El mantra nos lleva a un estado de atención, a un espíritu de atención de lo que es, no de lo que ha sido o lo que pudiera ser sino de lo que es. El primer paso, pues, es prestar plena atención. El segundo paso – que es más parecido a un gran salto o una gran inmersión en la esencia de todo lo que es – es darnos cuenta de que Dios es, que Dios está presente, que Dios es ahora y que, maravillosamente, Dios es consciente de todos.
Muchos se preguntan, al comenzar a meditar, sobre la aparente dicotomía entre, por una parte, su fe en Dios y, por otra parte, la recitación del mantra. Esta dicotomía surge de la mano del afán de soltar pensamientos, ideas, e imágenes durante nuestra meditación. Este soltar, sin embargo, no supone dejar atrás a Dios, aunque ni pensemos en El ni nos lo imaginemos. Básicamente, tenemos que aprender a entender que todas nuestras imágenes y recuerdos son fantasías.
Fuente: Word Made Flesh. Silence and Stillness in Every Season, página 346
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