La cordura y el equilibrio significan conocer el contexto en el que vivimos. Este
tipo de conocimiento nos hace sensibles a la presencia de Dios en todo nuestro
entorno. La meditación nos enseña, de la única manera cierta, por experiencia,
que la presencia de Dios no es externa a nosotros. Es interior porque es la
presencia que constituye y mantiene unido el fundamento más profundo de
nuestro ser. Sintiendo esto no busquemos más la presencia de Dios solo en lo
externo de nuestra vida o en formas trascendentes. También vemos y
reconocemos a Dios en ello, sin embargo, porque nuestros ojos interiores se
abren internamente al Espíritu que mora en nosotros. Pero ya no tratamos de
poseer o manipular a Dios. En cambio, somos captados por la presencia de
Dios, interiormente y exteriormente, porque sabemos que la presencia lo
impregna todo y fundamenta todo lo que es.
John Main,OSB
Monasterio sin muros, p 225
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