jueves

LOS SILENCIOS DE JESUS NAZARENO

 


Así llamaban en su tiempo a Jesús, el Nazareno, por ser originario del pueblo de Nazaret. Los Evangelios nos hablan de él, de su preocupación por la gente que le rodeaba, de cómo nos salvó de nosotros mismos con su vida y con su muerte, y también nos hablan de sus silencios, de cuando se pasaba las noches en oración en lo alto de una montaña, retirándose de sus discípulos para estar a solas con el Padre.

    Durante mucho tiempo me he preguntado cómo rezaría Jesús, qué recursos utilizaría para poder permanecer en oración toda una noche.

    Tuve la suerte de hacer un viaje a Tierra Santa: Cafarnaúm, con la casa de la suegra de Pedro, Galilea, Nazaret, Mar Muerto… Belén, y, por fin, Jerusalén. El Santo Sepulcro, el Huerto de los Olivos, etc. No recuerdo un viaje más lleno de emociones de todo tipo. Pero seguía con mi curiosidad insatisfecha.

    Un día me tropecé en el Evangelio con una enseñanza de Jesús que me produjo un terremoto de emoción y de alegría: Cuando oréis, no seáis como los hipócritas (…) Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto y, cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará (Mt.6,6). ¡Eureka!, lo pillé. Esto es lo que hacía Jesús, por eso se aislaba para orar. ¿Quién podía tener en aquella época un cuarto con puerta en Israel? Os aseguro que es algo impensable después de haber visto los restos arqueológicos de viviendas de aquella época.

    Mi curiosidad había sido satisfecha en cuanto al modo ¿Cómo iba a enseñar Jesús a sus discípulos un modo de oración distinto al que él practicaba? Levanté la vista del libro para saborear el descubrimiento, pero de nuevo aparecieron los nubarrones de la duda: ¿Qué le diría Jesús al Padre (Abbá)? Seguí leyendo el texto: Cuando recéis no uséis muchas palabras (…)  pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Estaba claro: Jesús, en su soledad, “cerraba la puerta” de su mente para poder percibir en silencio, en su parte divina, la presencia del Padre con quien se sentía Uno.

    Luego sigue el texto sagrado recogiendo una serie de “Mantras” detrás de otros, para poder mantener clausurada la “puerta” de la mente: Padre Celestial / santificado sea tu nombre / venga a nosotros tu reino /…

    Y entre Mantra y Mantra, Silencio; estar con el Padre; Oración Contemplativa; descansar en el Abbá. Lo que hoy también recibe el nombre de meditar. El Hombre Jesús era oriental, como los Padres y Madres del Desierto que a partir el siglo IV siguieron practicando esta oración de silencio en el páramo.

    Estamos en el siglo XXI, somos Hermanos del Silencio; todo el año, Nazarenos del Silencio. Vestimos nuestra túnica, en la madrugada del Viernes Santo. Pero nuestra Estación no es de Penitencia, sino de Silencio: para llenar de Silencios -como los de Jesús- nuestro Itinerario de la Madrugada; y luego, cada día del año, con la vista al frente, la mente serenada y el corazón en nuestra parte divina, porque Jesús, Dios, nos habita (1 Cor.,3,16).

 

Ignacio Gallego Cubiles, Coordinador WCCM Sevilla.

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