domingo

 Extracto de “Queridos Amigos”, escrito por Laurence Freeman OSB en la Newsletter de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana (Invierno 2000).


El rígido sectarismo de algunos líderes religiosos está llevando a muchos cristianos a encontrar una expresión más verdadera de las enseñanzas de Jesús en la antigua sabiduría contemplativa. Para muchos, una doctrina es digna de creer, -aún cuando trata sobre lo inefable-, no sólo porque pretende ser verdadera sino porque nos ayuda a mantener nuestras creencias, más allá del mero “consumir”. Sin embargo, ninguna creencia puede mantenerse con convicción excepto la certeza de la fe que conllevan la esperanza y el amor.

La certeza del fundamentalista debe ser desterrada y debemos permitir que surja la duda para poder cuestionarnos todo. Nuestra experiencia de esta muerte de la certeza lleva también a la muerte del deseo –el deseo egoísta de querer tener razón, de tener seguridad y de ser mejor que los demás-. Esa muerte representa nuestra participación en la Cruz. El renacimiento del deseo que trae, es el deseo transformado que brota de un corazón puro en la visión de Dios. Este “deseo de Dios” no es como cualquier otro deseo que hayamos sentido anteriormente. Como dijo San Juan Clímaco “feliz es la persona cuyo deseo de Dios se ha convertido en la pasión de un amante por su amada”. No se agota nunca, ni nos lleva a abusar de los demás para conseguirlo. Es, al mismo tiempo, deseo y la liberación del deseo tal como lo experimentábamos antes.  

La meditación nos lleva a la purificación del corazón y a la muerte del deseo. Igual que hay un nacimiento para cada muerte, también la regeneración del deseo lleva al deseo de Dios. No es el deseo de un objeto o de la propia satisfacción. Pero sí es un deseo de felicidad: nunca podríamos desear ser infelices. El deseo de Dios es el deseo de nuestra felicidad al cumplir el mandato del amor. Este mandamiento nos dice que el único deseo que verdadera y profundamente nos hará felices es el deseo de la felicidad del prójimo.

Carla Cooper

Traducido por WCCM España

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