El ego no se destruye. Muchas personas recurren a las drogas, por ejemplo, como una forma de ir más allá del ego y, en cierto modo, destruirlo. De hecho, puede conducir a algunas experiencias notables, pero si el ego es destruido, herido, maltratado, entonces no ha muerto sino que continúa siendo tal vez una obstrucción aún más difícil en el futuro. De modo que el ego, como todo lo demás en la creación de Dios, debe ser amado, no atacado ni destruido.
La pared de ladrillos del ego 1 de Laurence Freeman OSB
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