Extracto del libro de Laurence Freeman OSB, “The Selfless Self” (Londres: Darton, Longman, Todd, 1989), págs. 129-131.
Solemos evitar el presente, ya sea viviendo en el pasado o creándonos un mundo de fantasías. Pero cuando estamos meditando, la repetición del mantra elimina estas dos opciones o vías de escape. En la meditación no hay ningún lugar a donde ir, excepto a estar aquí. El mantra nos conduce en una única dirección, hacia nuestro centro. Es un camino angosto, pero es el camino de la verdad. Conforme seguimos el camino del mantra, aprendiendo a decirlo con valor y humildad, somos conducidos por ese camino en el que va muriendo dentro de nosotros todo aquello que nos impide tener una vida plena. Morimos todos los días en la fe y ésta es la preparación suprema para cuando llegue la hora de nuestra muerte. Pero como forma de morir en la fe nos lleva inevitablemente a confrontar dos fuerzas muy poderosas que debemos estar preparados a afrontar: son las fuerzas del miedo y la ira.
Y la ira y el miedo de donde surge, es precisamente, todo lo que no es la meditación. La ira más intensa procede de nuestro miedo más profundo a la muerte. Aunque también proviene de otras numerosas fuentes secundarias, de todo aquello que ha ido configurando nuestra historia psicológica. Lo realmente importante es que, en la meditación, vamos desaprendiendo. Lo importante es que el amor generoso y activo con el que pronunciamos el mantra expulsa de nuestro corazón el miedo y la ira.
Carla Cooper
Traducido por WCCM España
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