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LA PARROQUIA CONTEMPLATIVA




LA PARROQUIA CONTEMPLATIVA


Laurence Freeman OSB
Meditatio, Londres



¿De quién se decía que creía apasionadamente en el progreso, pero que no podía con el cambio? Si la antigua institución parroquial va a progresar y de esa manera expandir su ámbito de relevancia para las generaciones futuras, necesitará iniciar cambios en un nivel que defina el Cristianismo en su conjunto, en su tercer milenio. No hay progreso sin cambio y no hay cambio profundo sin una profunda reevaluación del propósito y la dirección. ¿Para qué está la parroquia? ¿Qué dirección debería tomar? Estas son preguntas que adquieren una urgencia creciente en nuestro tiempo, más bien una urgencia crítica. Son preguntas que no surgen meramente de temas organizacionales en una iglesia acosada por escasez clerical, pérdida de autoridad y de respeto debida a escándalos sexuales, disminución de congregaciones y problemas financieros. La parroquia representa un modo importante en que la fe cristiana es vivida en el mundo moderno.

Las parroquias cumplen por supuesto muchas funciones. Y hay muchas clases diferentes de parroquias. Sin embargo, históricamente, como una forma de cristianismo basada en la religión de familia, han desarrollado en la mayoría de sus formas un tipo de estructura parroquial como signo definido de su testimonio de fe y de su vida interior ante el mundo.
De diversas maneras, la parroquia forma un centro físico que se concentra en las necesidades religiosas y la vida espiritual principalmente de la gente que vive dentro de un acceso fácil a su centro congregacional. Varias parroquias bajo un solo liderazgo ofrecen un modelo diferente, pero su desarrollo es generalmente un intento extremo de mantener las cosas como han venido haciéndose hasta el momento, más que iniciar un cambio a través de la reevaluación del sentido de la parroquia. Se requirió el cierre de parroquias céntricas en muchas ciudades, para reubicar en los suburbios la seguridad de una cierta clase social que constituyó la comunidad parroquial por muchas generaciones. En algunas partes del mundo estos desarrollos de una nueva ubicación ofrecen la oportunidad para parroquias nuevas, más vibrantes, que sin embargo permanecen cerrada y cautelosamente ceñidas a los viejos modelos de vida parroquial que no se han examinado a sí mismos ni se han preguntado qué son realmente para el mundo moderno.

En su peor versión, la vida parroquial es una vida moribunda, resistente al cambio, o simplemente aburrida. Las mejores parroquias con frecuencia sufren de hiperactividad, preocupadas hasta quedar sin aliento en la realización de proyectos externos y resultados comprobables. La parroquia contemplativa, como me gustaría describir la realizable y atractiva parroquia del futuro, encontrará el camino del medio. Si el término “parroquia contemplativa” parece un tonto oxímoron, será necesario explicarlo.

En su enseñanza en la casa de Marta y María (Lc. 10:38-42) Jesús ofrece la primera defensa de la vida contemplativa en la tradición cristiana en oposición a la frecuente acusación de que la vida contemplativa solitaria y silenciosa es egoísta e insensible a las necesidades del mundo. Jesús no solamente apoya la labor contemplativa de María sino que lo hace enfáticamente: “ella ha elegido la mejor parte”. Sin embargo, él no censura el trabajo de Marta, solo su aturdimiento. “Te inquietas y agitas por muchas cosas”. Luego agrega, sin definir de qué se trata, que solo una cosa es necesaria. ¿Podríamos decir que la única cosa necesaria es restablecer la amistad entre las hermanas en su propia casa? Marta y María no son solo dos tipos de personalidad con puntajes diferentes en el Eneagrama. Ciertamente, los seres humanos presentamos tipos diferentes, algunos extrovertidos, solucionadores de problemas en cualquier organización, otros son tipos más tranquilos que se conforman con sentarse en un rincón y escuchar. Jesús está diciendo más que eso. Marta y María representan los dos aspectos del alma humana que necesitan amigarse y vivir juntos de una manera integrada y total en la casa del sí mismo. Son también los dos aspectos de la parroquia. Si una parroquia, tal como hacemos la mayoría de nosotros como individuos, cae en un excesivo activismo y descuida el valor de lo contemplativo, corre el mismo peligro que Marta colapsando en ira y conducta disfuncional. Cuando Marta, al principio del relato, se queja a Jesús sobre María y le dice que le pida a María que la ayude, ¿no es la única discípula en el Evangelio que le ordena a Jesús qué debe hacer? Cuando Marta se sale de la amistad con María, la completud y paz del sí mismo se pierde y con ello, la reverencia por la presencia de Dios.

