martes

IRA

 Los Padres y Madres del Desierto afirmaban que la práctica fiel de la atención centrada en la meditación/oración llevaba a una mayor conciencia. Y esto significa que, inicialmente, también tenemos más conciencia de nuestro ego herido y de cómo su condicionamiento bloquea la conciencia espiritual de la Presencia de Cristo.

Vemos cuán automática es nuestra respuesta a un estímulo emocional. Y con frecuencia olvidamos que la causa está en nosotros mismos, como refleja esta historia:


Un monje que se sentía muy tenso dentro de la comunidad y, a menudo, se enfadaba y se dejaba llevar por la ira, se dijo a sí mismo: "Voy a irme a vivir solo a algún lugar. Como no podré hablar ni escuchar a nadie estaré tranquilo y así mi ira desaparecerá". Salió de la ciudad y comenzó a vivir solo, en una cueva. Pero un día, cuando llenó su jarra de agua y la colocó sobre el suelo, de pronto, ésta se cayó. La volvió a llenar y de nuevo se volcó. Esto ocurrió una tercera vez y el hombre, furioso, cogió la jarra y la rompió. Al volver a su sano juicio supo que el demonio de la ira se había burlado de él y se dijo: "Volveré a la comunidad. Dondequiera que uno viva, necesita esfuerzo y paciencia y, sobre todo, la ayuda de Dios".

Esta historia nos enseña que la conciencia nos ofrece la oportunidad de no reaccionar de la forma habitual. Cuando el silencio de los periodos regulares de la meditación nos permite escuchar la voz interior del "yo" en lugar del banal parloteo del "ego", comprendemos cuáles son las raíces que condicionan nuestra conducta actual. Nos damos cuenta de que estas respuestas automatizadas y ciegas se desencadenaron en unas circunstancias determinadas y, a menudo, pueden no ser relevantes ya. Una actitud de desapego del comportamiento del "ego", una posición ligeramente distanciada, crea un espacio entre el estímulo y la respuesta, una brecha en la que podemos hacer elecciones sobre cómo reaccionar. Ésta es la verdadera libertad. Podemos romper la implacable inevitabilidad; los patrones fijos pueden aflojarse, las estructuras defensivas habituales pueden eliminarse y una respuesta creativa libre es posible.

Como le ocurría al monje de la historia, nuestras respuestas habituales más fuertes son a menudo la ira o la depresión (como resultado de la represión de la ira). Esto se refleja en la enseñanza detallada de la Tradición del Desierto sobre el "demonio de la ira". Los Padres y Madres del desierto consideraban que una forma de lidiar con la respuesta automática del enfado que nos generan las ofensas de los demás era la virtud de la humildad, de la que hablamos en el texto anterior.

Esto me recuerda la siguiente historia Zen: "Un ermitaño, que vivía en el bosque a las afueras de un pueblo, fue encarado un día por una multitud enfurecida de aldeanos que lo acusaban de haber dejado embarazada a una joven. “¿Así es?”,  fue todo lo que dijo. Cogió a la joven y cuidó de ella. Pasado un tiempo, la joven regresó al pueblo y confesó a sus padres que había mentido: el hijo de sus vecinos, a quien ella amaba, era el padre de la criatura. Los aldeanos regresaron a ver al ermitaño, le contaron la verdadera historia y le pidieron mil disculpas. Todo lo que dijo él fue: “¿Así es?".


Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

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