jueves

JOHN MAIN OSB - ESCRITOS Y ENSEÑANZAS


 La meditación requiere generosidad porque lo exige todo. Exige el abandono del deseo y de desear y, de manera positiva, exige una apertura generosa al destino que Dios tiene para nosotros, a Su plan para nosotros, a Su amor por nosotros. Lo que descubres en la meditación es precisamente eso: Su amor por ti.

Muchas personas, cuando oyen hablar sobre la meditación por primera vez, piensan que es algo extraordinariamente seco, intelectual, sin emociones ni afecto. Pero no es ninguna de esas cosas. Es un compromiso y una apertura al amor infinito. Este amor es una poderosa fuente que brota en tu corazón.

El mantra es como la aguja de una brújula. Siempre te dirige hacia el destino que te corresponde. Siempre señala la dirección verdadera que debes seguir, alejándote del ego y acercándote a Dios, y, aunque tu ego te lleve por otros caminos, la brújula siempre es fiel en la dirección que te indica. El mantra, si lo dices con generosidad, con fidelidad y con amor, siempre te señalará la dirección hacia Dios, y solo en Dios puede revelarse nuestro verdadero destino.

Fuente: Word Made Flesh. Silence and Stillness in Every Season, página 46

domingo

EL CAMINO DE LA VERDAD - JOHN MAIN OSB


 “El camino de la Verdad”, extracto de “Sed de profundidad y significado: aprendiendo a meditar” de John Main OSB. Editado por Peter Ng (Singapur, 2007) Págs. 179-181.


Hace un tiempo leí la siguiente narración sobre el dios indio Shiva. “Estaba Shiva sentado junto a su esposa mientras contemplaban el mundo y ella le preguntó: ¿por qué no vas y les concedes la salvación a algunos de tus fieles? A Shiva le pareció muy bien y entonces fueron a un pueblo y se sentaron en el mercado. Se corrió la voz de que el gran profeta estaba allí. Los hombres santos del pueblo fueron hacia donde estaba él. El primero que se acercó le dijo:  “medito ocho horas al día.  En invierno, medito durante dos horas en agua fría. En verano, dos horas al calor. ¿Cuándo obtendré la salvación? Shiva lo miró y dijo: «después de tres encarnaciones más». El hombre se volvió hacia sus amigos sacudiendo la cabeza y diciendo: «¡tres más! ¡Tres más!».


Así fueron acercándose todos ellos. Finalmente, se le acercó un hombrecillo que le dijo: «me temo que yo no hago mucho de todo eso, pero procuro amar a todos los que me rodean y trato de amar también todo lo que hay en la creación. ¿Puedo así obtener la salvación? Shiva se rascó la cabeza pensando y el hombrecillo empezó a ponerse nervioso. Shiva lo miró y le dijo: «bueno, mil encarnaciones más». Y el hombre comenzó a saltar de alegría y se puso a gritar diciendo a todo el mundo : «¡lo conseguiré! ¡Sólo mil!”. Y a continuación estalló en llamas y también lo hicieron Shiva y su esposa. Se convirtieron en una sola llama y desaparecieron. La esposa le preguntó entonces a Shiva: «¿cómo consiguió ese pequeño anciano la salvación de inmediato? ¡Le dijiste mil encarnaciones!”. Shiva respondió: “sí, pero su generosidad anuló mi decisión. Así que fue salvado de inmediato».


Tras la lectura de esta historia de Shiva, leí el Evangelio de Lucas que dice: “Dos hombres subieron al templo a rezar, un fariseo y un recaudador de impuestos. El fariseo se puso de pie y dijo: ‘Le agradezco a Dios que no soy como otros hombres, codicioso, deshonesto, adúltero o, por lo demás, como este recaudador de impuestos. Ayuno dos veces por semana y pago diezmos por todo lo que recibo’. Pero el otro mantuvo su distancia y ni siquiera levantó los ojos al cielo, sino que se golpeó el pecho y dijo: ‘Señor Dios, ten piedad de mí, pecador'» (Lucas 18, 10-14).


La meditación es una forma que seguimos para confiarnos por completo al misterio de nuestra propia existencia. Estar meditando es simplemente estar en el estado de aceptar lo que es, de confiar todo nuestro ser a Dios. En la meditación nos ponemos en la línea ofreciéndonos, abandonando todo lo que somos. Simplemente repetimos nuestra palabra.


