Lo que aprendemos de nuestra meditación diaria es a “mantener la muerte constantemente ante nuestros ojos”. Así lo describió San Benito a sus monjes. Podríamos decir que es para poder enfrentar la impermanencia de la vida, el hecho de que las cosas siempre pasan, no tenemos una ciudad permanente. Las grandes enseñanzas y parábolas de Jesús siguen recordándonos que vivamos en el momento presente, que no intentemos construir falsas seguridades, falsos imperios, que enfrentemos la impermanencia no con miedo, desesperación o rabia, sino que enfrentemos la impermanencia con confianza y fe, para que al enfrentarlo podemos descubrir lo que es inmutable.
Laurence Freeman OSB
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