martes

EXTRACTO DE "QUERIDOS AMIGOS"

 Laurence Freeman OSB, del Boletín Internacional de la WCCM (Diciembre 2007).



En esta época de estrés y ansiedad en la que vivimos la presión del tiempo nos afecta enormemente. Si no le damos un verdadero significado, la insoportable carga del tiempo y, paradójicamente, la rapidez con la que desaparece, se convierten en una crucifixión sin resurrección.

Quizá ésta sea la causa del aumento de enfermedades mentales en nuestra sociedad moderna. La meditación transforma nuestra construcción mental del pasado y del futuro al profundizar en la experiencia del momento presente, el significado esencial de la contemplación: el simple disfrute de la verdad.

La muerte nos conduce a una mayor experiencia de la realidad. Cada valioso momento es entonces saboreado y compartido con sorpresa y alegría. Los amantes que se enfrentan a la muerte disfrutan cada momento que les queda sin contar los segundos. El momento presente no se puede medir. Esto también es liberarse de los límites. ¿Cómo podemos describir el momento presente si no es con referencia al tiempo? No podemos. Igualmente no es posible hablar de la Palabra sin utilizar palabras. Sin embargo, el momento presente no está separado de lo que imaginamos como pasado y futuro. Contiene el tiempo. Podríamos decir que el momento presente se experimenta justo cuando dejamos de contar o ver cómo transcurren los segundos. Despertamos cuando realmente somos conscientes de que el presente es literalmente cada momento, de manera sucesiva, de forma que no se rompa esta sucesión, que no nos perdamos ni nos distraigamos en ningún momento. Se trata de estar completamente despierto a todo. Aquí y ahora.

Y ésta es la última paradoja: ¿cómo pueden coexistir el tiempo y la eternidad? Sin embargo, la meditación nos muestra que podemos vivir en el eterno ahora mientras escribimos informes sobre las reuniones de ayer o planificamos reuniones para mañana.

Esta transformación puede suceder mientras dormimos. Así, puede entenderse por qué la tradición védica considera de forma dramática que este mundo es una mera ilusión, sólo un mundo de sueños del cual despertaremos, como si estuviéramos viendo una película en la pantalla y, al finalizar, se encienden las luces y se apaga el proyector. El Padre John Main y la tradición cristiana no están de acuerdo con esta forma de expresarlo porque le resta valor al misterio de la Encarnación y a la experiencia del amor humano durante cada uno de los días del peregrinaje por la vida.

Sin embargo, efectivamente, a la luz del momento presente gran parte de nuestros pensamientos se revelan ilusorios y logramos liberarnos de ansiedades, miedos y frustraciones. John Main no minusvalora la purificación de la mente que tiene que producirse primeramente.

También esto debemos entenderlo y te engañaría seriamente si no te lo dijera de forma clara: la purificación que lleva a esa pureza de corazón que nos conduce a la Presencia dentro de nosotros es un fuego que consume. Y con la meditación entramos en ese fuego. Es un fuego que abrasa todo aquello que no es real, todo lo que no es verdadero, todo lo que no es amor. Pero no tenemos que temer al fuego. Al contrario, debemos tener absoluta confianza en este fuego porque es el fuego del amor. Es más -y este es el gran misterio de nuestra fe- el fuego mismo es el Amor.

Pronuncia tu mantra. Si lo decimos, realmente no podremos estar en ningún otro lugar que en el aquí y ahora.

Carla Cooper

Traducido por WCCM España 

lunes

LEYENDO LOS EVANGELIOS

 



Orígenes de Alejandría (año 185), considerado uno de los Padres de la Iglesia oriental, fue nombrado Jefe de la Escuela Catequética de Alejandría a la edad de 17 años. Recibió una exquisita educación en sabiduría griega, judía y cristiana y se caracterizó por su gran erudición y su talento como maestro. En su obra más importante, “Sobre los principios”, describe de forma metódica como realizar una lectura pausada, profunda y atenta de las Escrituras.

Enfatiza en que hay cuatro niveles de lectura de las Escrituras. El primer nivel sería el de quedarnos en el significado literal del texto, es decir, concentrándonos en el contexto superficial. Aunque considera este nivel de lectura valioso en sí mismo, Orígenes insiste en que debemos ir más allá de la superficialidad y adentrarnos en una comprensión moral de lo leído. Y en un nivel más avanzado, nos anima a descubrir el significado metafórico del texto. Esta lectura nos llevaría a un nivel aún más profundo en el que nos enfrentaríamos directamente con la esencia, el espíritu del texto. Esta forma de relacionarse con las Escrituras llegó a denominarse –desde Orígenes- como la disciplina de la “Lectio Divina”.  

Según Orígenes, el verdadero sentido de este nivel profundo de lectura del Evangelio puede llevarnos a ideas súbitas: de hecho, puede conducirnos al encuentro con Cristo resucitado, con la Palabra, a una experiencia verdaderamente mística. Indudablemente, este “encuentro” o experiencia mística tiene un profundo efecto en la persona pues transforma su visión de la realidad. A través de esta experiencia sabremos quién es realmente Jesús y cuál es el sentido que tiene para nosotros y para toda la humanidad. Lo que leemos no sólo nos ayuda a comprender la naturaleza esencial de Jesús, sino que aquello que nos resuena interiormente también nos hace conscientes de nuestra propia naturaleza esencial. Por ello, la verdadera comprensión de las Escrituras conduce a la comunión con nuestro verdadero ser y con el Cristo que habita en nuestro interior.