La meditación es una entrada a la cercanía de Dios que se encuentra en nuestros propios corazones. Dios responde al anhelo de nuestro corazón con la simple respuesta del amor. Este amor es nuestra esperanza, nuestra confianza inquebrantable en que, sea cual sea la dificultad, sea cual sea el desafío, podemos enfrentarlo con los infinitos recursos que se nos dan. Dios hace todo esto dentro de nosotros en silencio si permitimos que el misterio nos abarque. La calidad que requerimos para este trabajo es la simple aceptación de todo lo que es: confianza.


Carla Cooper

sábado

¿PUEDO CAMBIAR MI MANTRA? - KIM NATARAJA

 


En el cristianismo, orar repitiendo una o varias frases establecidas ha sido una práctica muy arraigada a lo largo de los siglos; basta con pensar en el Padrenuestro, el Avemaría, el Gloria y la Oración de Jesús en la tradición ortodoxa. Casiano, quien recopiló todas las enseñanzas de los Padres y Madres del Desierto del siglo IV, recomendó la frase de los Salmos: «Oh Dios, ven en mi ayuda; oh Señor, date prisa en socorrerme». San Francisco fue escuchado por su primer seguidor orando toda la noche repitiendo «Deus meus et omnia» (Dios mío y mi todo). Se dice que San Agustín utilizó la frase «Noverim me, noverim te» (Que me conozca a mí mismo, para que pueda conocerte a ti). La filósofa y mística francesa del siglo XX, Simone Weil, solía recitar el Padrenuestro en griego. Otros mantras que se han sugerido son la palabra aramea para Padre “Abba”, “Paz”, Kyrie Eleison y Veni Sancte Spiritus; de hecho, cualquier otra frase de significado espiritual para un cristiano. 

Sin embargo, al elegir un mantra, es mejor seguir el consejo de tu maestro. John Main prefería usar «Maranatha» como mantra. Lo recomendaba por tres razones: primero, porque era una oración en arameo, el idioma que hablaba Jesús, que significaba «Ven, Señor» o «El Señor viene»; segundo, porque es, aparte del «Padre Nuestro», la oración cristiana más antigua que se conoce. (La primera carta de San Pablo a los Corintios está escrita en griego, pero la termina con el arameo «maranatha», lo que demuestra lo bien conocida que era esta oración entre los primeros cristianos). Y tercero, tiene la ventaja de que no nos evoca asociaciones, por lo que no nos hará pensar fácilmente.  

La razón principal para usar una oración, un mantra, es despejar la mente de cualquier otro pensamiento y enfocarla con amor y concentración en la Divinidad. Comenzamos recitando el mantra mentalmente, luego, tras un rato, nos damos cuenta de que lo estamos escuchando y, con el tiempo, pasamos completamente de la mente al corazón, y el mantra resuena en el centro de nuestro ser. Este proceso natural no ocurriría si cambiáramos constantemente de mantra. 

Laurence Freeman describió el efecto del mantra con las siguientes palabras: 

Hace un tiempo, estaba en un concierto. Mientras esperábamos a que empezara, escuché cómo la orquesta empezaba a afinar. Era uno de los sonidos más discordantes que he escuchado. Cada instrumento tocaba a su manera, en total desarmonía. Entonces, el oboe, un instrumento pequeño y silencioso, empezó a tocar y todos los demás afinaron en su nota. Y poco a poco, la desarmonía se fue calmando. Luego se hizo el silencio y comenzó el concierto. Me parece que el mantra se parece mucho a ese pequeño oboe. En la meditación, el mantra armoniza todas las partes de nuestro ser, una a una, poco a poco. Y cuando estamos en armonía, somos la música de Dios. 

Por eso es muy importante que permanezcamos con el mismo mantra, para que pueda enraizarse en nuestro ser y tener ese efecto armonizador.

viernes

JOHN MAIN - ESCRITOS Y ENSEÑANZAS


 La meditación es aprender a ser conscientes de Su presencia dentro de nosotros. Es Su presencia en nosotros la que nos enseña que cada uno de nosotros se completa por el poder de Su amor y, si podemos entrar en contacto con esas profundidades dentro de nosotros, descubrimos que no somos solo personas aisladas. Cada uno de nosotros, en este misterio de Cristo que habita en nuestros corazones, está llamado a amar y ser amado más allá de toda división.


