martes

MARTES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA

 Juan 5:1–16


Levántate, toma tu camilla y anda


El hombre sano en esta historia se queja de que nadie lo ha ayudado a medir en la piscina milagrosa cuando el ángel removía las aguas. Ha estado esperando allí durante 38 años estériles: el mismo tiempo que, según el Deuteronomio, los israelitas vagaron por el desierto.


¿Qué símbolo eso? ¿Hay problemas, bloqueos, heridas en ti, en tu carácter, en tu vida, que han estado contigo desde que tienes memoria? ¿Cosas que ya diste por imposibles de superar, pero que aún te causan arrepentimiento, queja o autocompasión? La causa del problema, por más antigua que sea, incrustada en las primeras capas de tu vida, está conectada y sostenida por los efectos de la tristeza o la rabia que ha generado.


Así, quedamos atrapados en un doble cerco: un trauma histórico y un estrés postraumático continuo. El pasado ha inundado e incapacitado el presente, igual que un virus informático que invade y ralentiza el funcionamiento del sistema. Nos sentimos cautivos, y sentimos que nadie parece querer o poder ayudarnos.


El espíritu no puede tolerar tal situación ni desperdicio semejante. Si se le da la más mínima oportunidad, incluso en un breve encuentro junto a una piscina mágica, penetrará a la persona, irá directo al problema y dirá: “Ahora sigue adelante, y llévate contigo esa maldita camilla”.


Eso es lo que está ocurriendo en la meditación.


Este es un extracto de Sensing God de Laurence Freeman, SPCK Publishing - distribución exclusiva para miembros de WCCM.

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