En la tradición benedictina hubo un claro compromiso con este tipo de lectura del Evangelio. Primeramente se realizaba la “Lectio”. En tiempos de San Benito, la lectio consistía en escuchar un texto leído durante los servicios: pues no todos los monjes o monjas sabían leer. Después se realizaba la “Meditatio” en silencio. Por eso se consideraba que cada persona saboreaba el texto en su propio tiempo. En el transcurso de la meditatio, la persona podía sentir una resonancia especial con alguna frase o palabra concreta que daría como resultado una oración espontánea u “Oratio”. Y esta experiencia, a su vez, podría conducir a una profunda contemplación silenciosa de oración.

Esta disciplina es tan válida actualmente para nosotros como lo ha sido en épocas anteriores. A menudo, la práctica de la meditación nos permite leer las Escrituras de una manera profunda y ello, a su vez, nos conduce a un mayor autoconocimiento, al conocimiento de Cristo y como consecuencia, a una oración más profunda que transforma nuestras vidas. Laurence Freeman escribe en su libro “Jesús, el Maestro Interior”: ”Por meditación me refiero no sólo al trabajo de la oración pura, sino al autoconocimiento de todos los aspectos de la vida al que nos conduce”.

Sólo cuando sabemos quiénes somos realmente, hijos de Dios, podemos experimentar en el profundo silencio interior quién es Cristo, quién es Dios.

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

sábado

MENSAJES DE LAURENCE FREEMAN (ARCHIVO)

 En el atardecer del domingo, luego de la Conferencia Nacional Italiana, me encontraba caminando por Roma. Una luz dorada bañaba todo, visitantes, locales, inmigrantes, hombres disfrazados de centuriones para que los turistas los fotografiaran. La misma luz lavaba las paredes descascaradas que mostraban muchas capas del pasado, remanentes de los pilares de orgullosos templos y foros imperiales, humildes Iglesias del siglo IV, el Castillo Sant’Angelo, la fortaleza medieval con su ruta de escape de emergencia hacia el Vaticano para los asediados papas Medici, y los Pizza Hut, los mostradores de Gucci y las tiendas de recuerdos y un vendedor callejero que me cobró 4 euros por una bolsa de frutos secos.

Cuya luz brilla sobre buenos y malos.

Cuando sentimos que estamos incluidos en la danza del ser en la que nada ni nadie es intencionalmente excluido, experimentamos paz. Incluso en el sufrimiento y la injusticia, cuando nada es excluido, la paz puede prevalecer. Es una paz más allá del entendimiento, no como la entiende el mundo.


Las imágenes recientes de asesinatos de civiles en Ucrania fueron un gélido y nauseabundo shock para mí y para muchos hombres y mujeres y los desafortunados niños que tienen que saber que esas imágenes no son de una película. Las personas reales son capaces de hacer eso. La pregunta llega con rapidez: ¿cómo podemos incluir este tipo de comportamiento inhumano y las personas que lo llevan a cabo en la realidad unificada que es bañada por la imparcial y equitativa luz de Dios?

¿Porque es la misma realidad en la que un hombre inocente con Dios pudo ser acusado en falso, juzgado y sentenciado falsamente y solo verdaderamente sometido a una tortura mortal? En lo alto de la pared en una celda de las habitaciones de operaciones del Dr. Mengele en Auschwitz, vi un dibujo grabado de Cristo en la Cruz. Era el principio de la respuesta a la pregunta “¿dónde estaba Dios cuando se cometían estas atrocidades?”

La realidad no es fríamente objetiva. Nunca puede ser mejor comunicada que a través de la compasión. La verdad no es matemática. Cuando se enciende sobre todas las formas de falsedad terminan siendo expuestas y disueltas.

Jesús dijo que su Padre era como la luz del sol que brilla sobre buenos y malos por igual. No dijo que el bien y el mal reaccionan a la luz de la misma manera.

La meditación hoy en día tiene el potencial de ser la ola que traiga paz a nuestro mundo, ya que nos convence de la unidad total y compasiva de la realidad.

Laurence Freeman OSB, Cuaresma 2022

viernes

EL MISTERIO DEL TIEMPO

 

Creo que, definitivamente, debemos abandonar toda forma de pensamiento –incluso los pensamientos relativos a la Trinidad o a la Encarnación-. Todos ellos pertenecen al mundo de los símbolos, son manifestaciones de Dios creadas por el pensamiento humano. Dios mismo, la Verdad misma, están más allá de cualquier forma de pensamiento” (Bede Griffiths OSB).


La Realidad Divina no sólo está más allá de todo pensamiento, sino que está fuera de nuestro sentido del tiempo, según dijo Clemente de Alejandría (siglo II). Algunas veces, durante la meditación, experimentamos el tiempo de una forma diferente. Puede ocurrir que un meditador pregunte al grupo semanal cuando termina la sesión: “¿realmente hemos estado meditando media hora?”.