Ahora bien, ¿por qué meditar? La clave es el principio esencial de armonía que se encuentra dentro de nosotros. Ese principio es el Espíritu, el Espíritu de Cristo, y la meditación es simplemente la forma de enfocar, no solo nuestra atención, sino nuestras vidas, en ese principio de armonía, de unidad, de amor.


Es esencial, para tomarse el viaje en serio, meditar cada mañana y cada noche. No hay atajos. No hay misticismo instantáneo, pero sí existe la realidad de la peregrinación hacia tu propio corazón y, en la meditación, no se te pide que aceptes la experiencia de otra persona de segunda mano, ni siquiera el testimonio de los apóstoles o de San Pablo. Cada uno de nosotros está invitado a explorar estas profundidades, a entrar en contacto con el Espíritu de Cristo por nosotros mismos, a partir de nuestra propia experiencia, y en ese proceso llegar a ser completamente real, completamente la persona que estás llamado a ser. En ese proceso, viviendo desde el poder de Cristo, toda división es trascendida.


Fuente: Word Made Flesh. Silence and Stillness in Every Season, página 161

martes

CONCIENCIA


 Terminé la semana pasada con la cita de la Carta a los filipenses (2,5): “la conciencia que estaba en Cristo también está en nosotros”. Pero ¿qué entendemos por conciencia? Y, sobre todo, ¿qué entendemos por la conciencia de Cristo?


Recuerdo una cita que leí hace años del psicólogo británico Stuart Sutherland, que decía: “La conciencia es un fenómeno fascinante pero difícil de alcanzar. No se ha escrito nada que realmente merezca la pena leer al respecto”. Desde entonces se han realizado diferentes investigaciones. En particular, las realizadas por Francis Crick (famoso por el estudio de la estructura del ADN) sobre la conciencia visual, pero eso es solo una pequeña parte de todo el campo. Recientemente se han realizado algunas investigaciones para mostrar el efecto que tiene la meditación sobre el cerebro, como veíamos cuando he citado comentarios del libro de mi hija, la Dra. Shanida Nataraja, “El cerebro dichoso”. Vimos la enorme importancia del efecto que tiene la atención en ciertas áreas del cerebro.  La atención focalizada en un punto “apaga” el área cerebral donde se producen los pensamientos, las imágenes y los sueños. En otras palabras, se suprime una de las funciones del ego. También tuvo efecto sobre otra área del ego que se relaciona con la respuesta emocional: la fuerte respuesta de supervivencia de «huir o luchar» se transformó en una reacción de aceptación, relajación y serenidad.


El efecto más interesante para el tema de la conciencia es el efecto que la atención tiene sobre la corteza parietal. Esta zona cerebral tiene a su vez dos áreas importantes: la corteza de asociación de orientación y la corteza verbal-conceptual. La primera está asociada con la orientación en el tiempo y el espacio y la creación de límites: uno mismo/los demás y el mundo de los opuestos, mientras que el segundo confiere la capacidad de transmitir nuestra experiencia en palabras. Por tanto, vemos que se trata de dos áreas que se relacionan con cualidades del ego. La atención focalizada en un punto genera una disminución de la actividad de la corteza parietal, por lo tanto, conduce a una disminución de ambas habilidades. Esto explica por qué perdemos el sentido de nuestra identidad aislada disolviendo la percepción del tiempo y del espacio y unificando todos los opuestos, lo que nos lleva a un sentimiento de conexión con todos y con todo lo que nos rodea y, al mismo tiempo, a la incapacidad para explicar esta experiencia claramente a los demás.


La importancia de esta secuencia de los efectos de la atención plena en diferentes partes del cerebro es que la iniciativa para estos cambios se deriva de nuestra conciencia actual y de nuestra voluntad: estamos llevando deliberadamente al cerebro a un modo diferente de percepción al concentrar nuestra atención en un punto. Es interesante ver cómo nuestra conciencia del ego, con sus necesidades de supervivencia en este plano material, está codificada dentro de los circuitos del cerebro, pero puede ser ignorada temporalmente. Al pasar por alto el ego, nos abrimos a la parte de nuestra conciencia que todo lo abarca. La conciencia que está basada en la intuición y en una experiencia contextual mucho más amplia. Esto es lo que reconocemos como nuestro «verdadero yo» y es esta parte de nuestro ser la que nos permite vincularnos con la conciencia de Cristo y, por lo tanto, con la Realidad Divina. Al acceder a esta dimensión de nuestro ser total, «limpiamos las puertas de la percepción y vemos la realidad tal como es, ¡infinita!» (William Blake). De hecho, volvemos a nuestra naturaleza original que está entrelazada con el resto de la creación y del Todo universal.