Una “parroquia contemplativa” por lo tanto significa una comunidad local cristiana que ha aprendido a integrar y equilibrar los aspectos activos y contemplativos de la vida evangélica. No significa convertir la parroquia en un monasterio sustituto. Así como mi comunidad monástica en Cockfosters en Londres también es una parroquia suburbana, estoy bien conciente que una parroquia y un monasterio son realidades diferentes. En Cristo Rey tenemos una vibrante parroquia con párrocos habituales, celebraciones sacramentales, y una gama de ministerios parroquiales. Hay también un centro de espiritualidad que ofrece un programa estimulante de propuestas y formación en dirección espiritual, un centro de meditación con grupos introductorios y en progreso, una casa de huéspedes, el oficio divino cantado en la iglesia parroquial/monástica en las horas litúrgicas usuales con participación laical y, cada mañana y cada tarde antes del Oficio, media hora de meditación silenciosa para monjes, invitados y miembros de la parroquia. Debido a la presencia de los monjes, la dimensión contemplativa del evangelio es compartida y enriquecida más fácilmente con la parroquia. Pero no hay motivo para que aún en una parroquia con un solo pastor atareado no pueda realizarse e integrarse esta dimensión para su propio beneficio y el de los miembros de su parroquia. Podemos ver cómo puede realizarse esto en diferentes aspectos de la parroquia. Podemos entonces imaginar cómo puede la parroquia cambiar progresivamente en la próxima etapa de la historia de la iglesia, cuando comiencen por fin a producirse los cambios tanto tiempo esperados.

Centro sacramental

En la tradición católica las parroquias son percibidas como centros de vida sacramental, pero están llamadas a ser más que la línea de producción sacramental en que con frecuencia se convierten. Los pastores pueden quedar exhaustos ofreciendo el servicio sacramental y luego quedar perplejos o sentirse heridos cuando la gente se queja que la liturgia es fatal y no parecen desear casarse o bautizar a sus niños como en el pasado. Las parroquias más populares, con frecuencia situadas al final del espectro de la denominación evangélica, tienden a ser aquellas que ponen fuerte énfasis en la celebración de la Palabra, música destacada, participación de las familias y un compartir comunitario. Recientemente concurrí a un servicio dominical de la Iglesia Reformada Americano-holandesa que realizó todo esto mejor que lo que nunca había visto realizar antes. Una numerosa concurrencia se reunió antes a escuchar una charla sobre meditación. Después de las lecturas, de un conmovedor himno cantado y un sermón inteligente y sincero, estaba preparado para la Eucaristía. Pero la mesa que estaba frente al estrado y el púlpito permanecieron sin ser utilizados cuando nos desplazamos para el café. El sentimiento de incompletud era similar al de una iglesia católica donde la Eucaristía sacramental casi deja eclipsada la liturgia de la Palabra.