En lecturas anteriores veíamos cómo la Dra. Shanida Nataraja explicaba el efecto que tiene la meditación sobre los circuitos cerebrales y cómo la atención plena llega a desconectar nuestro sentido habitual del tiempo y del espacio: los límites del tiempo y del espacio se diluyen y surge una sensación de atemporalidad y de conexión con todo.

Cuando salimos de la meditación nuestra mente retoma la percepción y reaparece nuestro sentido del tiempo. Pero, ¿qué es el tiempo? Esta pregunta ha interesado a muchos sabios y místicos a lo largo de la historia. Y todos ellos han coincidido en considerar el tiempo, el pasado y el futuro, como un producto de nuestra mente racional. El tiempo no es una cualidad integral que permanezca en el Universo como un todo. Einstein mostró claramente con sus teorías la relatividad del tiempo. San Agustín en el siglo IV nos planteaba el problema de una forma precisa: “¿Qué es el tiempo? Y, ¿qué existe realmente del pasado y del futuro? ¿En qué sentido son constructivos reales si el pasado ya no existe y el futuro aún no existe? En cuanto al presente, si siempre estuviera presente y nunca se hiciera pasado, no sería tiempo en absoluto, sería la eternidad” (Libro XI 17 de las Confesiones de San Agustín).

El único momento que tiene existencia real es el presente: “Hay tres momentos o tiempos: el presente de las cosas pasadas, el presente de las cosas presentes y el presente de las cosas futuras: memoria, atención y expectación” (Libro XI 26 de las Confesiones de San Agustín).

La atención es la cualidad que refiere San Agustín como relacionada con el “presente de las cosas presentes”. La atención en nuestro mantra mantiene nuestra mente en el momento presente. Dejamos ir los pensamientos que forman el pasado, nuestros recuerdos. Los recuerdos son sólo nuestra percepción actual de lo pasado. No son necesariamente imágenes de lo que sucedió realmente, sólo de lo que pensamos que sucedió o de lo que deseamos que hubiera sucedido. Además, proyectamos hacia el futuro nuestras expectativas, nuestros deseos, nuestras esperanzas y nuestros miedos. Y tampoco esto existe en la realidad, sólo son nuestros pensamientos, ilusiones y engaños.

Por ello, donde únicamente somos reales es en el momento presente. Sólo en el momento presente la Realidad Divina intemporal se cruza con el “tiempo” del ser humano.

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

jueves

JOHN MAIN OSB, ESCRITOS Y ENSEÑANZAS

 Si quieres meditar, lo primero que tienes que hacer es tomarte esta práctica en serio. Sin solemnidad. Pero con seriedad. Al ver con seriedad esta invitación llegaras a la actualización más profunda y personal de tu potencial.

Si quiere aprender a meditar, tienes que reservar tiempo todos los días de tu vida. Idealmente, deberías apartar un espacio cada mañana y cada tarde. La meditación matutina fija el tono para el resto del día y te preparar para seguir en tu peregrinaje sabiendo donde te encuentras. La meditación vespertina integra las actividades del día y la unifica a través de tu concentración. Así, pues, es de comprender la inmensa importancia de la disciplina diaria.

No puede realizar este viaje observando las realidades espirituales desde lejos. Tienes que entrar. Tienes que saborear y ver. El tiempo que os recomiendo para meditar es un mínimo de 20 minutos, y uno óptimo de media hora, cada mañana y cada tarde


NT - Hace años subí al Kilimanjaro con mi hijo para celebrar su fin de carrera. En el viaje, descubrí que el Kilimanjaro no se puede subir por mera fuerza de voluntad. Subes cuando la montaña te lo permite y adecuas tu ritmo y respiración. Conseguí hacer cima adecuándome a lo que me iba pidiendo la montaña.

Igual en la meditación. Recorreremos camino al adecuarnos al terreno según nuestras posibilidades. Un pasito. Otro. Un descanso. De vuelta con otro paso. Ir dando pasos según vayáis pudiendo … sin caer en la pereza. Entonces el motor se cala.

No os desaniméis. Poco a poco, con perseverancia, haréis cima.

Fuente: Word Made Flesh. Silence and Stillness in Every Season, página 13.

Traducido por WCCM España

miércoles

"LLAMADOS A LA PLENITUD DE LA VIDA"

 Extracto de MOMENTO DE CRISTO de John Main OSB, (Nueva York: Continuum, 1998), págs. 110-111.


Una de las cosas que aprendemos en la meditación es la prioridad que tiene el ser sobre la acción.  De hecho, ninguna acción tiene significado, o tiene un significado profundo, a menos que brote del ser, de la profundidad de nuestro propio ser.

Por esto la meditación es un camino que nos conduce lejos de la superficialidad hacia la profundidad. Aprender a ser significa aprender a comenzar a vivir en la plenitud de la vida. Esa es nuestra invitación. Es aprender a ser personas plenas. El misterio de la revelación cristiana es que, a medida que vivimos plenamente nuestras vidas, vivimos las consecuencias eternas de nuestra propia creación. De este modo, ya no vivimos más como si estuviéramos agotando una cantidad de vida limitada que recibimos al nacer. Lo que sabemos de las enseñanzas de Jesús es que llegamos a estar infinitamente colmados de vida cuando somos uno con la fuente de nuestro ser, nuestro Creador, el que se describe a sí mismo como “Yo Soy”.

