jueves

UNA REALIDAD PRESENTE

 


 Alguien alguna vez argumentó que no había necesidad de moralidad ni de conciencia si no tuviéramos un sentido de futuro. Si pudiéramos ver solamente el presente y viviéramos completamente en el momento actual, alcanzaríamos la bondad aquí y ahora, porque no tendríamos la posibilidad de posponer el momento de conversión a un tiempo futuro indefinido. Tal vez parte de la explicación del fenomenal impacto religioso que tuvo el judaísmo en el mundo sea que en lenguaje hebreo no había tiempo futuro. Este sentido de la presencia eternamente presente de Dios invade tanto al Antiguo como al Nuevo Testamento. A Moisés, Dios se describe llamándose así mismo “Yo soy el que soy”. Luego añadió: “Tú hablarás así a los israelitas: “Yo soy, me envió a Ustedes” (Éxodo, 3, 14) Jesús no solo predicó el Reino de los cielos como actualmente presente entre los seres humanos, sino que dijo de sí mismo: “Antes que fueran los profetas Yo soy” (Jn. 8,56) Este sentido de la presencia actual del Reino cubre todo el testimonio que un Pablo proclamó: “Este es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación” (2 Cor. 6,2) . Ahora leamos las primeras palabras del primer párrafo del quinto capítulo de la Carta a los >romanos y prestemos especial atención al tiempo que usa: “Justificados entonces por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestros Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracias en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios “(Rom. 5,1-2). El efecto principal de este pasaje, como verán, es llevar nuestra atención en la que estamos ahora, al transportar nuestras mentes a una concentración estable en el momento presente. El extraordinario dinamismo de estas palabras, y de todos los escritos de San Pablo, nos dicen que la maravilla, el esplendor, la inimaginable realidad de nuestra condición aquí y ahora son tan sobrecogedores que apenas podemos mantener nuestra concentración estable. Se nos ha permitido entrar en la esfera de la gracia de Dios, en donde ahora estamos. Jesús ha abierto el camino por nosotros y, a través de su propia experiencia, nos ha incorporado en su estado presente, que es su comunión gloriosa con el Padre en su vida resucitada, vida que ahora penetra la totalidad de la Creación. Nos posicionamos en la esfera de la gracias de Dios porque estamos donde Ël está, y Ël está donde nosotros estamos. Nosotros estamos en ËL y su Espíritu está en nosotros. No obstante, el pasaje que señalé termina con estas palabras: “Exaltémonos en la esperanza del divino esplendor que esta destinado a nosotros”. ¿Por qué parecemos haber pospuesto hasta ahora nuestra entrada en la gracias de Dios? ¿Esta es la retórica de San Pablo haciéndonos tropezar, llevándolo a contradecirse a sí mismo? No, lo que él está diciendo es lo que Dios dijo: “El Reino de los Cielos está entre Uds. está en vuestro interior” Pero deben ser conscientes de ello. Deben de permitir que vuestra conciencia se expanda y evolucione. Ya estamos en la esfera de la gracia de Dios porque el Espíritu ha sido enviado a nuestros corazones. Al haber sido creados a imagen y semejanza de Dios somos llamados a la autoconciencia. Nosotros, por nosotros mismos, debemos de hacernos autoconscientes de lo que Jesús ha alcanzado para nuestro bien. Debemos tomar conciencia de las personas que somos. Éste es el propósito de la meditación, conducirnos a una conciencia plena de quiénes somos y en dónde estamos, para dejar de rondar por los reinos de la eterna postergación. Debemos aterrizar en la realidad concreta del momento presente en donde se nos revela nuestro esplendor divino. Tenemos que permanecer en quietud. Debemos aprender a prestar atención en forma estable y continua a la realidad de nuestra existencia en el aquí y ahora. Pere de Caussade lo llamó: “el sacramento del momento presente”, y es ahí a donde nos conduce el mantra, a la plena conciencia del esplendor divino en el eterno presente. El mantra es nuestro sacramento del presente.

JOHN MAIN OSB

GRACIAS WCCM MEXICO

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