Si en el evangelio de Lucas (6,20-23) las bienaventuranzas se referían a situaciones -de pobreza, de hambre, de llanto-, Mateo las transforma en actitudes, es decir, en opciones sabias que garantizan vivir con acierto y sentido.
En concreto, cada una de las ocho bienaventuranzas recogidas en este evangelio aborda y responde a un cuestionamiento humano fundamental: seguridad, dolor, fuerza, deseos, amor, paz, coherencia, fidelidad. Siguiendo el orden de las mismas, podrían enumerarse, de modo sintético, tanto los cuestionamientos como las respuestas que proponen:
1ª ¿Dónde pones tu seguridad? Serás feliz cuando comprendas que no eres el yo; cuando no te identifiques ni te reduzcas a él.
2ª ¿Qué haces con el dolor, el tuyo y el de los demás? Serás feliz cuando te reconcilies con la realidad del dolor y lo vivas con sabiduría.
3ª ¿Dónde sitúas la fuerza? Serás feliz cuando no pretendas controlar todo.
4ª ¿Qué haces con los deseos? Serás feliz cuando te liberes del apego.
5ª ¿Para qué vives? ¿Para el amor o para tu propio gusto y tu propia imagen? Serás feliz cuando vivas el amor y la entrega.
6ª ¿Dónde encuentras la paz?, ¿cómo la construyes? Serás feliz cuando encuentres en ti el lugar de la paz.
7ª ¿Eres coherente con tu vida?, ¿eres una persona íntegra? Serás feliz cuando vivas en transparencia.
8ª ¿Qué guía tu vida: la fidelidad o la conveniencia? Serás feliz cuando seas fiel a ti mismo/a.
Es significativa la convergencia de las personas sabias a la hora de formular sus propuestas. Hasta el punto de llegar a utilizar las mismas palabras. No es extraño: toda propuesta sabia nace de la comprensión. No de un mero “entender” mental o conceptual, sino del “comprender” experiencial o vivencial que nace del silencio de la mente y, gracias a él, del saboreo de lo que somos.
Solo la comprensión puede orientar nuestra vida. Por cierto, el término “orientar” significa guiar hacia oriente, hacia el este, es decir, al lugar de la luz. Por eso es el camino que nos permite “volver a casa”.
Enrique Martinez Lozano
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