Sin embargo, esto no explica qué es la conciencia misma. Realmente no sabemos qué es, pero sí podemos ver sus efectos. El problema es que la conciencia no es un objeto que podemos poner a prueba en un laboratorio: estamos tratando con algo que solo se puede experimentar y hemos visto la dificultad que tiene verbalizar esta experiencia. Al final, la respuesta al problema de la conciencia sigue siendo la misma que Sócrates dio hace tanto tiempo: «Solo sé que no sé nada».


Todo lo que la tradición mística puede hacer es insinuar cómo es esa experiencia y, para ello, necesita dar muchas descripciones: “estar envuelto en el amor”, ”estar rodeado de luz”, “sentirse uno con todo lo que nos rodea”. Son muy pocas las descripciones que nos han llegado. Pero sí podemos deducir que el factor común a todas ellos es un sentido intuitivo de unidad con el Cosmos acompañado de sentimientos de admiración y reverencia. Jesús mismo también tuvo que recurrir al uso de metáforas y parábolas para tratar de explicar su propia experiencia del Reino de los Cielos, la experiencia de la Presencia Divina.


Todo lo que podemos hacer es perseverar con fidelidad y compromiso en nuestra disciplina de meditación que, en diferentes momentos del viaje espiritual, nos dará una idea de lo que nos espera hasta que hayamos purificado totalmente nuestras emociones y entremos en la Presencia de lo Divino con más frecuencia. Pero nosotros, como Jesús después de la Transfiguración, tendremos que bajar de la montaña en un servicio amoroso a los demás.


Kim Nataraja

viernes

JOHN MAIN OSB, ESCRITOS Y ENSEÑANZAS


 La oración cristiana tiene la cualidad esencialmente dinámica del misterio de Jesús mismo porque es un encuentro y una entrada en la persona de Jesús, quien es el camino hacia el Padre. La peregrinación cristiana es un giro, una conversión, un seguimiento de Cristo y un viaje con Cristo. Nunca es complaciente ni autosuficiente. Y su percepción esencial es que nuestro significado pleno está más allá de nosotros mismos. La salvación, dentro de esta terminología, es estar en el Camino, estar orientado hacia el poder dinámico de Jesús y ser llevado en él hacia el Padre. La salvación es entrar en el reino de los cielos que está dentro de nosotros.


Uno de los grandes peligros de la peregrinación es que hablamos tanto de ella y nos imaginamos tan hábilmente estar en ella que en realidad no la recorremos, no ponemos un pie delante del otro. Les he hablado de este peligro con suficiente frecuencia. Es la pax perniciosa, mera religiosidad o «flotar en el cuerpo». Todos necesitamos continuamente esa cualidad de la que habla San Pablo en I Tesalonicenses, la cualidad de hippomone, a veces traducida como paciencia, a veces como resistencia, pero mejor aún, me parece, como fortaleza. Esta es la valentía para mantenerse en el Camino con una fidelidad creciente a nuestras meditaciones diarias, momentos en el día en los que dejamos explícitamente todo de lado para entrar en el viaje del Señor con nuestra plena atención.


Fuente: Word Made Flesh. Silence and Stillness in Every Season, página 170

SABIDURIA DIARIA, 13 JUNIO 2025

 


Una de las frases típicas de los monjes del desierto se escucha cuando un monje joven se acerca a un anciano, una madre o un padre espiritual, y le dice: «Dame una palabra que me permita vivir». Encontramos esto a menudo en las «Conferencias de los Padres» que Juan Casiano escribió a principios del siglo V tras dejar Egipto para llevar la sabiduría del desierto, incluyendo la meditación, a Occidente. Llegó a Marsella, no muy lejos de Bonnevaux, y fundó un monasterio compuesto por hombres y mujeres. Su obra ofreció el orden de la sabiduría en una época descontrolada, anárquica y de desintegración social, no muy diferente a la nuestra. Nosotros también necesitamos buscar palabras de sabiduría.

