Marcos 14,1-15
Quienes acompañan a los moribundos dicen que el ingrediente más importante para una buena muerte es el sentido. Y el sentido significa conexión: la sensación de pertenencia, de estar vinculado a otro o a la Otredad misma.
El sentido va más allá de la explicación. Las explicaciones, los dogmas, suenan huecos en esos momentos de encuentro inevitable con la realidad. (¡Cómo hacemos todo por evitarla!) En esas instancias, nos encontramos totalmente indefensos y expuestos ante el tribunal de lo real. El concepto se vuelve verdad, y querríamos huir lo más lejos posible de ella.
Lo que importa es su totalidad, y eso es lo que hace de la Pasión de Cristo algo tan absoluto, un portal para que toda la humanidad entre en la realidad desnuda, pura, indiferenciada. Entonces somos conducidos a una experiencia tan ajena a nuestro ámbito de comodidad y familiaridad que no podemos explicarla ni controlarla.
Simplemente sucede: una pérdida devastadora, una decepción, el derrumbe de expectativas o sueños, un vuelco total de… todo. En esos momentos, nuestra única defensa es el sentimiento de indefensión. Porque, al ser lo único que hay, es lo más auténtico con lo que podemos identificarnos. No solo nuestra debilidad, sino la aceptación de esa debilidad, termina siendo —contra toda lógica— nuestra fuerza y resiliencia. Esto nos transporta del universo del ego —que es un reflejo distorsionado de la realidad— a otro mundo.
Pero, ¿cómo refugiarnos en la impotencia?
Aparece una señal. Una mujer de reputación cuestionable rompe un frasco y derrama un perfume costoso sobre nuestra cabeza. En el otro mundo, podría haberse vendido para financiar el desarrollo sostenible de una organización. Pero en este mundo, se convierte en símbolo. Nos dice que romperpuede ser sanar. Que el sacrificio puede ser homenaje. Que un gesto aparentemente inútil puede transformar la percepción de quien tenga ojos para ver.
Hoy comenzamos a adentrarnos en aquello para lo que nos han preparado estos cuarenta días en el desierto.
Al principio, la meditación nos hace dolorosamente conscientes de cómo el ego secuestra nuestras reacciones y controla nuestras decisiones. Luego nos muestra que podemos cambiar esos patrones que nos encarcelan y reconectar todo el sistema del ego. Ahora empezamos a ver cómo funciona esto.
¿Cuándo fue la última vez que alguien derramó perfume sobre tu cabeza? Como dijo Rumi, el poeta sufí del siglo XIII: «Tú eres una señal, y un buscador de señales; no hay mejor señal que el buscador de una señal».
Este es un extracto de Sensing God de Laurence Freeman, SPCK Publishing - distribución exclusiva para miembros de WCCM.
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