Hemos visto en lecturas anteriores cómo todos los demonios que describe Evagrio se derivan de nuestro miedo: miedo a no sobrevivir, concretamente, de nuestro miedo a la muerte. Desde el momento en que comenzamos a meditar, el 'ego' -nuestro rey de la supervivencia- entra en acción. Al ego no le gusta que entremos en el nivel del silencio donde nos encontraremos con el "yo verdadero", el Cristo interno, ya que estaremos fuera de su control absoluto.
Es el experto en supervivencia, la guardia de nuestro ser consciente y quiere mantenernos en su propia esfera de influencia. Es como un padre sobreprotector que desea mantener al niño seguro y cerca, sin permitir que se desarrolle y aprenda de forma independiente.
Sin embargo, para crecer necesitamos salir de la casa de nuestros padres y crear nuestro propio hogar. De la misma manera, cuando perseveramos en la práctica del silencio y nos sumergimos por debajo de las olas de los pensamientos, puede resultar inicialmente un proceso tan doloroso como lo es el abandono del hogar, aunque esto nos lleve a encontrar la paz y la alegría de llegar a nuestro verdadero hogar, a nuestro verdadero yo en Cristo. La razón por la cual el "ego" emplea estos juegos y se resiste firmemente a la atracción del silencio es porque teme el cambio; el cambio implica desarrollar tácticas diferentes de supervivencia. El “ego” ha pasado toda nuestra infancia perfeccionando nuestras respuestas al entorno para asegurar nuestra existencia continua y está “muy satisfecho” de que continuemos haciéndolo así. Pero hemos visto cómo la mayoría de nuestras respuestas habituales están desactualizadas.
Cuando tratamos de sumergirnos en el silencio, el "ego" aumentará la conciencia de los pensamientos como una barrera que nos impida profundizar. Su “loca danza” está destinada a llevarnos a la distracción y a la desesperación, de manera que acabemos convenciéndonos de que la meditación no está hecha para nosotros. Sin embargo, si perseveramos, aparecerán brechas entre nuestros pensamientos, como puertas para acceder al silencio. A veces, incluso la paz y el silencio que alcanzamos se convierten en una nueva forma de que el "ego" nos tiente a soltar el mantra. Corremos el riesgo de creer que el mantra perturba la paz después de haber estado en un momento sereno y agradable. Esto es lo que se conoce con el nombre de "paz perniciosa". Entonces tendemos a olvidarnos del mundo, de nosotros mismos y de nuestro viaje. Y así, una vez más, el "ego" ha conseguido obstaculizar nuestro progreso.
Y entonces, cuando logramos mantener el mantra, el "ego" nos susurrará: ¿no es esto realmente aburrido, repetir únicamente una palabra? No te sientes ahí, ¡haz algo! El ego quiere que nos vayamos y nos olvidemos de este viaje y sigamos en nuestra actividad frenética de diversión y trabajo. Sin embargo, la meditación es una disciplina que va en contra de todo lo establecido cultural y socialmente, que nos pide que hagamos lo contrario: siéntate ahí, en silencio. Se nos anima a permanecer fieles a una sola cosa.
Si aún encontrándonos con todas estas dificultades, continuamos meditando, el "ego" podría intentar una estrategia diferente, aprovechándose de nuestra necesidad de diversidad y novedad, haciéndonos considerar cuestiones como estas: ¿estás seguro de que éste es el método correcto o el mantra correcto?; ¿no deberías cambiar tu mantra? Al incitarnos a un cambio, el "ego" se está asegurando de que no vayamos a ninguna parte. Y, si cedemos, entramos en una búsqueda inquietante evitando el verdadero trabajo de tomar conciencia y despertar a la auténtica realidad.
El pensamiento “autocomplaciente” de que deberíamos hacer algo útil por los demás aparece con frecuencia. Y ésta es a menudo una de las acusaciones que se ha lanzado a los contemplativos de todos los tiempos. Recordemos la historia de Marta y María. Sin embargo, sólo podremos ayudar verdaderamente a los demás cuando nuestro “ego” haya sido sanado y nuestro “verdadero ser” guíe todas nuestras acciones: "Adquiere paz interior y miles a tu alrededor encontrarán la salvación" (San Serafín de Sarov).
Kim Nataraja
Traducido por WCCM España
No hay comentarios:
Publicar un comentario