domingo

 “El Laberinto” extracto del libro “Jesús el Maestro Interior” de Laurence Freeman OSB, (Nueva York: Continuum, 2000, pág. 230-231).


¿Estamos preparados para experimentar el desapego de lo que instintivamente sentimos como nuestro bien más preciado: nuestro ego, nuestra identidad individual? La relación que mantengamos con Jesús, nuestro maestro, es aquí de suma importancia. Nos permite arriesgar nuestra “propia muerte”. Hasta ahora, la disciplina del mantra nos ha llevado al aprendizaje fortificante que nos facilita abandonar nuestro ego. Podemos dejar el yo atrás precisamente porque nos sentimos en unión; sabemos que no estamos solos. Las palabras de Jesús se hacen verdaderas en nuestra propia experiencia:

“Del mismo modo, ninguno de vosotros podrá ser discípulo mío si no se aparta de sus posesiones” (Lc. 14,33).

Si deseamos abrazar la eternidad de la plenitud del ser (el “Yo Soy” de Dios), primero debemos enfrentarnos a la dura realidad de la impermanencia y del vacío. La tentación que podemos tener durante la meditación es la de reducir la intensidad, la atención, hundirnos en un grado menor de conciencia e incluso quedarnos dormidos. Buda advirtió de los peligros de nublar la mente con sustancias tóxicas, en esta o en cualquier etapa del viaje. Jesús nos animó a todos a permanecer plenamente conscientes:

“Estad alerta, despiertos. No sabéis cuándo llegará el momento. Permaneced despiertos porque no sabéis cuándo llegará el dueño de la casa. No sabéis si llegará por la tarde o a medianoche, cuando cante el gallo o temprano al amanecer. Si llega de pronto, no debe encontraros durmiendo. Y esto que os digo, se lo digo a todos: permaneced despiertos” (Marcos, 13, 33-37).

En la Carta a los Efesios Pablo dice que este estado de vigilia conduce a los “poderes espirituales de la sabiduría y la visión” y a la gnosis o conocimiento espiritual. Pero aún con la fe más profunda, el doloroso sentimiento de la separación no desaparece de inmediato, incluso cuando la sabiduría comienza a brillar. El muro del ego puede sentirse como un obstáculo insuperable, un callejón sin salida que nos impide escapar. Sin embargo, como nos recuerda la Resurrección, lo que se siente y parece ser el fin, no lo es. Al enfrentarnos a nuestro egoísmo atrincherado y reconocer su lenta y silenciosa muerte, la meditación nos ayuda a comprobar nuestra resurrección en nuestra propia experiencia.

Carla Cooper

Traducido por WCCM España

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