( La nueva santidad ) nos permite vislumbrar el proceso de reforma que emerge cuando las viejas estructuras se derrumban. Genera confianza para enfrentar el poder negativo de la oscuridad como vemos, no solo su capacidad para crear caos, sino, lo que es más importante, la superficialidad y la falsedad inherentes: la negación flagrante de la verdad, el ojo por ojo y la política del diente por el diente que daña la justicia, la deshonestidad de la prosperidad-predicación que blasfema contra lo que es Santo.
¿Qué nos permite comprometernos en el camino de la verdad y renovar el don de nosotros mismos? ¿Cómo podemos comenzar un buen trabajo y lograr evitar que el ego lo haga cambiar de dirección? Descubriendo la verdadera naturaleza del amor. No podemos encontrarlo sin adentrarnos en el desierto de la soledad, renunciando a la posesividad y venciendo el aislamiento. Con el tiempo este es el trabajo de la contemplación que nos lleva, a través del fracaso, a la humildad. [...] La meditación restituye la sabiduría perdida del vínculo entre la ascesis -la práctica de la disciplina de la atención hacia el otro- y el amor. Este es el acorde que habíamos perdido en la música de la humanidad y que debemos recuperar. De manera muy sencilla y directa aprender a meditar nos enseña que para encontrar necesitamos perder.
Para conocer la verdad, que nos libera del engaño, debemos vernos a nosotros mismos en los demás y a los otros en nosotros mismos. Jesús repite que no hay nada que temer en esto. Incluso Rumi entendió esto cuando escribió: "En la ruina del dolor insoportable, yace el diamante de la pasión divina que puede resucitar a los muertos".
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Extracto de "Queridos amigos" de Laurence Freeman OSB en el boletín Meditatio de enero de 2020 en wccm.org, página 5
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