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 "Being Present Now", extracto de “PUERTA AL SILENCIO” de John Main: Newsletter de Meditación Cristiana (Londres: Canterbury Press, 2008), pp. 82-83.

Si estamos verdaderamente atentos a pronunciar el mantra no podremos imaginar a Dios. No podremos construir ninguna idea de Dios. En el contexto de esta pura atención, la fe pura, aprendemos que todas las imágenes, ideas, recuerdos y palabras no pueden abarcar la realidad a la que estamos prestando atención. Son irreales. Son ilusiones. Por ello, en la meditación nos damos cuenta de que Dios no es un recuerdo ausente o un sueño abstracto. Dios es.

En la simplicidad y la fidelidad de la práctica del silencio, Dios es conocido no como una entidad que pensamos, imaginamos, expresamos o analizamos, sino como toda la realidad en sí. Avanzar al encuentro de Dios a través de la pura atención significa conocer y ser conocido por Dios. Saber es amar. Ser amado es ser conocido. Ser amado por Dios es amar a Dios. Necesitamos despojarnos de todos los procesos intermedios que hemos aprendido racional e intelectualmente. Todas las imágenes, pensamientos y palabras deben desaparecer.

La práctica simplificadora de pronunciar el mantra nos enseña a prestar atención plena a lo que es de forma directa. Prestar toda la atención a Aquel que es personalmente. Para prepararnos debemos aprender la disciplina de la atención plena. Aprendemos la disciplina del desprendimiento del ego, de no pensar en nosotros mismos. Aprendemos a no ser atrapados en la telaraña de nuestro propio tejido auto-reflexivo, a no dejarnos atrapar por las circunstancias externas.  Aprendemos a vivir desde la profundidad de nuestro propio ser, desde la profundidad del Ser mismo.

La meditación es una disciplina de presencia. Con la quietud del cuerpo y del espíritu aprendemos a estar plenamente presentes en nosotros mismos, en nuestro espacio, en nuestro momento. Esto no significa que estemos escapando, pues al permanecer enraizados en nuestro propio ser, nos hacemos presentes a su fuente. Nos arraigamos en el ser mismo. Ninguna de las circunstancias cambiantes de la vida podrá sacarnos de ahí. El proceso es gradual. Requiere paciencia, fidelidad, disciplina y humildad.

La humildad de la meditación consiste en renunciar a todo cuestionamiento que nos parezca auto-importante. Dejar atrás la auto-importancia significa experimentarnos en pobreza, despojados del ego, así es como aprendemos a ser. Estamos presentes a la Presencia. Aprendemos, no a través de nuestra propia inteligencia, sino por medio de la fuente misma de la sabiduría, el Espíritu de Dios.

Carla Cooper

 

Traducido por WCCM España

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