No podemos aprender a estar quietos sin aprender a amarnos a nosotros mismos. Aprendemos a través de la quietud de la meditación, a tratar nuestra propia ira con compasión, nuestra propia irritabilidad con compasión, nuestro propio juicio con compasión, tolerancia y no violencia. Llegamos a comprender vagamente, al entrar en la escuela del amor, que este amor de sí mismo lleva al amor a los demás y al amor de Dios, y que este es un solo amor. Es la misma realidad.
Laurence Freeman OSB
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