El arte de vivir, de vivir nuestras vidas como seres humanos plenos, es el arte de vivir la eterna novedad de nuestro origen y de vivir plenamente desde nuestro centro, desde nuestro espíritu que nace de la mano creadora de Dios. Lo terrible de la vida moderna y materialista es que puede llegar a ser tan superficial que no nos permita el reconocimiento serio de las profundidades y las posibilidades que existen para cada uno de nosotros con sólo tomarnos un tiempo para comprometernos en la disciplina de la meditación.

En la tradición cristiana somos llevados a esta fuente de nuestro ser por un guía y este guía es Jesús, el hombre plenamente realizado, la persona totalmente abierta a Dios. Cuando meditamos cada día, es posible que no reconozcamos a nuestro guía porque el viaje del cristiano es siempre un viaje de fe. Sin embargo, a medida que nos aproximamos al centro de nuestro ser, según entramos en nuestro corazón, encontramos el recibimiento de nuestro guía, somos recibidos por quien nos ha conducido allí. Nos da la bienvenida a la persona que cada uno de nosotros está llamado a ser, en la plenitud personal del ser. Los frutos de la meditación son precisamente esta plenitud de vida: armonía, unidad y energía; una energía divina que encontramos en nuestro propio corazón, en nuestro propio espíritu. Esa energía es la energía de toda la creación. Como nos dice Jesús, esa energía es Amor.

Carla Cooper

Traducido por WCCM España

 

GRUPO PRESENCIAL. PCIA. DE CORDOBA

 


domingo

GRUPO VIRTUAL, PCIA. DE CORDOBA


 

LOS FRUTOS DE LA MEDITACION

 En nuestras mentes, a menudo reducimos la meta y el propósito de la meditación a una forma de relajar nuestro yo superficial y lidiar con nuestras vidas estresantes. La atención enfocada en el mantra realmente hace exactamente eso. ¡Y eso también es bueno!


Pero la meditación como disciplina espiritual, como oración, es mucho más que eso. Se trata de ser transformados en la persona que Dios necesita que seamos integrando la sabiduría de nuestro ser más profundo con las capacidades del ego. Al silenciar los pensamientos diarios de nuestro ser superficial y centrar nuestra atención en Dios, nos abrimos a la obra del amor de Dios en el "centro" de nuestro ser. Nuestro mantra, 'Maranatha', se convierte así en un poderoso llamado de amor. La respuesta a esta llamada, sus efectos, son un cambio total de vida: nos hacen conscientes de la dimensión espiritual, y esa experiencia añade a su vez una dimensión contemplativa a nuestra forma de ser y de vivir.Gal 5,22: amor, gozo, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza. Estas no son cualidades que podamos lograr con esfuerzo personal en la vida diaria, pero son signos de lo que el Señor ya ha realizado en nosotros.

“Es mi creencia personal que la meditación puede agregar una dimensión increíblemente rica a la vida…. la meditación es el gran poder integrador en nuestras vidas, dando profundidad y perspectiva a todo lo que uno es y todo lo que uno hace…. porque estamos comenzando a vivir en el poder del amor de Dios… presente en nuestros corazones en toda su inmensidad, en toda su sencillez, en el Espíritu de Jesús.” (John Main)

Esto seguramente no significa evaluar la meditación de uno en base a las preguntas: “¿Estoy más relajado? ¿Soy más paciente? Esto es pensar en la meditación en términos del 'ego', del yo superficial, en términos de 'resultados'. Por el contrario, lo que estamos tratando de hacer al enfocarnos en el mantra es dejar ir el ego y sus preocupaciones, especialmente su necesidad de estima ante los ojos de los demás. Estamos aprendiendo a " olvidarnos de nosotros mismos ". Necesitamos olvidarnos temporalmente de nuestro ser superficial para darnos cuenta de que somos mucho más que eso.

“En la meditación tratamos de desmantelar las barreras que hemos creado a nuestro alrededor, aislándonos de la conciencia de la presencia de Jesús en nuestros corazones…. habiendo entrado en la conciencia humana de Jesús, comenzamos a ver como él ve, a amar como él ama, a comprender como él comprende ya perdonar como él perdona. (John Main 'El hambre de profundidad y significado')

El grupo de meditación semanal juega un papel importante en esta transformación, como siempre lo ha enfatizado John Main. Al reunirnos y orar juntos semanalmente, nos animamos y apoyamos unos a otros, creando comunidad y conexión, que refleja el amor a uno mismo, el amor al prójimo, el amor a Dios como una sola realidad.

