Es importante que cultivemos esta condición de espera. Y, por supuesto, también es cuestión de práctica. Por eso son importantes los dos periodos de meditación practicados con regularidad y fidelidad, porque así es como se desarrolla este estado mental o esta actitud de espera. « ¡Ánimo!», dice el Salmo 27. «¡Ánimo! Quien espera en el Señor renovará sus fuerzas» (Salmo 27:14). « Quien espera en el Señor renovará sus fuerzas». En otras palabras, descubrimos que la meditación nos ayuda a refrescarnos, a renovarnos, nos da más energía. Lo que ocurre es que, al derribar el muro del ego y, en cambio, comenzar a relacionarnos directamente con la realidad, redirigimos la energía de la conciencia de la fantasía, de la imaginación virtual a lo real, de los proyectos del ego a la contemplación y al otro. Así, nos volvemos más intuitivamente centrados en el otro. Pasamos del instinto de adquirir y controlar a la capacidad de disfrutar. Santo Tomás decía: “simple goce de la verdad”: así definía la contemplación.
El arte de esperar de Laurence Freeman OSB
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