¡HA RESUCITADO! ¡ALELUYA!
Hoy nos levantamos temprano, incluso después de la vigilia de anoche, y caminamos hasta la antigua piedra vertical en el centro exacto de la isla de Bere. Esperamos que salga el sol. Ya sea que el cielo esté despejado y veamos emerger el gran globo dorado sobre el horizonte —recordándonos que cada amanecer es un milagro para contemplar y una maravilla para disfrutar— o que esté nublado y la luz crezca sin el brillo, de cualquier forma, es el mejor de los servicios de Pascua. Estamos en unidad con el mundo y todas sus criaturas, bajo el sol que brilla tanto sobre los buenos como los malos.
Hoy, todo cobra sentido: el ascetismo de la Cuaresma, la meditación diaria y nuestras lecturas sobre los profundos misterios de la Eucaristía, la cruz y el sepulcro vacío. Ahora sabemos que todo esto se vive y se practica a la luz de aquel que nos muestra que la muerte —el gran enemigo, el gran temor— es solo un puente corto, aunque solitario, que todos debemos cruzar. Sentir la transmisión de la buena noticia de Pascua es liberarse de ese miedo primigenio.
La resurrección es, al igual que los milagros de sanación de Jesús, una realidad que nos restaura a la vida como deberíamos vivirla y cómo podemos vivirla: sin miedo a la muerte, sin estar controlados por la vergüenza, con la confianza de que somos bienvenidos en casa, y protegidos incluso de la auto-rechazo y la autodestrucción, que son los rincones más oscuros de nuestra sombra. Como aquellos sobre quienes brilla la luz de la resurrección —simplemente porque nos volvemos hacia ella y le permitimos iluminarnos—, vivimos esta vida día a día de una manera nueva.
Novedad. El olor del pan recién horneado, los corderos recién nacidos, el descubrimiento de una afinidad con otro ser —todo nuevo y, sin embargo, como el sol, siempre presente. Estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos. Yo voy. Les conviene que me vaya. Pero volveré a ustedes y entonces sabrán…
Gracias por tu compañía durante estos cuarenta días y cuarenta noches, por compartir estas reflexiones y caminar juntos hasta este Día de Pascua. Espero que hayas comenzado a meditar, y que la meditación permanezca como parte de tu vida. La resurrección nos envía de regreso a vivir esta vida de una manera nueva. La meditación es aceptar esta invitación.
¡Feliz Pascua, todos los días!
Este es un extracto de Sensing God de Laurence Freeman, SPCK Publishing - distribución exclusiva para miembros de WCCM.