Kim Nataraja - Wccm Italia


GRUPOS PRESENCIALES



 

sábado

GRUPOS EN LINEA

 


LA RUINA DEL DESAMOR

La nueva santidad ) nos permite vislumbrar el proceso de reforma que emerge cuando las viejas estructuras se derrumban. Genera confianza para enfrentar el poder negativo de la oscuridad como vemos, no solo su capacidad para crear caos, sino, lo que es más importante, la superficialidad y la falsedad inherentes: la negación flagrante de la verdad, el ojo por ojo y la política del diente por el diente que daña la justicia, la deshonestidad de la prosperidad-predicación que blasfema contra lo que es Santo.



¿Qué nos permite comprometernos en el camino de la verdad y renovar el don de nosotros mismos? ¿Cómo podemos comenzar un buen trabajo y lograr evitar que el ego lo haga cambiar de dirección? Descubriendo la verdadera naturaleza del amor. No podemos encontrarlo sin adentrarnos en el desierto de la soledad, renunciando a la posesividad y venciendo el aislamiento. Con el tiempo este es el trabajo de la contemplación que nos lleva, a través del fracaso, a la humildad. [...] La meditación restituye la sabiduría perdida del vínculo entre la ascesis -la práctica de la disciplina de la atención hacia el otro- y el amor. Este es el acorde que habíamos perdido en la música de la humanidad y que debemos recuperar. De manera muy sencilla y directa aprender a meditar nos enseña que para encontrar necesitamos perder. 


Para conocer la verdad, que nos libera del engaño, debemos vernos a nosotros mismos en los demás y a los otros en nosotros mismos. Jesús repite que no hay nada que temer en esto. Incluso Rumi entendió esto cuando escribió: "En la ruina del dolor insoportable, yace el diamante de la pasión divina que puede resucitar a los muertos". 



Extracto de "Queridos amigos" de Laurence Freeman OSB en el boletín Meditatio de enero de 2020 en wccm.org, página 5 

jueves

LA AVENTURA DE DESCUBRIR QUIENES SOMOS

 Si en vez de llamarnos por nuestro nombre, nos llamáramos de otra manera, ¿seguiríamos siendo nosotros? ¿Si viviéramos en otro sitio? ¿Si tuviéramos otra profesión?... ¿Qué es lo que hace que sigamos siendo yo, a pesar de las posibles variables? ¿Qué significa ser yo?


Según el psicoterapeuta y ensayista suizo K. Gustav Jung, el yo es el centro interior del ser humano que incluye lo consciente y lo inconsciente, y le corresponde simplemente ser, ser auténticamente, estar en el centro. Pero el Yo ha de convivir con el ego, el núcleo consciente de la persona, al que le corresponde presentarse, brillar hacia fuera, vivir sus propias necesidades y situarse en el centro. Existe pues una no pequeña diferencia entre 'estar' y 'situarse' en el centro.

Del ego provienen las denominaciones egoísmo, egolatría, egocentrismo, etc. Una retahíla de términos que tienen mucho que ver con la mala relación con los demás, la prepotencia, la manipulación, el confundir nuestros pensamientos con la verdad absoluta, el afán de imponer nuestra forma de ver las cosas…

Pero, en sí mismo, el ego no es algo repudiable; está en buena parte constituido por el conjunto de papeles que nos ha tocado representar en «el gran teatro del mundo», para los que nos hemos revestido con distintos 'disfraces' que pudieran adecuarse a cada uno de ellos.

El ego forma parte de nosotros, constituye el soporte de nuestra personalidad: nos presentamos como ingenieros/as, pedagogos/as, médicos/as, etcétera; resaltamos nuestros méritos acumulados cuando vemos atacado nuestro prestigio o consideramos oportuno el reconocimiento de nuestra valía, etc. Y en realidad, todo eso nos pertenece, pero no constituye nuestro verdadero ser.

Cuando observamos nuestro pasado, en relación con el presente, caemos en la cuenta de que han cambiado muchas cosas en cada uno de nosotros: aspecto físico, capacidades físicas e intelectuales, intereses, aficiones, etcétera, pero permanece algo que nos hace conscientes de seguir siendo los mismos.

Yo soy yo y mis circunstancias, decía Ortega; y ese yo, a diferencia de nuestras circunstancias, es lo que permanece vivo, mientras aquellas cambian o desaparecen.

Por el contrario, el ego no tiene vida propia; es algo que se 'pega' al yo para poder participar de su vida porque 'sabe' que no va a sobrevivir a éste, que va a morir cuando desaparezca nuestra dimensión humana en este mundo, que diría Teilhard de Chardin. Por eso necesita nutrirse continuamente de los subterfugios poder, tener y fama, para hacerse con ello la ilusión fatua de participar en la inmortalidad del yo.

Pero no carguemos al ego de culpas que no le pertenecen. Los papeles que nos han tocado en esta vida hemos de representarlos con profesionalidad y honestamente. Lo que nos trae dificultades, insatisfacción e infelicidad es la identificación con nuestro ego que puede haberse situado en el centro, porque entonces habríamos suplantado a nuestro yo por el papel que estoy desempeñando.

Comentando las parábolas del tesoro escondido y la perla preciosa, como imágenes que representan al yo, nos viene a decir algo el benedictino Anselm Grün que puede ayudarnos a entender la aventura que venimos considerando: el tesoro y la perla son imágenes que representan el verdadero yo.