Adorar de ambas formas, desde la Palabra y el Sacramento en modos que sean a la vez bellos y participativos, es uno de los mayores desafíos para la parroquia del futuro. Puede lograrse cuando el poder de integración surge de la experiencia contemplativa – adorar en espíritu y verdad -. Hoy, en cualquier comunidad parroquial, estas prácticas de oración contemplativa en forma habitual y disciplinada son tal vez una pequeña minoría. Sin embargo, su influencia será percibida a cada nivel de la vida de la comunidad, incluso en las decisiones que se tomen respecto a la liturgia. Aún quienes no son meditadores habituales con frecuencia se quejan sobre la velocidad, el ruido y la falta de tiempos de silencio en la liturgia. La gente joven parece especialmente ávida de la dimensión contemplativa de la liturgia. El Concilio nos recordó esto cuando su documento sobre la liturgia dice que el propósito de la liturgia es precisamente cultivar la “orientación contemplativa” en el pueblo de Dios. En algunas parroquias esto puede llevar a una misa contemplativa en un horario habitual. En otras, las liturgias existentes serán influenciadas por el reconocimiento de la dimensión contemplativa de la plegaria por la comunidad en su conjunto.

Lugar de Comunidad

Una de las intuiciones fecundas de John Main fue que “la meditación crea comunidad”. Esta es una clave importante para la regeneración de la parroquia en la vida del Cristianismo. Hemos llegado a pensar que la comunidad se crea exclusivamente haciendo algo juntos. La acción, ya sea un encuentro social vespertino, llevar adelante las organizaciones de la parroquia, la administración o el trabajo a favor de una causa política, puede unir a la gente en la conciencia de una causa común y en el trabajo solidario. Sin embargo, si la conciencia contemplativa está ausente de este trabajo, corre un gran riesgo, inherente a toda actividad excesivamente llevada al estilo de Marta, de convertirse al mismo tiempo en superficial y egocéntrica. La política y la competitividad entran en toda actividad humana. La contemplación no desarraiga el ego político pero nos hace más concientes de su presencia y reduce el nivel de autoengaño del que es responsable. La insignificancia de la política parroquial aleja de involucrarse en la parroquia a mucha gente que está buscando una forma de servir a otros en la comunidad.

Naturalmente, esto es cierto en toda actividad y relación humana que se reúne para crear comunidad. Entre los primeros cristianos, era un lugar común que la forma en que orabas determinaba la forma en que vivías. Hoy llamamos a esto “espiritualidad”. El nivel y la calidad de la oración determinan el nivel desde el cual surge nuestro sentido del significado a través de la experiencia diaria tanto como la calidad de nuestras relaciones y de nuestro autoconocimiento. La comunidad es vitalmente influenciada por esto. La comunidad religiosa, sobre todo, necesita un espíritu contemplativo moviéndose en su interior, para asegurar que su actividad está siendo continuamente evaluada respecto a las normas de amor y discipulado. Realmente, nosotros creemos en el amor y nos comprometemos al discipulado solo en la medida en que tenemos una identidad que va más allá de los horizontes del ego. Cuando nosotros, aunque sea apenas, podemos vislumbrar la realidad de la afirmación de San Pablo “ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”, nuestra forma de relacionarnos con otra gente es transformada radicalmente.

Un gran descubrimiento nos aguarda cuando nos sentamos regularmente en silencio con otros y luego nos levantamos a trabajar con ellos para el bien de otros. El silencio no es ausencia de la comunicación que exclusivamente pensamos que crea comunidad. Es la experiencia de comunión a un nivel más profundo que las palabras y gestos que normalmente comunicamos. Muchas organizaciones y comisiones seculares comienzan su trabajo o sus reuniones con un momento de silencio sabiendo que esto no solo clarifica las mentes de quienes están presentes sino que de alguna manera los hace mejores oyentes de cada uno de los otros y más dispuestos amigablemente a aceptar las diferencias sin que se conviertan en divisiones. En una sociedad tan dañada por el divorcio, el estrés y la soledad, mucha gente ve a la parroquia como lugar de comunidad y amistad espiritual. Esto se expresa y se comparte con frecuencia haciendo cosas juntos ya sea en la recreación o por el bien de otros que estén necesitados. La capacidad de ese trabajo, para ser verdaderamente espiritual y no solo superficialmente social, dependerá de la conciencia en la comunidad de la dimensión contemplativa experimentada al mismo tiempo en la oración y en la vida.

