Lo que cura las heridas de la división es el amor. El amor une, unifica y cura la herida del yo dividido. Supera las profundas heridas de nuestra alienación. Nos simplifica. Este es el verdadero significado del amor a uno mismo y por qué, como nos enseñó el P. John, tenemos que empezar por nosotros mismos. Al decir esto, en cierto sentido, no decía nada nuevo. Es la enseñanza misma de la tradición espiritual contemplativa cristiana, que nuestro conocimiento de Dios debe comenzar con nuestro conocimiento de nosotros mismos, que para conocer a Dios debemos conocernos a nosotros mismos. Como decía san Agustín, ante todo debemos ser restaurados a nosotros mismos, para luego convertirnos en un “trampolín” y trascendernos a nosotros mismos y elevarnos a Dios. Lo que nos enseña la meditación es que sólo podemos amarnos a nosotros mismos si podemos aceptarnos tal como somos; si podemos reconocer y ver nuestra totalidad, poner el lado oscuro en la imagen y aceptar ese lado oscuro como parte de ella.
Aspectos del amor 2 por Laurence Freeman OSB
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