Tal y como Jesús nos dijo “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Sin lugar a duda, este peregrinaje es arduo y exigente. Hace falta disciplina para desviar la atención de uno mismo, abandonar nuestros pensamientos, y mirar al frente de todo corazón. La persona que medita es como el ojo que puede ver, pero no puede verse.
Este es un viaje que exige fe, es decir, compromiso. Exige un compromiso a lo que hay más allá de nosotros, a aquello que es más grande que nosotros mismos. Así pues, el viaje exige humildad para dejar de pensar en nosotros mismos. Y esto quiere decir que según vamos recorriendo camino, tenemos que seguir soltando cualquier noción de progreso.
En cuanto empezamos a meditar nos preocupamos por nuestro progreso y por el nivel de perfeccionamiento de nuestra técnica, pero tenemos que aprender a soltar. Éste es el reto que nos lleva a repetir continuamente nuestro mantra, desde el principio de nuestra meditación hasta el final. Tenemos que entender claramente que no hay otra forma de soltar.
Fuente: Word Made Flesh. Silence and Stillness in Every Season, página 199.
Traducido por WCCM España
No hay comentarios:
Publicar un comentario