sábado

JOHN MAIN, ESCRITOS Y ENSEÑANZAS

Hemos de tener claro que el Reino de los Cielos no es un lugar sino una experiencia. Nos es difícil llegar a entender así el Reino de los Cielos por las proyecciones que desencadena nuestra imaginación cuando estamos orando. Pero es vital. La educación que recibimos de niños sobre el cielo como “un lugar al que vamos después de morir” y sobre la oración como una forma de “decirle a Dios lo que queremos” ha tenido una influencia enorme y duradera en todos nosotros. Así pues, tenemos que despertar a las limitaciones de esta educación diseñada precisamente para niños. Muy a menudo, nuestra madurez espiritual se queda por detrás del nivel de desarrollo y crecimiento en otras áreas.

La experiencia de la oración es la experiencia de las consecuencias liberadoras de la trascendencia. Es la misma trascendencia hecha realidad. En la oración, damos rienda suelta en nuestros corazones al amor de Cristo. Trascendemos todas las ilusiones e imágenes que distorsionan o limitan su amor. Encontramos y sentimos nuestra propia libertad, nuestra liberación del deseo, del pecado, y de las ilusiones. Solamente en esta libertad encontramos nuestra semejanza divina y el amor de Cristo. Esta libertad es el requisito para ser auténticos y vivir en armonía con el centro del ser, nuestra fuente y nuestro origen. Llegamos a la base del ser a través de la trascendencia al otro. Siguiendo este movimiento y guiados por el Espíritu, entramos en la experiencia de ser plenamente auténticos dentro de la misma realidad abierta y fluida de Dios.

 


Fuente: Word Made Flesh. Silence and Stillness in Every Season, página 179.

Traducido por WCCM España

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