Educación

Las parroquias son lugares de adoración y de comunidad pero también de aprendizaje. En el pasado, el aprendizaje era pasivo y en consecuencia poco profundo. La congregación escuchaba en silencio en tanto el sacerdote daba su sermón desde un púlpito situado por sobre ella. Si estaban atendiendo y se atrevían a pensar por sí mismos y no estaban de acuerdo, no había posibilidad de un espacio para el debate. La mayoría de la gente hoy encontraría esta forma de educación espiritual risible u ofensiva. Algunas parroquias llevan adelante cursos de educación de adultos, pero el potencial pleno de la parroquia como comunidad para proseguir el aprendizaje religioso y espiritual aún espera ser realizado en la parroquia del futuro. Llegaremos allí cuando la Iglesia en su conjunto se mueva de la predicación a la enseñanza. Enseñar significa primero escuchar a quienes aprenden, apreciar dónde están en su búsqueda de comprensión y qué desean realmente aprender. La mayoría de la gente hoy con un deseo conciente de profundizar su vida espiritual y su conocimiento, están buscando algo más que cursos sobre Catecismo o los dogmas fundacionales del Cristianismo. El hambre de verdad que los impulsa percibe la verdad como lo que es descubierto en forma personal, más que como lo que se les entrega en un envase. La educación religiosa significa más que decirles lo que tienes que creer si te van a considerar cristiano.

Muchos son tristemente ignorantes de la tradición mística cristiana, a excepción de las vidas devocionales de los santos que aprendieron cuando eran niños. Le espera un enorme potencial a la parroquia, si se convierte en un centro de enseñanza de las olvidadas riquezas contemplativas de la Iglesia. La entera enseñanza de esta tradición requerirá los recursos conjuntos de estudiosos y maestros, más allá de los confines de la parroquia. Esta necesidad podría estimular al obispo para cumplir su rol como maestro espiritual y coordinar el proyecto a través de todas las parroquias, utilizando los recursos que puedan conseguirse a nivel diocesano o nacional.

Recientemente visité un centro budista en el centro de Londres para encontrarme con un lama que estaba enseñando por cinco días consecutivos a un grupo de varios cientos de estudiantes. Esto era solamente una parte de un programa que se prolongaba por varios años, demandando un estudio intensivo de una cultura y una filosofía foráneas. No encontramos unos pocos cristianos con tan profunda avidez por las riquezas espirituales de los grandes maestros de nuestra propia tradición. Aún en los seminarios, la teología dogmática domina el currículum. Sin embargo, es haciéndonos amigos de los grandes maestros espirituales de la Iglesia a través de la historia como nuestro propio camino espiritual es con frecuencia estimulado a moverse desde el conocimiento meramente intelectual a la experiencia contemplativa, de la mente al corazón.

Crecimiento espiritual

La parroquia, es verdad, no es un centro de meditación. Basada en la familia (aunque abierta a la gente en todos los caminos de vida para hacer comunidad con ello) la parroquia contemplativa incluirá a la gente en cada estadio de su camino espiritual. Sin embargo, comúnmente, hay poco movimiento espiritual a partir de los primeros días de entrada a la comunidad. En realidad, el deseo de crecer espiritualmente, de madurar en la fe y de profundizar la oración personal, es con frecuencia visto con suspicacia en vez de ser estimulado. El sacerdote con frecuencia se siente amenazado y otros integrantes de la parroquia pueden hacer sentir al culpable torpe o rebelde. Sin embargo, ¿cuál es el propósito de la parroquia, si no es ser un lugar de crecimiento espiritual y de movimiento? ¿Cuál es el sentido del liderazgo parroquial si no es estimular y alentar a cada uno de sus integrantes a crecer continuamente? Para algunos esto puede significar aprender teología básica de los sacramentos o del Credo. Para otros puede significar dejar atrás una espiritualidad exclusivamente devocional y moverse hacia la noche de los sentidos, hacia la oración contemplativa.