Sabiduría de la degustación, Laurence Freeman OSB

miércoles

RETIRO 2025, WCCM ARGENTINA


 Forma de pago

El costo del retiro es:

- $220000.- Valor por persona habitación compartida (2 personas), a pagar en 4 cuotas de $ 55000.-

- $340000.- Habitación individual - 10 vacantes,  a pagar en 4 cuotas de $ 85000.-

Las 4 cuotas podrán ser distribuidas entre los meses de junio, julio, agosto, septiembre y octubre.

LA VACANTE QUEDA RESERVADA SÓLO CON EL PAGO DE LA PRIMER CUOTA, pudiendo pagar la primera en junio para asegurarse la vacante y las siguientes 3 en los meses que coordinen con la administración.


Quienes por motivos económicos necesiten solicitar una reducción del costo, la misma solicitud deberá ser enviada a wccmargentina@gmail.com, sin excepción, y el equipo coordinador resolverá la manera de distribuir la ayuda posible entre quienes lo pidan. Quienes reciban esta ayuda, se hospedarán en habitación compartida.

martes

SABIDURIA DIARIA, 10 JUNIO 2025


 La prueba de que nuestra meditación nos lleva a algún lado no es cuán alto levitamos, los dones psíquicos que desarrollamos ni las experiencias que podamos tener durante el período de meditación. La verdadera prueba de la meditación es cómo respondemos: "¿Nos estamos convirtiendo en personas más amorosas?". Como con cualquier acto repetido de fe, la meditación profundiza nuestra capacidad de fe y se convierte en una forma de vida. La humanidad se expande al volverse más fiel. La cultura moderna habla mucho sobre el crecimiento humano, pero a menudo pasa por alto que la fe (no la creencia) es la esencia del ser humano. Podemos observar nuestras experiencias y preguntarnos: "¿Será esta una experiencia de crecimiento? ¿Qué voy a aprender con esto?". Mejor sería preguntarnos: ¿esto me hará más fiel?


Sabiduría de la degustación, Laurence Freeman OSB

domingo

UN NUEVO COMIENZO - KIM NATARAJA

 


Me gustaría comenzar este nuevo ciclo de “Enseñanza Semanal” con estas palabras de San Pablo: “Rezo para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre todo glorioso, pueda darte los poderes espirituales de la sabiduría y la visión por las cuales se llega el conocimiento de Él. Rezo para que tus ojos internos se iluminen, para que puedas saber cuál es la esperanza a la que Él te llama».


Hemos escuchado cómo el Abba Moisés explicó a Casiano y a Germano que el objetivo final de la vida espiritual es el Reino de los Cielos. Sabemos por las enseñanzas de Jesús que narra el Evangelio de Marcos (1,15) que el Reino de Dios está dentro de nosotros y entre nosotros. Por lo tanto, se refiere a un estado de conciencia de la Presencia Divina. El camino para llegar allí, como nos dijo Evagrio, se alcanza mediante la purificación de las emociones, observando lo que hay dentro de nosotros y a nuestro alrededor en la vida diaria. De este modo lograremos un “corazón limpio” como lo llama el Abba Moisés.


Sin embargo, el primer paso en nuestro viaje espiritual a ese estado mental es realmente un salto de fe: John Main dice que “la meditación es una forma de fe porque en la meditación tenemos que abandonarnos antes de que el otro aparezca y, además, sin ninguna garantía de que lo hará”. Es una confianza intuitiva de que hay algo más valioso para nosotros que la mera realidad material. En el silencio de la meditación descubrimos que podemos experimentar ese “algo más”, la parte Divina de nuestro ser y nuestro vínculo con toda la Realidad Divina, lo que no pudimos conocer con nuestra mente racional. Laurence Freeman dice en su libro “Los aspectos del amor”: “San Juan dice que Dios nunca ha sido visto. En otras palabras, Dios nunca puede ser un objeto fuera de nosotros mismos. Necesitamos entrar en ese nivel de nuestro ser, el corazón, el espíritu, donde no hay nada fuera de nosotros, donde entendemos que ya estamos en relación, en comunión, con todo lo que es, con Dios». Como dice John Main: “Esta es la razón de nuestra meditación. Estar abierto a la Realidad Divina que está más cerca de nosotros que nosotros mismos».


