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ACERCA DE LA ORACIÓN

 Al igual que Clemente, Orígenes, Padre de la Iglesia primitiva, recibió una extensa educación en los pensamientos griego, judío y cristiano y, por ello, ambos veían con claridad las relaciones y aspectos que compartían estas diferentes teorías de sabiduría. Como dice Laurence Freeman: “El cristianismo es un fenómeno histórico con raíces propias en las religiones judía y griega, y estas raíces pueden encontrarse incluso en la profundidad de la conciencia religiosa más antigua de la humanidad. Puede que todas las religiones no sean una, como afirmaba William Blake, pero ciertamente están profundamente conectadas e interrelacionadas”.


El Obispo Demetrio de Alejandría nombró a Orígenes cuando éste tenía 17 años, jefe de la Escuela Catequética como sucesor de Clemente. La enseñanza de los catecúmenos -aquéllos que desean ser bautizados en la fe cristiana- no se limitó estrictamente a los que poseían una fe cristiana, sino que se realizó en un contexto de educación griega global, en los campos de la filosofía y la ciencia que prevalecían en ese momento, con estudiantes de todas las culturas y con un intercambio y mezcla de ideas.

Orígenes era un erudito extremadamente dotado de talentos, un maestro muy capacitado. Fue el primero que presentó –en su obra “Sobre los primeros principios”- una sistemática y profunda cosmología y teología cristiana, basada totalmente en una interpretación alegórica y mística de las Escrituras. Probablemente, escribiera esta obra como respuesta a las múltiples cuestiones que le planteaban los reflexivos y educados estudiantes de la Escuela Catequética, quienes trataban de entender la enseñanza cristiana en contraposición con los antecedentes de la filosofía platónica, estoica, judía y gnóstica.

En su tratado “Sobre la oración” encontramos importantes enseñanzas para nosotros, los meditadores. Orígenes atribuía mucha importancia a la actitud que tenemos cuando comenzamos nuestra oración y a limpiar el alma de las emociones intensas como preparación para la oración. Él cita a Pablo diciendo: “Debemos orar sin ira y sin resentimiento” y subraya que debemos eliminar “todo recuerdo de pensamientos negativos hacia cualquiera que nos ha hecho daño”. A menos que dejemos atrás todas estas emociones, nuestro ego herido se interpondrá en el camino y nos impedirá poner toda nuestra atención en la oración. Cualquiera que tenga intención de embarcarse en la oración deberá prepararse durante un tiempo y así estará más atento y alerta durante el tiempo de oración”. Sólo estando alerta y dejando atrás todos los pensamientos invasores, “podremos mantener nuestra mente atenta a Dios y trascender nuestra consciencia ordinaria, elevar nuestro intelecto de la tierra, poniéndonos en la presencia del Dios de todos”.

Es fácil ver la influencia de Orígenes en la enseñanza de Evagrio y del discípulo de éste, Casiano, y a través de ellos en John Main. Vemos en esta enseñanza la misma importancia que se le atribuye a la preparación para la oración: “Porque sea lo que sea en lo que nuestra alma estaba inmersa momentos antes de la oración, surgirá inevitablemente durante el tiempo de la oración. Por tanto, debemos prepararnos previamente para ser las personas orantes que deseamos ser y para eliminar de la mente todas las emociones que la invaden” (Casiano). “Nadie que ame de verdad la oración y, sin embargo, deje paso a la ira o al resentimiento, se librará de ser considerado un loco. Porque se parecerá al hombre que quiere ver con claridad y todo lo que hace es rascarse los ojos” (Evagrio).

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

 

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