Si la parroquia es vista primariamente como un lugar de mantenimiento espiritual, tratará de aferrarse a sus miembros. Quedará poca energía para compartir con otros la fe, fuera de la comunidad. Si, por otra parte, la parroquia es un lugar que alienta el crecimiento y la exploración espiritual, atraerá nuevos miembros. El triste espectáculo de iglesias tratando de ofrecerse publicitariamente como un producto religioso de escaso atractivo será reemplazado por  la parroquia contemplativa como un signo atractivo de vigor y valor espiritual.

Diálogo interreligioso

Dos grandes desafíos le ofrecen a la parroquia y a la Iglesia una oportunidad para renovarse: el redescubrimiento y la reapropiación de su tradición contemplativa como práctica viva para todos sus miembros y el encuentro en diálogo profundo con otras religiones. Esto está íntimamente ligado. Como la mayoría de las religiones con las que estamos llamados a estar en diálogo son contemplativas más que misioneras o activistas, es necesario que los cristianos comprometidos en ese encuentro provengan del nivel contemplativo de su propia fe.

El diálogo interreligioso (como el ecumenismo inter denominacional) florecen en un medio contemplativo. La unidad es vista entonces como una realidad ya existente, más que como algo que debe crearse. La amistad y el humor reemplazan a la competitividad y la pomposidad. Las parroquias tienen una contribución peculiar para hacer a este diálogo de religiones, porque en tantas familias donde un hijo o una hija viene al hogar anunciando que él o ella se convertirá en budista y dejará de ir a la iglesia, la conversación resultante alrededor de la mesa de la cocina se convierte en una incipiente forma de diálogo.

La Arquidiócesis de Nueva York distribuyó recientemente por todas sus parroquias un folleto admirablemente escrito con una breve y precisa descripción de las creencias y prácticas principales de cada una de las principales religiones que comparten el espacio de la ciudad. El primer nivel de diálogo al que contribuye la parroquia contemplativa es la reducción de la abismal ignorancia que tantos cristianos tienen acerca de otras creencias y del miedo y la hostilidad que provienen de la ignorancia. Algunas parroquias más evolucionadas pueden entonces ir más allá y crear un centro interreligioso que trabajará para crear amistad con otras creencias locales en sus lugares de adoración. El silencio será un elemento principal en la oración conjunta, que enriquecerá a todos los que lo compartan.

Pueden hacerse dos cosas simples para desarrollar una parroquia contemplativa. La primera es alentar activamente un grupo de meditación semanal. Por pequeño que sea, ofrecerá un lugar para otros para ir y aprender y perseverar. Su misma existencia eleva la conciencia acerca de la dimensión contemplativa del evangelio en la parroquia como totalidad. En muchas diócesis, como Brisbane, o en el Caribe, o en Dublin, Montreal, o en Mauritius, este incentivo desde el liderazgo de la iglesia ha conducido a un notable florecimiento de los grupos de meditación y a muchas bendiciones para la parroquia y la vida diocesana. La segunda es el establecimiento de un centro de meditación en la parroquia, como en Dun Laoghaire o en Cockfosters, Londres. Esto ofrece un lugar donde se tienen habitualmente períodos de meditación por la mañana y por la tarde cerca del principal lugar de adoración, en una atmósfera dedicada al silencio.

La parroquia contemplativa es un lugar donde puede florecer un conocimiento más profundo y más amplio de Cristo. Los frutos beneficiarán a todos los que estén en esto y a los que estén en contacto con ellos. Si la contemplación, como decía Tomás de Aquino, es solamente “el simple disfrute de la verdad”, ¿qué puede impedir que este ideal sea realizado en cada parroquia?


Laurence Freeman OSB es un monje Benedictino de la Congregación de Monte Oliveto Mayor y es el Director de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana, www.wccm.org (inglés)


Tradujo Marina Müller                                                           

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