El segundo paso es continuar el difícil y estrecho camino para “dejarse atrás”. Como sabemos por experiencia, se necesita mucho coraje para abandonar nuestros pensamientos e imágenes, nuestro ‘ego’; para dejar la comodidad de nuestro condicionamiento; para renunciar, aunque sea temporalmente, al sentido de identidad e individualidad que nos hemos forjado en el pensamiento. Sin embargo, nuestro crecimiento siempre depende de nuestra relación con nuestros pensamientos. Es importante recordar que no estamos solos en este viaje. Es un camino de esfuerzo y, también, de gracia. La parte espiritual de nuestro ser, el Cristo que habita dentro de nosotros, está ahí para ayudarnos con las ideas o intuiciones que se nos presentan en el silencio y que crecen cuanto más perseveramos en la disciplina de la meditación.


Permitidme resumir una vez más las diversas formas en que nuestro ego trata de evitar que entremos en el silencio y nos escapemos de su control: en el momento en que comenzamos a meditar, nuestra mente superficial racional, el ego, se pone en marcha e inunda nuestra mente de pensamientos. No somos conscientes de la infinidad de pensamientos que pasan por nuestra mente hasta que no nos sentamos y tratamos de concentrarnos en nuestra palabra de oración. Además, descubrimos que estos pensamientos son tan triviales y superficiales que incluso nos avergonzamos de nosotros mismos. ¡Una lección bastante efectiva de humildad!


Entonces el ego continúa tentándonos a que abandonemos el silencio. Así, escucharemos su voz que nos dirá: «¡menudo aburrimiento, repetir constantemente una palabra!». Y, si eso no nos detiene, surgirá otra idea: «¡no te quedes ahí sentado, haz algo! ¡Leer un libro espiritual sería mucho más productivo! ¿Para qué sigues meditando?”. Y sutilmente nos susurrará: «¿es éste realmente el mantra correcto?». O incluso: «¿es éste el tipo correcto de meditación?». Si aun así permaneces, el ego proyectará tu frustración en estos pensamientos y percibirás tu fracaso en la meditación. Te dirá: «¡un mejor líder de grupo ayudaría!». Si ninguno de estos pensamientos te detiene, surgirá uno muy efectivo: “esto es autocomplaciente. Deberías estar ahí afuera ayudando a otros en lugar de volverte hacia ti mismo. ¡No necesitamos contemplación, necesitamos acción en este mundo!”. Y el ataque final será hacernos creer erróneamente que hemos alcanzado la paz y el silencio prometidos. Ante todas estas amenazas lo que debemos hacer es reconocer esos pensamientos y darnos cuenta de que provienen del ego. Son solo pensamientos, no son la verdad. Sin embargo, estos momentos se entremezclarán con períodos de verdadero silencio que nos animarán a perseverar.


Ya hemos explorado en lecturas anteriores cómo este silencio también puede verse interrumpido por la expresión de emociones que reprimimos en el pasado. Estas emociones pueden surgir en forma de  lágrimas repentinas, sentimientos de irritación, ataques de ira, aburrimiento, sentimientos de aridez e inutilidad. Y en esos momentos es cuando el ego juega su carta triunfal haciendo que te plantees qué sentido tiene meditar si acabas sintiéndote peor.


Estos últimos pensamientos que utiliza el ego para evitar que abandonemos su esfera de influencia son los más difíciles ya que se basan en heridas emocionales causadas por aquellas necesidades de supervivencia no satisfechas, de forma real o percibida, en nuestra infancia. El ego jugará con esa aparente falta de amor en tu infancia diciéndote: “Dios no puede amarte incondicionalmente. ¡No eres digno de amor! Además, ¡el amor incondicional no existe!». Igualmente de poderosa y dañina es la pregunta: «¿No estarás perdiendo el control?», acompañada de «¡no sé si esto es seguro!». Esto nos generará una sensación de que nuestras necesidades de control y seguridad están viéndose comprometidas. Y si esto no fuera suficiente para que abandonemos definitivamente la meditación, pueden surgir pensamientos como: “nadie reza así. ¡Eres el bicho raro!». Y «ésta no es la forma en que mis padres me enseñaron a orar. No puedo ser desleal con ellos».


