Extracto de “Mis queridos Amigos” de Laurence Freeman OSB, Newsletter de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana (Vol. 33, Núm. 1 Abril 2009).
“La distinción entre función y persona”, dijo Dietrich Bonhoeffer, “es totalmente ajena a la enseñanza de Jesús”. La verdad es personal y sólo puede entrar en el mundo cuando ha conquistado el corazón humano. Y lo personal es puesto a prueba en la vida diaria. Quizá ésta sea una de las razones por la que somos tan curiosos con la vida privada de los famosos. Pensamos que les conoceremos mejor o que nos acercaremos más a ellos si sabemos cuáles son sus secretos, sus gustos mundanos y sus rutinas cotidianas.
Sin embargo, apenas conocemos estos aspectos de la vida de aquellos maestros espirituales que han contribuido a la evolución de la humanidad y que realmente han transformado la mente del hombre. Confiamos en ellos y en la transmisión de la verdad que ellos representan por su autenticidad personal y no por sus “diarios”. Esta peculiar y poderosa autoridad de los verdaderos maestros nos permite creer en ellos y poner en práctica sus enseñanzas.
Autoridad personal no es lo mismo que fuerza institucional. Para muchas personas de hoy en día la autoridad dogmática del cristianismo está siendo minada por la insistencia continua de la ortodoxia: “tienes que creer esto, si quieres ser uno de nosotros”.
Podemos aceptar esto, igual que un niño o un adulto inmaduro, porque nos ofrece la seguridad de pertenecer a un grupo de convicciones firmes y nos disipa el miedo a ser rechazados o a quedarnos solos. Pero cuanto más analizamos la idea de que la creencia pueda ser impuesta, más absurda nos parece.
La creencia en cualquier verdad revelada crece a través de un proceso que incluye tanto la experiencia personal como la confianza en la autenticidad del maestro. Esto no quiere decir que los dogmas del cristianismo no sean importantes, sino todo lo contrario: son tan valiosos que no pueden ser reducidos a fórmulas fijas elaboradas en patrones lingüísticos que nunca se modifican. No son tarjetas de invitación o visados para entrar en el Reino de los Cielos.
Los dogmas necesitan crecer en el terreno de la vida diaria como la semilla del mismo Reino. La verdad crece en nosotros, así como también nosotros crecemos en relación a la verdad. Cualquier institución, ya sea política, educativa o religiosa que no acepte esto acabará perdiendo la confianza de sus miembros. La buena fe significa tanto confianza como creencia.
Carla Cooper
Traducido por WCCM España
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