Extracto de “El Corazón de la Creación” de John Main OSB, (Nueva York: Continuum, 1998) Pág. 74-75.
El desapego no es una disociación de uno mismo o una evasión de los problemas o las responsabilidades. No implica una negación de la amistad, del afecto o incluso de la pasión. El desapego es, en esencia, el desapego de la autopreocupación, del frecuente e inconsciente estado de la mente que pone el “yo” en el centro del universo. El desapego hace posible el amor porque el amor sólo es posible si nos olvidamos de nuestra propia preocupación, si abandonamos nuestro aislamiento y nos liberamos de nuestra autocomplacencia y de utilizar a los demás para nuestros propios intereses.
Pero sobre todo, y ésta es la lección más importante que aprendemos en la meditación, el desapego es la liberación de la ansiedad que padecemos por la supervivencia de nuestro ego. La vida nos enseña a todos que amar implica, en esencia, abandonar nuestro propio ser en la realidad más amplia del otro, de los demás, de Dios. El desapego del egoísmo nos libera para el amor, de manera que ya no estamos dominados por el instinto animal de nuestra propia supervivencia. El desapego exige la plena confianza humana: la confianza en el otro; en ambos, en el otro y en Dios. Requiere la voluntad de dejar ir, de renunciar a controlar, y exige la fuerza de ser.
En la meditación, aprendiendo a decir continuamente el mantra, aprendemos a confiar, aprendemos a ser. De hecho, el gozo de la meditación es que es una celebración de ser, una celebración de pura alegría por recibir la vida como un regalo y hacer lo que Blake llamó “besar la alegría según pasa”. La oración no es poseer, ni controlar, sino pura celebración de ser.
Llegamos a esta celebración porque la meditación nos lleva al centro, al punto de quietud. En cada persona existe un punto de quietud que es el mismo y no exclusivamente él. La meditación nos enseña que sólo hay un verdadero centro, que es el centro de todos los centros.
Esto es lo estamos aprendiendo en la meditación, de nuevo fuera de nuestra propia experiencia, en la profunda unidad del ser, la unidad que está en nosotros y la unidad en la que está nuestro ser. El compromiso que tenemos en la meditación es conseguir desapegarnos de la propia consciencia y preocupación, a través de la fidelidad al mantra y a la práctica del silencio durante dos sesiones al día. El tiempo de meditación, entonces, llega a ser progresivamente más sencillo, más gozoso y más centrado. Y nuestras vidas, que están cambiando profundamente gracias a la meditación, nos revelan a través de la propia experiencia lo que significa que “Dios es Amor”.
Carla Cooper
Traducido por WCCM España
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