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CUALES SON NUESTROS DEMONIOS ???

De las dos etapas del viaje espiritual que describía Evagrio, la “theoria” y la “praxis”, vamos a centrarnos en esta última. No debemos olvidar que nuestro crecimiento espiritual depende tanto de la gracia como del esfuerzo personal. La gracia era fundamental para Evagrio, pero también consideraba el esfuerzo como algo muy importante.



 

En sus enseñanzas, que deben ser vistas desde el contexto de la época, en el siglo IV, cuando existían creencias muy arraigadas sobre las fuerzas angelicales y las demoníacas, el esfuerzo necesario para recorrer el camino espiritual consistía en luchar precisamente contra estos "demonios".

Se creía que actuaban en contra de los esfuerzos de la humanidad y que estaban decididos a impedirnos la liberación: "Cuando los demonios se dan cuenta de que estás siendo ferviente en tu oración, llevan pensamientos a tu mente haciéndote creer que se trata de preocupaciones apremiantes que demandan tu atención. Y, efectivamente, cuando lo haces interrumpes la oración”. Pero no estamos solos en esta lucha: la gracia de Dios y los ángeles están ahí para ayudar a los seres humanos y, por medio del discernimiento, mostrarles el verdadero significado de la vida: "Si rezas en la verdad, encontrarás un profundo sentido de confianza. Entonces los ángeles caminarán contigo y te iluminarán para que descubras el verdadero significado de todo lo creado".

La primera frase de Evagrio muestra claramente cómo se manifiestan los "demonios": a través de los pensamientos. Podemos darles otro nombre: “la sombra”, como lo denominaba el psiquiatra Carl Gustav Jung. No son más que nombres. Sin embargo, estamos  hablando de las mismas fuerzas negativas en nuestro inconsciente personal, impulsos del ego que salen de nuestro miedo por sobrevivir. Forman nuestros pensamientos, dan forma a nuestras emociones y determinan nuestras acciones. Como veíamos en una lectura anterior, nacemos como seres humanos frágiles con ciertas necesidades innatas que nos aseguran nuestra supervivencia: seguridad, amor, estima, poder, control y placer. Estas son necesidades valiosas que nos ha dado Dios y que nos permiten sobrevivir en el entorno que Él creó para nosotros.

Inevitablemente, alguna de estas necesidades y, en determinados casos, la mayoría de ellas, no son satisfechas adecuadamente por nuestros padres o nuestros cuidadores, según la percepción que tenemos de los acontecimientos cuando somos niños. De este modo, esta percepción de necesidades que no se han cumplido se convierte en una herida interna que acaba transformándose en una verdadera fuerza "demoníaca" que influye inconscientemente en nuestro comportamiento y en toda nuestra vida. Ya no se habla de una “guerra con los demonios”, pero también para nosotros es importante comprender y reconocer cuáles son nuestros “demonios”. Puesto que puede llegar a ser un proceso doloroso, es fácil entender por qué se consideró que era como una “lucha”.

Cuando éramos niños no podíamos satisfacer estas necesidades esenciales por nosotros mismos; dependíamos de otros para hacerlo. Y esto puede convertirse en un hábito, buscando el cumplimiento de estas necesidades, especialmente las no satisfechas, fuera de nosotros mismos. Como adultos, somos perfectamente capaces de sobrevivir por nuestros propios méritos siempre que, por supuesto, no tengamos impedimentos físicos o mentales. Sin embargo, todavía buscamos cubrir estas necesidades de supervivencia fuera de nosotros mismos. Lo que hemos olvidado es que es el ego el que impulsa la supervivencia; es el ego el que está herido. No es nuestro verdadero Ser. Cuando tomamos conciencia de nuestro verdadero Ser a través de la oración/meditación, también descubrimos que somos amados, que nos sentimos seguros y valorados, que no estamos heridos. Esta comprensión sana, a su vez, al ego herido y nos hace sentir seres completos y "plenamente vivos" , según las palabras de Jesús.

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

 

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