El tesoro está enterrado en el campo. Debemos llegar a lo profundo de la tierra, para encontrarlo allí: cavar en el campo de nuestras almas, y también en lo corporal de nuestro ser humano porque en nuestro cuerpo se expresa nuestro yo. Si alguien ha llegado a ser él mismo, podemos comprobarlo en su porte y en su forma de comunicarse con los demás.

La imagen de la perla preciosa, por la cual un comerciante vende sus posesiones para poder comprarla, al igual que en el caso del tesoro, nos muestra otro camino hacia el yo verdadero. La perla crece en las heridas de la ostra. Se trata precisamente de descubrir las perlas en las heridas de la propia historia de vida porque ese es nuestro verdadero yo, sabiendo además que, si hemos descubierto la perla, la herida deja de doler.

Qué importante debe ser descubrir nuestro verdadero yo, quiénes somos, cuando la conducta más inteligente que sugieren estas parábolas es vender todo lo que tenemos para poder 'comprar' lo que acabamos de descubrir.

Ya en el siglo IV a. C., decía Sócrates: conócete a ti mismo y conocerás el universo y los dioses. Una gran aventura que tenemos al alcance de la mano.

Ignacio Gallego

Coordinador de Wccm Sevilla (España)

Revista ABC Sevilla

GRUPOS EN LINEA


 

martes

JOHN MAIN OSB, ESCRITOS Y ENSEÑANZAS


 La meditación ofrece una vía para llegar a tu propio centro, a la base de tu propio ser, y poder permanecer ahí mismo – en quietud, en silencio, con atención. La meditación, en esencia, es un camino para aprender a despertar, a estar plenamente vivos. El camino a este despertar es el silencio y la quietud.

Este camino representa todo un reto para las personas de nuestros tiempos porque tenemos muy poca experiencia de permanecer en el silencio. El silencio pudiera aparecer como terriblemente amenazador en la sociedad interconectada en la que vivimos. Nos falta acostumbrarnos al silencio. Por esta razón, el camino de la meditación es un camino en el que aprendemos a repetir una breve palabra interiormente, en nuestros corazones.

Tenemos que llegar a aprender no tanto a crear silencio sino a darnos cuenta de que el silencio ya está dentro de nosotros. Lo que tenemos que hacer es entrar en el silencio. Ser silenciosos. Ser el silencio. El propósito y el reto de la meditación son permitirnos entrar en el silencio para que este silencio interior emerja. El silencio es el lenguaje del espíritu.

Aprendiendo a recitar tu mantra, aprendiendo a recitar tu palabra, dejando atrás todas otras palabras, ideas, imaginación y fantasías vamos aprendiendo a entrar en la presencia del espíritu que habita en nuestro corazón interior, que habita ahí en amor. El Espíritu de Dios mora en nuestros corazones en silencio. Y, con humildad y fe, hemos de entrar en esa presencia silenciosa.

El objetivo primordial de la meditación Cristiana es permitir que la presencia misteriosa y silenciosa de Dios que nos habita sea cada vez la realidad de nuestras vidas, la realidad que da significado, forma, y propósito a todo lo que hacemos, a todo lo que somos.

Fuente: Word Made Flesh. Silence and Stillness in Every Season, página 2.

Traducido por WCCM España

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lunes

GRUPO PRESENCIAL ZONA NORTE GBA


 

MAS ALLÁ DEL PENSAMIENTO

 La experiencia del Cristo resucitado que tuvo San Pablo refleja la experiencia que nosotros tenemos de Él en el profundo silencio de la meditación. “Él es una presencia real, una presencia resucitada que se encuentra en lo profundo de la experiencia personal del discípulo, del nuevo creyente” (Laurence Freeman).


Sin embargo, con frecuencia, cuando comenzamos a experimentar esta presencia silenciosa, nos causa miedo y damos marcha atrás. Al abandonar nuestros pensamientos estamos “dejando atrás el ego”, como Jesús nos pide que hagamos. Pero abandonar nuestra identidad del yo, nos hace sentir muy incómodos: el ego, a punto de ser abandonado, se siente amenazado y nos invade con un fuerte sentimiento de soledad y aislamiento. Nos hace sentir que estamos entrando en un amenazante abismo, el vacío. Nosotros, nuestros egos, se sienten totalmente fuera de control. Y sin embargo, esto es precisamente lo que debe suceder. Necesitamos entrar en la “Nube del No Saber” como lo llamó un místico inglés del siglo XIV.

Sólo cuando abandonamos el ego -la superficie de pensamiento de nuestro ser- podremos experimentar quiénes somos realmente y quién es verdaderamente Dios. Y así, cuando somos capaces de lanzarnos, en lugar del sentimiento de soledad y aislamiento con el que nos llenaba el ego, nos sentiremos amorosamente abrazados por todo y por todos. El amenazante vacío se convierte en una plenitud amorosa interconectada.  

Tenemos que aceptar que no podemos captar nuestro verdadero ser o el de Dios a través de la mente racional, con palabras e imágenes: “Él/Ella está más allá de todo discurso, más allá de todo concepto o pensamiento. Él/Ella está por encima del espacio y del tiempo. Una vez eliminado todo esto, lo que te queda es la noción del puro ser y eso es lo más cerca de Dios que podrás llegar a estar” (Clemente de Alejandría, Siglo II).

