jueves


 La meditación tiene que ver con el desapego. Y en nuestro vocabulario religioso occidental, no hay palabra tan mal entendida como la palabra desapego. La meditación podría presentar problemas inusuales o complicaciones a la gente por esta palabra. Podría parecernos, generalmente, que el desapego significa una especie de helada indiferencia platónica, y esto es algo que nos desanimó a la mayoría de nosotros cuando nos encontramos con la palabra entre muchos abucheos espirituales del pasado cuando hablábamos de la vida cristiana desde una visión del desapego en gran medida negativa o represiva.


Sin embargo, creo que el desapego es la lección más importante que nos enseña la meditación hoy a hombres y mujeres occidentales, afectados por esta cultura religiosa a menudo mal enfatizada.

El desapego no es una disociación o una evasión a tus problemas o a tus responsabilidades. No es una negación a la amistad, al afecto, o incluso, a la pasión. El desapego es, en esencia, el desapego a la auto-preocupación, de esa frecuente mente inconsciente que me pone al centro de toda la creación. 

El desapego es igualmente relacionado con el compromiso de la amistad, a la hermandad perdurable, a un auto-trascendente Amor inalcanzable. El desapego hace posible al Amor porque el Amor solo es posible si nos desapegamos de la auto-preocupación, si nos salimos del auto-aislamiento, si nos liberamos de la autocomplacencia. Es el desenganchamiento que nos libera de la autocomplacencia. El desenganchamiento relacionado con el desapego es usar a otra gente para mis propios propósitos. Pero, sobre todo, y esto es la lección importante que tenemos que aprender en la meditación, el desapego es la liberación de la ansiedad que tenemos sobre nuestra propia sobrevivencia en sí. 

La vida nos enseña que el Amor es en esencia perdernos en la gran realidad del otro, de otros y de Dios. El desapego de nuestro auto-centralismo nos libera por el Amor para que ya no estemos dominados por la búsqueda animal de la sobrevivencia. El desapego requiere confianza humana plena: confiar en el otro, también en los otros y en Dios. Requiere la voluntad de dejar ir, de renunciar al control y dejar ser.



 
John Main, OSB
Del libro: The Heart of Creation
Canterbury Press, 2007
Traducido por Lucía Gayón

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