lunes

EL CAMBIO

 

San Benito entendía la conversión como un proceso continuo. Necesitamos dirigir constantemente nuestra atención hacia la Realidad Superior en la oración/meditación y en nuestras relaciones diarias con los demás.

Pero dirigirse a algo siempre implica alejarse de otra cosa. Necesitamos cambiar nuestro enfoque de las realidades externas de nuestra vida a la realidad interna de nuestro verdadero yo, la consciencia de Cristo en nuestro interior. 


Este movimiento implica inevitablemente un cambio, en parte consciente y, también, inconsciente. En el nivel consciente se nos plantea la elección de emplear nuestro tiempo en meditar en lugar de leer o ver la televisión; una elección consciente será el reunirnos con personas afines en un grupo de meditación o asistir a un retiro; una elección consciente será, por ejemplo, cambiar los contenidos de nuestras lecturas y de las formas de ocio. Sin embargo, en el nivel interno, el cambio real, incluso la transformación que trae este nuevo enfoque, es inconsciente y ocurre de forma muy gradual. De hecho, está totalmente fuera de nuestro control; no podemos cambiarnos, somos transformados: este es el gran regalo espiritual.


¡Y éste es precisamente el problema! Porque nos gusta tener el control de todo, nos gusta decidir qué ocurre y cómo ocurre. No cedemos fácilmente las riendas de nuestra vida a nadie. Pero en el viaje espiritual el secreto está precisamente ahí: en dejarnos ir y entregarnos a un Poder Superior.

En relación con esta necesidad de poder y control está nuestro deseo de alcanzar logros. Cuando comenzamos a meditar, de alguna manera, estamos esperando que ocurra una inmediata y total transformación de la consciencia y nos sentimos francamente decepcionados al ver que seguimos siendo esencialmente los mismos. Queremos un resultado inmediato de la inversión de tiempo y energía que nos supone la meditación. ¿Por qué aún no levitamos? Si esa es nuestra motivación, pronto abandonaremos.


Pero es la entrega a nuestra repetición fiel y diaria del mantra lo que permite un cambio interno gradual de la perspectiva que afectará a la totalidad de nuestro ser. Es tan gradual que apenas es perceptible. La “chispa” de la Luz Divina dentro de nosotros no se transforma durante la noche en un fuego vigoroso y purificador. No veremos los resultados en unas semanas, ni en meses, ni quizá en años. Pero si comparamos nuestra forma de reaccionar frente a las situaciones a lo largo del tiempo veremos que existen notables diferencias. Con frecuencia, son los demás los que observan pronto este cambio de comportamiento en nosotros, como le dijo la oruga a la mariposa: “Vaya, cómo has cambiado!”.


Un problema relacionado con nuestra necesidad de poder y control es nuestro miedo al cambio. Creemos saber quiénes somos y nos hemos construido un efectivo sistema de supervivencia que nos proporciona un claro sentido de identidad y seguridad. Pero una vez más tenemos la opción de permanecer como somos o de permitirnos crecer y dejar que se cumpla en nosotros la promesa de Jesús: “He venido para que tengáis vida, vida en toda su plenitud”. Aceptar el crecimiento siempre implica un cambio. Debemos aceptar el cambio y dejar de nadar a contracorriente.


Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

No hay comentarios: