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JOHN MAIN OSB, ESCRITOS Y ENSEÑANZAS


 La oración cristiana tiene la cualidad esencialmente dinámica del misterio de Jesús mismo porque es un encuentro y una entrada en la persona de Jesús, quien es el camino hacia el Padre. La peregrinación cristiana es un giro, una conversión, un seguimiento de Cristo y un viaje con Cristo. Nunca es complaciente ni autosuficiente. Y su percepción esencial es que nuestro significado pleno está más allá de nosotros mismos. La salvación, dentro de esta terminología, es estar en el Camino, estar orientado hacia el poder dinámico de Jesús y ser llevado en él hacia el Padre. La salvación es entrar en el reino de los cielos que está dentro de nosotros.


Uno de los grandes peligros de la peregrinación es que hablamos tanto de ella y nos imaginamos tan hábilmente estar en ella que en realidad no la recorremos, no ponemos un pie delante del otro. Les he hablado de este peligro con suficiente frecuencia. Es la pax perniciosa, mera religiosidad o «flotar en el cuerpo». Todos necesitamos continuamente esa cualidad de la que habla San Pablo en I Tesalonicenses, la cualidad de hippomone, a veces traducida como paciencia, a veces como resistencia, pero mejor aún, me parece, como fortaleza. Esta es la valentía para mantenerse en el Camino con una fidelidad creciente a nuestras meditaciones diarias, momentos en el día en los que dejamos explícitamente todo de lado para entrar en el viaje del Señor con nuestra plena atención.


Fuente: Word Made Flesh. Silence and Stillness in Every Season, página 170

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