a los demás. Sin embargo, lo que necesitamos es lograr la aceptación y la integración de ambos lados de nuestro ser: a veces tenemos que ser Marta, pero también podemos ser María en otras ocasiones. Ambas dimensiones son esenciales y se complementan mutuamente. En la vida de Jesús, vemos este maravilloso equilibrio de acción y contemplación. Jesús recorría las aldeas predicando el evangelio y curando a los enfermos, y también, a menudo, se retiraba a un lugar tranquilo para orar en silencio: “En aquel tiempo, Jesús subió al monte para orar y pasó la noche en oración a Dios”.

Actualmente, la mayor parte de la vida de la Iglesia se centra en la dimensión de Marta y muchos incluso olvidan el trabajo por el que María es alabada por Jesús. Es muy importante “hacer”, cuidar a los demás, rezar mediante oraciones de alabanza, de petición, de intercesión, de acción de gracias, todos los tipos de oración son valiosos e importantes. Sin embargo, el trabajo de María, la oración silenciosa, la escucha profunda, la contemplación, parece haber quedado relegado a los pocos monjes y monjas atraídos por esta forma de ser.

Ésta fue la gran misión de John Main y que Laurence Freeman continúa difundiendo: lograr que el cristiano ordinario reconecte con la antigua tradición de la oración contemplativa que se remonta a las enseñanzas de Jesús.

En el año 2007 la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana recibió el reconocimiento canónico del Vaticano como Comunidad Contemplativa Ecuménica reconociéndose así la importancia y el valor del trabajo de María, de nuestra dimensión contemplativa.

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

 

jueves

 Un fragmento de John Main OSB, “Integrity”, WORD MADE FLESH (Norwich: Canterbury, 2009), págs. 55-56





Con frecuencia parece que fuéramos por la vida a gran velocidad mientras en nuestro corazón existe una flama esencial interior de ser. Esta prisa con frecuencia provoca que lleguemos al punto del agotamiento. Pero cuando nos sentamos a meditar, en quietud y silencio, la flama empieza a brillar más brillante y constante. Conforme abandonamos el pensar en términos de éxito e importancia, la luz de la flama nos ayuda a comprendernos y a comprender a los demás en términos de la luz, el calor y el amor.

El mantra nos guía a este punto de quietud donde la flama de ser puede arder con brillo. Nos enseña lo que debemos saber, pero frecuentemente olvidamos, que no podemos vivir una vida plena a menos que estemos cimentados sobre algún propósito vital.  La vida tiene un significado último y un valor que solo es descubierto en la quietud del ser, el cual es nuestro arraigo esencial en Dios. Es terriblemente fácil dejar que la vida sea solo una mera rutina. Los roles pueden tomar el lugar del ser. Caemos en desempeñar el papel de estudiante, mamá, esposo, ejecutivo, monje o lo que sea… Jesús vino a decirnos que la vida no se trata de desempeñar roles o ser un funcionario en algún sistema. Se trata de significado y propósito en la profundidad de la quietud de nuestro ser. Nuestro valor surge, no de lo que hacemos en los papeles que desempeñamos sino de quienes somos en nosotros mismos.

Debemos estar abiertos al amor que nos redime de la ilusión y lo superficial. Debemos vivir en la infinita santidad que poseemos como un templo del Espíritu Santo. Debemos descubrir que el mismo Espíritu que creo el universo habita en nuestros corazones, y en silencio ama todo. Este es propósito de toda vida.

lunes

RELAJANDO EL CUERPO

 Vivimos en un mundo obsesionado por los logros y el éxito. Incluso la meditación es vista, con frecuencia, solamente como una forma de incrementar nuestras capacidades cerebrales para ser más productivos y funcionales. Sólo hay que ir a una librería y observar cómo en la sección de autoayuda las estanterías están atiborradas de libros que nos cuentan las virtudes de la meditación: cómo mejora nuestra salud, nuestro cuerpo y nuestra mente y, por tanto, nuestra cuenta bancaria.


No niego que sea absolutamente importante cuidar del cuerpo y de la mente para mantenerlos en óptimas condiciones de salud. Incluso Evagrio decía: “Nuestro santo y más ascético maestro (Macario el Grande) declaró que el monje debería vivir siempre como si fuese a morir mañana pero, al mismo tiempo, debe cuidar su cuerpo como si fuera a vivir con él durante muchos años”. Cuidar nuestro cuerpo con alimentos saludables y en cantidades modestas y practicando un ejercicio físico apropiado como el Yoga, el Tai Chi o el Chi Kung, es claramente de suma importancia.

Este planteamiento orientado a los resultados lo vemos también en la meditación. Claro que es posible practicar la meditación solamente por sus beneficios para la salud, de los que la investigación ha probado que son innumerables. Desde luego, es maravilloso detener el murmullo interminable de nuestra mente y liberarnos del estrés y la tensión. Nos hará sentirnos bien, conseguir un tiempo libre de preocupaciones, ansiedades, deseos y miedos que nos acosan habitualmente y detener así el derroche de energía de nuestra mente dando vueltas de forma continua.

