El arte de la meditación es el arte de aprender a recitar tu mantra, aprender a dejarlo volar en tu corazón de tal forma que resuene en las profundidades de tu ser constantemente y se convierta en un punto centrante de estabilidad. La riqueza de la visión Cristiana de la oración, de la meditación, de ser es que únicamente en las profundidades de nosotros mismos podemos encontrar el misterio de Dios.
El camino de la meditación es un camino de la no violencia. Así, el arte de recitar el mantra requiere de delicadeza y fortaleza más que de pura fuerza. Nos faltan estas dos cualidades para aprender a recitar el mantra. Tenemos que aprender a soltar nuestros pensamientos, planes, ideas e imágenes en momentos fáciles y en momentos difíciles, cuando sale el sol, y cuando llueve.
Así, aprendemos a aproximarnos a cada meditación con una frescura de espíritu. Cada meditación es un nuevo comienzo, un fresco partir en el peregrinaje más allá de nosotros mismos, mas allá de nuestras limitaciones, hacia la maravilla de Dios. Lo que procuramos hacer cuando meditamos es sencillamente recitar nuestro mantra tan fiel y generosamente como podamos.
Fuente: Word Made Flesh. Silence and Stillness in Every Season, página 299.
Traducido por WCCM España
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