jueves

LA TOTALIDAD DE DIOS

Extracto del libro “MOMENT OF CHRIST” de John Main OSB (Nueva York: Continuum, 1998), págs. 83-85.


Como todos sabemos por experiencia propia, lamentablemente, nos distraemos con mucha facilidad.

El amor de Dios nos es dado a cada uno de nosotros de forma generosa, libre y universal. El amor de Dios fluye en nuestros corazones como una gran corriente. Sin embargo, nos ocurre como a Marta en el relato del evangelio: estamos siempre ocupados con multitud de tareas. Tenemos que aprender y es fundamental que lo hagamos, que sólo una cosa es necesaria, porque sólo una cosa es. Todos nosotros debemos, por tanto, abordar nuestra propia falta de disciplina. Debemos llevar nuestras inquietas mentes errantes hacia la quietud. Una de las primeras y más valiosas lecciones de humildad que recibimos es darnos cuenta de que llegamos a la sabiduría y a la quietud dejando atrás las distracciones sólo a través del don de Dios. Su oración es su gran regalo para nosotros. Todo lo que tenemos que hacer es prepararnos a nosotros mismos. Y esto lo hacemos cuando entramos en el silencio para llegar a la infinitud de Dios.

Es como si el misterio de Dios fuera un maravilloso diamante multifacético. Cuando oramos hablando o pensando en Dios estamos respondiendo a una de esas caras del diamante, pero cuando entramos en el silencio, es decir, en su presencia, respondemos al misterio que llamamos Dios como un Todo.

La maravilla de esto es que somos nosotros de forma íntegra los que respondemos a la totalidad del misterio de Dios. No es sólo nuestro intelecto, nuestras emociones, nuestra dimensión religiosa o nuestro lado secular. Todo cuanto somos responde al Todo que es. Esa es la experiencia de la oración cristiana.

La gente suele preguntarse: ¿cómo es la experiencia de la oración? ¿Qué sucede? ¿Qué se siente? Es como el silencio: un silencio de paz, un silencio de presencia y un silencio cada vez más profundo. El camino hacia ese silencio requiere mucha paciencia, mucha fidelidad y, en nuestra tradición de la meditación, requiere aprender a recitar con perseverancia nuestro mantra.

Como dijo Juan Casiano, el mantra contiene todo lo que la mente humana puede expresar y todo lo que el corazón humano puede sentir. Esta breve palabra nos traslada al silencio, que es el silencio de la energía creativa. Cuánto tiempo nos llevará esto es algo que no nos concierne a nosotros. “Para el Señor, mil años son como un día” (2 Pedro 3,8). Lo único importante es que ya estamos en el camino.

Carla Cooper

Traducido por WCCM España

 

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