Esa sensación de sentirse amado y protegido, en una red formada por todos los seres, es algo que sólo puede experimentarse. Al prestar toda nuestra atención al mantra, al centrarnos en nuestra palabra, y como hemos visto en las lecturas anteriores, apagamos nuestros pensamientos y comenzamos a percibir y a conocer la realidad de un modo diferente.

En investigaciones con niños se ha demostrado que esta forma de conocimiento está presente en el cerebro humano desde el nacimiento: “Los estudios de electroencefalogramas de niños menores de 2 años muestran que sus cerebros funcionan permanentemente en modo “alfa” –el estado de conciencia alterada en un adulto- en lugar de hacerlo en el modo “beta” de la conciencia madura ordinaria” (Lynne Taggart "The Field"). Por tanto, al meditar podemos regresar conscientemente a una forma de percepción que en nuestra infancia era instintiva e inconsciente.

Este dejar ir el ego lleno de pensamientos no es, por lo tanto, una entrada en el olvido, ni en la no existencia. No perdemos nuestra individualidad: "No hay duda de que el individuo pierde todo sentido de separación del Uno y experimenta una unidad total, pero eso no significa que el individuo deje de existir. Así como cada elemento en la naturaleza es un reflejo único de la Realidad única, así cada ser humano es un centro único de conciencia en la conciencia universal" (Bede Griffiths). Es importante recordar que la palabra “individuo” etimológicamente significa “indivisible”. Es decir, se consideraba que un individuo era una persona o cosa objetivable en relación con el todo al que pertenecía. El conjunto definía al individuo porque el individuo era indivisible de él" (Laurence Freeman, "Jesús, el Maestro en el interior").

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

 

GRUPOS EN LINEA


 

 Extracto de "Queridos amigos", de Laurence Freeman OSB (Boletín de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana, vol. 32, No. 3, septiembre de 2008, p. 4.).


Cuando la fuerza de la fe se libera en nosotros, nos impulsa a experimentar la realidad más allá de las palabras, más allá de las imágenes y los pensamientos. Entonces descubrimos que los filtros de las metáforas, por muy útiles y necesarios que puedan ser en un nivel de conocimiento, también deben ser eliminados para que crezca la fe.

Como cuestión universal del hombre, o crecemos en la fe o ésta se marchita y muere. La fe contiene el anhelo eterno que todos tenemos de ver la realidad tal cual es. “Hermanos y hermanas” –dijo San Juan- “no sabemos a qué nos parecemos, pero sí sabemos que cuando se nos aparezca Cristo, seremos como Él, porque le veremos tal como es en realidad. Igual que Él es puro, todos los que comprendan esta esperanza se purificarán” (1 Juan 3, 2-3). Ver a Dios es llegar a ser como Él. La pureza es la condición para alcanzar esta visión. En la religión donde la fe se restringe a creencias o rituales, la pureza significa añadir más filtros interponiendo así un mayor número de capas intermedias. Sin embargo, en el corazón de toda religión está el conocimiento místico indestructible de que en la pureza última del espíritu se logra la total visión de la realidad, sin filtros ni capas intermedias. La mayoría de nosotros jamás alcanzaremos esta visión plena, pero la intuición de que esto es así, forma parte de la profunda naturaleza de la fe.

Ver la realidad tal como es, o al menos liberarse progresivamente de algunos filtros, es un gran acto de fe. Expresa la verdadera cara de la fe porque nuestro apego a las creencias y ritos de nuestra tradición (más que las creencias y ritos en sí mismos) nos proporciona una falsa seguridad. Y es por ello por lo que muchas personas profundamente religiosas sienten rechazo por la meditación, ya que les parece que (y de hecho es lo que hace) socava los límites de seguridad que protegen nuestra visión del mundo y nuestro sentido de creernos diferentes y superiores a los demás.

Sin embargo, el camino de la fe no es el de adherirse de forma obstinada a un determinado punto de vista, ni a los sistemas de creencias o ritos tradicionales que lo expresan. Eso sería simplemente una ideología o un tipo de sectarismo, pero eso no es fe. La fe es un viaje de transformación que exige que avancemos, atravesemos y trascendamos nuestros marcos de creencias y prácticas externas –no traicionándolas o rechazándolas, pero tampoco quedándonos atrapados en sus formas de expresión-. San Pablo hablaba del camino de la salvación desde el principio al final, en la fe. La fe es, por tanto, una apertura desde el comienzo del viaje humano. Naturalmente, necesitamos un marco religioso de referencia, una tradición. Si permanecemos centrados de manera estable, el proceso de cambio se desarrolla y nuestra perspectiva de la verdad se agranda continuamente.

Carla Cooper

Traducido por WCCM España

viernes

ALGUNA VEZ, DEJAMOS DE REPETIR EL MANTRA ??


