sábado

EL FUNDAMENTO DE MI SER

 De “El silencio del alma”, de Laurence Freeman OSB en THE TABLET 10 de mayo de 1997.



Nuestros pensamientos, miedos, fantasías, esperanzas, iras y atracciones surgen y disminuyen momento a momento. Nos identificamos automáticamente con estos estados fugaces o compulsivamente recurrentes sin pensar en lo que pensamos. Cuando el silencio nos enseña cuán inestables y transitorios son realmente estos estados, nos enfrentamos a las terribles preguntas de quiénes somos. En silencio lidiamos con la terrible posibilidad de nuestra propia irrealidad. El pensamiento budista hace de esta experiencia —lo que llama anatman o "no-yo"— uno de los pilares centrales de la sabiduría de su camino de liberación del sufrimiento y uno de sus medios esenciales para la iluminación... Es comprensible que anatman sea la idea budista con la que otros generalmente tienen más problemas. Qué absurdo, qué terrible, qué sacrilegio decir que no existo. De hecho, la mayor parte del antagonismo cristiano hacia anatman es infundado o se basa en interpretaciones erróneas. No significa que no existamos, sino que no existimos en independencia autónoma, el tipo de existencia que al ego le gusta imaginar que tiene.


No existo por mí mismo, porque Dios es la base de mi ser. A la luz de esta comprensión, leemos las palabras de Jesús con mayor profundidad: «Si alguno quiere seguirme, que se aparte de sí mismo, que tome su cruz cada día y venga conmigo; pero el que pierda su vida por mí, la salvará» (Lucas 9:23-24). Si a través del silencio podemos abrazar esta verdad del anatman, haremos descubrimientos importantes sobre la naturaleza de la consciencia. Descubrimos que la consciencia, el alma, es más que el asombroso sistema computacional, calculador y juzgador del cerebro. Somos más de lo que pensamos. La meditación no es lo que pensamos.

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