Somos la imagen de Dios, y esta imagen de Dios se hace magníficamente visible en Jesús, Jesús que nos refleja quiénes somos realmente. Él es el espejo, por así decirlo, de nuestro verdadero yo, la imagen del Dios invisible como lo describe San Pablo. La meditación nos enseña constantemente que debemos dejar ir a Dios, el Dios de nuestras mentes, el Dios de nuestros conceptos, para poder amar a Dios. Esta es una lección que aprendemos a través de todas las relaciones humanas. Para amar hay que dejarse llevar: hay que ir más allá de la imagen de la otra persona que pueda haberse formado en nuestra mente para encontrar la realidad. Y una relación sólo puede ser profunda y duradera si vamos más allá de la imagen hacia la realidad, si dejamos ir a la persona que amamos. No podemos estar unidos sin esta experiencia de renuncia,
Laurence Freeman OSB
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