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LEYENDO LOS EVANGELIOS

 



Orígenes de Alejandría (año 185), considerado uno de los Padres de la Iglesia oriental, fue nombrado Jefe de la Escuela Catequética de Alejandría a la edad de 17 años. Recibió una exquisita educación en sabiduría griega, judía y cristiana y se caracterizó por su gran erudición y su talento como maestro. En su obra más importante, “Sobre los principios”, describe de forma metódica como realizar una lectura pausada, profunda y atenta de las Escrituras.

Enfatiza en que hay cuatro niveles de lectura de las Escrituras. El primer nivel sería el de quedarnos en el significado literal del texto, es decir, concentrándonos en el contexto superficial. Aunque considera este nivel de lectura valioso en sí mismo, Orígenes insiste en que debemos ir más allá de la superficialidad y adentrarnos en una comprensión moral de lo leído. Y en un nivel más avanzado, nos anima a descubrir el significado metafórico del texto. Esta lectura nos llevaría a un nivel aún más profundo en el que nos enfrentaríamos directamente con la esencia, el espíritu del texto. Esta forma de relacionarse con las Escrituras llegó a denominarse –desde Orígenes- como la disciplina de la “Lectio Divina”.  

Según Orígenes, el verdadero sentido de este nivel profundo de lectura del Evangelio puede llevarnos a ideas súbitas: de hecho, puede conducirnos al encuentro con Cristo resucitado, con la Palabra, a una experiencia verdaderamente mística. Indudablemente, este “encuentro” o experiencia mística tiene un profundo efecto en la persona pues transforma su visión de la realidad. A través de esta experiencia sabremos quién es realmente Jesús y cuál es el sentido que tiene para nosotros y para toda la humanidad. Lo que leemos no sólo nos ayuda a comprender la naturaleza esencial de Jesús, sino que aquello que nos resuena interiormente también nos hace conscientes de nuestra propia naturaleza esencial. Por ello, la verdadera comprensión de las Escrituras conduce a la comunión con nuestro verdadero ser y con el Cristo que habita en nuestro interior.

En la tradición benedictina hubo un claro compromiso con este tipo de lectura del Evangelio. Primeramente se realizaba la “Lectio”. En tiempos de San Benito, la lectio consistía en escuchar un texto leído durante los servicios: pues no todos los monjes o monjas sabían leer. Después se realizaba la “Meditatio” en silencio. Por eso se consideraba que cada persona saboreaba el texto en su propio tiempo. En el transcurso de la meditatio, la persona podía sentir una resonancia especial con alguna frase o palabra concreta que daría como resultado una oración espontánea u “Oratio”. Y esta experiencia, a su vez, podría conducir a una profunda contemplación silenciosa de oración.

Esta disciplina es tan válida actualmente para nosotros como lo ha sido en épocas anteriores. A menudo, la práctica de la meditación nos permite leer las Escrituras de una manera profunda y ello, a su vez, nos conduce a un mayor autoconocimiento, al conocimiento de Cristo y como consecuencia, a una oración más profunda que transforma nuestras vidas. Laurence Freeman escribe en su libro “Jesús, el Maestro Interior”: ”Por meditación me refiero no sólo al trabajo de la oración pura, sino al autoconocimiento de todos los aspectos de la vida al que nos conduce”.

Sólo cuando sabemos quiénes somos realmente, hijos de Dios, podemos experimentar en el profundo silencio interior quién es Cristo, quién es Dios.

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

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