Sin embargo, si sólo meditamos con esta finalidad, estaremos desperdiciando una gran oportunidad puesto que la meditación nos aporta mucho más que unos beneficios fisiológicos para el cuerpo. Un meditador comprometido considera el cuidado del cuerpo y la relajación como la preparación esencial para llegar al verdadero propósito de la meditación: transformar la mente y la forma en que miramos la realidad. Cuando logramos esto, descubrimos la parte espiritual de nuestro ser y nuestra total conexión con la fuente de todo ser. Por ello, la meditación es una disciplina espiritual que implica permanecer en soledad y en silencio en la que abandonamos todas las experiencias sensoriales, las imágenes, las emociones y los pensamientos: nuestro ego. Sólo cuando volvemos a conectar con nuestra esencia espiritual, nuestro verdadero yo, podremos vivir una vida plena y con auténtico significado pues entonces nuestros actos fluirán desde la conciencia profunda de lo Divino y sentiremos la conexión, responsabilidad y preocupación por los demás.

La compasión, la preocupación por los demás, es la verdadera señal de que nuestra mente está transformándose. Evagrio decía: “Feliz es el monje que ve el bienestar y el progreso de todos los hombres y mujeres con tanto gozo como si fueran los suyos”. Para esta transformación sólo podemos prepararnos aquietando nuestro cuerpo y nuestra mente, abriéndonos a la obra del Espíritu Santo. Porque es su trabajo: “El Espíritu Santo se compadece de nuestra debilidad y, como sabe de nuestras impurezas, nos visita con frecuencia. Si encuentra nuestro espíritu en oración, por amor a la Verdad, entonces desciende sobre nosotros y disipa todos los pensamientos que nos acechan”.

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

domingo

MAS ALLÁ DEL PENSAMIENTO - KIM NATARAJA

 La experiencia de San Pablo del Cristo resucitado refleja nuestra experiencia de Él en el profundo silencio de nuestra meditación: “Él es una presencia real, resucitada, que se encuentra en lo profundo de la experiencia personal del discípulo y del nuevo creyente”. (Laurence Freeman) Sin embargo, a menudo, cuando experimentamos el comienzo de esta presencia silenciosa, retrocedemos presas del pánico. Al dejar atrás nuestros pensamientos, estamos 'dejando atrás el yo' como insta Jesús. Pero abandonar nuestro sentido de identidad del ego se siente muy incómodo; el ego, a punto de ser abandonado, se siente amenazado y nos llena de una fuerte sensación temerosa de soledad y aislamiento. Nos hace sentir que estamos entrando en un abismo amenazador, un vacío. Nuestros egos se sienten totalmente fuera de control. Y sin embargo, esto es lo que tiene que suceder. Necesitamos entrar en la 'Nube del Desconocimiento'como lo llamó un místico inglés del siglo XIV. Solo dejando atrás el ego, la superficie pensante de nuestro ser, podemos experimentar quiénes somos realmente y quién es Dios realmente. Cuando damos el paso, en lugar de la sensación de soledad y aislamiento con la que nos llenó el ego, nos sentimos sostenidos en un abrazo amoroso con todo y con todos. El vacío amenazante se convierte en una plenitud amorosa e interconectada. 

Esta sensación de ser sostenido con amor, de manera protectora en una red de ser, solo puede experimentarse. Al prestar atención a nuestro mantra, al enfocarnos en un solo punto en nuestra palabra, apagamos nuestros pensamientos y encendemos una forma diferente de conocimiento intuitivo y experiencial. Que esta forma de saber está incorporada en nosotros, se ha demostrado en investigaciones con niños: “ Estudios de EEG del cerebro de niños [menores de dos años] muestran que funcionan permanentemente en modo alfa, el estado de conciencia alterada en un adulto, en lugar de el modo beta de la conciencia madura ordinaria.” (Lynne Taggart 'The Field') Por lo tanto, al meditar podemos regresar conscientemente a una forma de percepción que al principio era instintiva e inconsciente.


Este dejar ir el ego lleno de pensamientos, por lo tanto, no es una entrada en el olvido y la inexistencia. 
No perdemos nuestra individualidad: “ 
No hay duda de que el individuo pierde todo sentido de separación del Uno y experimenta una unidad total, pero eso no significa que el individuo ya no exista. Así como cada elemento en la naturaleza es un reflejo único de la Realidad única, cada ser humano es un centro único de conciencia en la conciencia universal.” (Bede Griffiths)  

Es importante recordar que la palabra 'individuo' “originalmente...significaba indivisible...Una vez que un individuo era una persona o cosa vista en relación con el todo al que pertenecía. El todo definía al individuo porque el individuo era indivisible de él”.

Laurence Freeman 'Jesús, el Maestro interior