 

Esta es una pregunta importante que cualquier meditador o líder de grupo se hará. A menudo nos sentimos tan relajados después de decirlo por un tiempo que el mantra puede parecer una interrupción de la paz y la tranquilidad que sentimos. Pero si soltamos el mantra, perdemos esta sensación de paz, nos encontramos comprometidos solo en una 'flotación sagrada', una 'paz perniciosa' como la llamaban los ermitaños del desierto. Lo llamaron 'pernicioso', porque ya no estamos realmente orando/meditando y ya no tenemos la conciencia de la presencia de Dios en el centro de nuestro ser. Cuando soltamos nuestra palabra/oración, nos entregamos a la relajación y permanecemos en la superficie del ser. Sí, es maravilloso sentirse relajado y dejar de lado las preocupaciones y el estrés cotidianos, pero ya no estamos realmente meditando. Y al final de la sesión de meditación uno puede sentirse relajado pero un poco soñador, no del todo 'allí'; en cambio, cuando has meditado correctamente te sientes alerta, concentrado y lleno de energía.

Puede haber momentos en los que estemos atrapados en el espíritu y ya no seamos conscientes de nada, incluido el mantra. Pero esto es algo sobre lo que no tenemos control. Es un puro don de Dios, una gracia. No podemos hacer que suceda intencionalmente.

John Main señaló:

“Dices tu mantra todas las mañanas y todas las noches durante unos veinte años. Entonces, una mañana o una tarde, te das cuenta de que no estás diciendo el mantra. Tan pronto como te das cuenta de que no lo estás diciendo, empiezas a decirlo de nuevo. Esos momentos en los que no has dicho el mantra pueden ser una fracción de segundo, pueden ser tres minutos, puede ser la media hora completa. Pero si sabes que no has dicho el mantra durante toda la media hora, ¡puedes estar seguro de que no estabas meditando, sin importar lo que estuvieras haciendo! Un principio muy importante a tener en cuenta es: “Di tu mantra hasta que puedas decirlo”. Tan pronto como te des cuenta de que no lo estás diciendo, dilo de nuevo. La forma en que la antigua tradición monástica expresaba este concepto era: “El monje que sabe que está orando no está orando; el monje que no sabe que está rezando reza”. Diga la palabra tan desinteresadamente como sea posible: ma-ra-na-tha. Y sigue diciéndolo. Sigue diciendo tu palabra a lo largo de la meditación. Regresa a él si lo dejas ir. No te preocupes por las distracciones; sigue diciendo tu palabra. (John Main - El hambre de profundidad y significado).

John Main también explicó que hay un proceso gradual de cambio en la forma en que se dice el mantra. Al principio decimos el mantra en la mente con cierto esfuerzo, volviendo a él suavemente cada vez que nos perdemos en el mundo de nuestros pensamientos; luego con el tiempo ya no lo decimos mentalmente, resuena por sí mismo y lo escuchamos desde el corazón con toda la atención. Eventualmente se convierte en parte de nuestro ser y resuena por sí mismo en nuestro corazón.


Kim Nataraja

Wccm Italia

lunes

CARTAS ESPIRITUALES DE JOHN MAIN OSB

 Extracto del libro “El Cristo Presente” de John Main OSB, incluido a su vez en el libro “Monasterio sin paredes: Cartas espirituales de John Main” de Laurence Freeman (Norwich: Canterbury, 2006), p. 163.


En la Resurrección quedamos libres de la necesidad de objetivar a Dios. Ya no tenemos que hablar con Dios para contentarle o suplicarle. "Tu Padre sabe cuáles son tus necesidades antes de que se las pidas", nos asegura Jesús.

Desde ese momento eterno en el que Jesús despertó a su unión con el Padre, la humanidad traspasó la etapa de su infancia espiritual. En ese momento, el hombre maduró hasta la "plenitud de Cristo". Este momento de Cristo se encuentra en el centro de nuestro ser, en nuestro propio corazón, donde su Espíritu vive y crece como una semilla enterrada en la tierra. Encontrar ese momento es el trabajo de la meditación. Es un trabajo alegre y revitalizador porque entramos en la profundidad del corazón, con una fe que sabe que el momento ha comenzado ya y que nace de forma imperecedera. Una vez que conocemos esta unión a través de nuestra propia experiencia, toda nuestra existencia renace. Es saber que estamos unidos en una totalidad sagrada. Y esto es todo el trabajo de un momento, el momento de Cristo.

No sólo nos liberamos de la necesidad de vernos a nosotros mismos y a Dios de manera dualista. En realidad hemos sido llamados a no hacerlo. "Ha llegado el momento, de hecho ya está aquí": en todo momento estamos llamados a adorar a Dios, en espíritu y en verdad. Al decir esto a la mujer samaritana, Jesús nos llama a todos a una nueva dimensión de conciencia espiritual. No podemos permanecer más tiempo en el dualismo de una espiritualidad infantil, debemos estar en la verdad del momento de Cristo. La presencia del Espíritu de Cristo que habita en nosotros no es sólo un regalo, un ofrecimiento especial, se trata de una gracia espiritual que podemos aceptar o rechazar. Es la entrada a la experiencia de una unión sin límites. Es la fuerza de nuestro destino lo que nos lleva a culminarlo. Lo maravilloso es que esta llamada procede del Amor y nos educa con infinita dulzura.

Carla Cooper

Traducido por WCCM España