Pero si somos capaces de perseverar, finalmente, con la guía Divina, la voz del ego se calmará al ser trascendida y es entonces cuando la oración de San Pablo podrá convertirse en una realidad para nosotros: nuestros ojos internos pueden ser iluminados, lo que nos permitirá experimentar la Realidad Divina y, al hacerlo, seremos conscientes de que envuelve a toda la humanidad y a la creación. Así, recordaremos que todos somos hijos de Dios (2 Cor 7) y que «la conciencia que estaba en Cristo también está en nosotros» (Filipenses 2,5).


Kim Nataraja

martes

SABIDURIA DIARIA, 4 JUNIO 2025


 Puede que seas completamente inconsciente de lo que sucede a tu alrededor, totalmente ciego a las necesidades de los demás. O puede que observes esas necesidades pero no les prestes atención. Cuando la consciencia se transforma en atención, y la atención siempre es personal, pasas de una especie de consciencia animal básica a la atención humana, en la que experimentamos compasión y, por lo tanto, conocemos su origen.


Sabiduría de la degustación, Laurence Freeman OSB

domingo

¿QUE HACE QUE NUESTRA MEDITACION SEA CRISTIANA?


 La disciplina de la meditación se encuentra, de una forma u otra, en todas las principales religiones del mundo. En general, es una forma de atención, una forma de enfocar la mente por completo y en un solo punto. Es una forma de despejar la mente de pensamientos superficiales, de modo que nuestro objeto de atención sea primordial en nuestra conciencia y nos lleve más allá del mundo material hacia la Realidad Divina, sea cual sea el nombre que le demos. 


Pero en nuestro mundo moderno, a menudo se utiliza únicamente como técnica de relajación. Las investigaciones han demostrado que la meditación produce importantes efectos fisiológicos en el cuerpo, como la reducción de la frecuencia respiratoria, la presión arterial y la frecuencia cardíaca (la " respuesta de relajación") , al contrarrestar los efectos del estrés. Esta reducción del estrés ayuda no solo con dolencias físicas, sino también con la ansiedad, la depresión e incluso con la tolerancia al dolor. También disminuye el impulso asociado con adicciones de diversos tipos, que a menudo son una forma negativa de intentar reducir el estrés. Pacientes que padecen enfermedades graves, como cardiopatías y cáncer, descubren que esta disminución de la tensión mejora su salud general, su perspectiva mental e incluso parece detener o ralentizar el progreso de la enfermedad.  


Por lo tanto, es perfectamente comprensible que muchos usen la meditación únicamente por sus beneficios para la salud, como una técnica de relajación que altera el cuerpo y la mente. Es maravilloso detener el parloteo incesante de la mente; se siente genial tener un respiro de las preocupaciones, ansiedades, esperanzas y miedos que generalmente nos acosan, para detener la pérdida de energía de una mente que da vueltas y vueltas. Pero eso sería una oportunidad perdida; la meditación es mucho más que sus efectos fisiológicos y emocionales en el cuerpo. Estos son realmente solo un primer paso en el camino hacia la transformación de nuestro ser, hacia la claridad de visión y la consciencia total. Como dijo recientemente Laurence Freeman, en nuestra tradición nos relajamos para meditar, no meditar para relajarnos. Para un practicante serio, relajar el cuerpo se considera solo una preparación, que conduce al verdadero propósito de la meditación: dejar atrás temporalmente nuestra consciencia ordinaria (nuestros pensamientos, imágenes y emociones) y así entrar, en el silencio resultante, en la consciencia superior que reside en el centro de nuestro ser total: nuestro verdadero yo, que es uno con la Presencia Divina. Esta consciencia de una forma diferente de ser transformará nuestra conciencia ordinaria y, por ende, nuestra actitud y comportamiento en la vida diaria. Nos transformará fundamentalmente, pasando de personas que viven en la superficie a seres humanos plenamente vivos. Nos permite alcanzar nuestro máximo potencial, algo que todas las principales religiones y tradiciones de sabiduría fomentan: « Yo he venido para que tengan vida, vida en abundancia» (Evangelio de Juan) .                                                                                                      


John Main dijo: «La razón por la que en la tradición cristiana meditamos es porque creemos que Jesús envió a su Espíritu a morar en nuestros corazones. O, dicho de otro modo: el Espíritu de Dios, el Espíritu del Creador del Universo, mora en nuestros corazones y, en silencio, ama a todos. Meditar es simplemente estar abierto al Espíritu de Amor, el Espíritu de Dios».


Kim Nataraja, 30 mayo 2025