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PAZ INTERIOR

 


“Queridos amigos”. Extracto de “Noticias Internacionales”. Escrito de Laurence Freeman OSB (Invierno 2001).


Es difícil encontrar la paz interior en tiempos de conflicto y miedo. Nos resulta complicado estar sentados en quietud cuando nuestra mente y nuestras emociones se encuentran agitadas. Es muy fácil entonces renunciar a la meditación, pero es precisamente en esos momentos cuando más necesaria se hace. Podría ayudarnos ver la meditación no solo como algo para nuestro beneficio. Si así fuera, no seríamos más que consumidores de religión. El significado de la contemplación se encuentra en sus frutos, especialmente en los del amor y el servicio a los demás. Cuando tenemos paz interior nos dirigimos a los otros con compasión. Toda falta de apertura hacia el otro se convierte en objeto de deseo, en ira y en competitividad de nuestro ego. Dios es el amor que expulsa el miedo hacia nuestro prójimo porque, cuando verdaderamente hemos descubierto ese amor en nuestro interior, ya no podemos hacer daño.


La paz no se alcanza erradicando y destruyendo el mal. Cuando nos hacemos conscientes de nuestros vicios —ira, orgullo, avaricia, lujuria— el intento por eliminarlos rápidamente degenera en odio hacia uno mismo. En lugar de esforzarnos por destruir nuestras faltas y defectos debemos trabajar pacientemente en desarrollar las virtudes —un trabajo mucho más lento y menos radical pero mucho más efectivo—.


El primer paso en el desarrollo de la virtud que eventualmente dominará sobre el vicio es germinar la principal virtud de la oración profunda. A través del ritmo silencioso de la oración, la sabiduría penetra lentamente en nuestra mente y en nuestro mundo. Es el poder universal que extrae el bien en lugar del mal. Como dice el Libro de la Sabiduría, “la esperanza para la salvación del mundo yace en un mayor número de personas sabias”. El sabio conoce la diferencia entre el conocerse a uno mismo y el estar obcecado con uno mismo; entre el desapego y la dureza de corazón; entre la corrección y la crueldad. No existen reglas para la sabiduría. Las reglas nunca son universales. Pero la virtud sí.


Carla Cooper

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