Cuando Jesús nos exhorta a no preocuparnos, no pretende negar la realidad de los problemas cotidianos. Nos invita a abandonar la ansiedad, no la realidad. Aprender a no preocuparse es difícil… [Sin embargo,] a pesar de su déficit de atención, incluso la mente moderna tiene la capacidad natural de aquietarse y trascender sus fijaciones. En lo profundo, descubre su claridad, donde encuentra la paz, libre de ansiedad. Cada uno de nosotros tiene alrededor de media docena de ansiedades favoritas, como caramelos amargos que saboreamos constantemente. Nos asustaríamos si no las tuviéramos. Jesús nos reta a vencer el miedo a perder la ansiedad, el miedo que tenemos a la paz misma. La práctica de la meditación es una forma de poner en práctica sus enseñanzas sobre la oración; demuestra, a través de la experiencia, que la mente humana sí puede elegir no preocuparse. Elegir recitar el mantra con fidelidad y volver a él cada vez que surjan distracciones.
Ejercita la libertad que tenemos de prestar atención. No se trata de una elección como la de escoger una marca u otra en el supermercado. Es una decisión de compromiso. El camino del mantra es un acto de fe, no una demostración de poder del ego. En cada acto de fe, hay una declaración de amor. La fe prepara el terreno para que la semilla del mantra germine en el amor. No creamos el milagro de la vida y el crecimiento, pero somos responsables de su desarrollo gradual. Alcanzar la paz mental y espiritual —el silencio, la quietud y la sencillez— no requiere la fuerza de voluntad de una persona ambiciosa, sino la atención incondicional y la fidelidad constante de un discípulo.
Fragmento de Laurence Freeman OSB, “Meditación”, JESÚS EL MAESTRO INTERIOR (Nueva York: Continuum, 2000), págs. 212-213. [Laurence Freeman, “Jesús el Maestro Interior”, EDB]
FOTO: Seminario JM 2025

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