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EL CRISTIANISMO EN ORIENTE Y OCCIDENTE


 

Este importante resurgir de la oración contemplativa cristiana se prolongó durante casi dos siglos en los desiertos de Egipto, Palestina y Siria. Juan Casiano fue quien la introdujo en Occidente a principio del siglo V. Fundó dos monasterios en Marsella, en el año 415, uno para mujeres y otro para hombres.

A través de sus obras “Instituciones cenobitas” y “Conferencias” transmitió su conocimiento y experiencia sobre las primeras comunidades cristianas del desierto y de lo aprendido, especialmente de Evagrio. En los escritos de Juan Casiano fue donde John Main encontró la meditación: una disciplina para calmar la mente con la repetición de una breve fórmula o frase de oración (Salmo 69). Más adelante, San Benito citó a Casiano con frecuencia en su “Regla” y animó a sus monjes a que leyeran las Conferencias de Casiano diariamente. Pero a finales del siglo VI, esta práctica que conduce a la contemplación se convirtió en clandestina durante la Edad Oscura que precedió a la migración de los grupos germánicos y la desintegración del Imperio Romano Occidental. Se convirtió en competencia exclusiva de unos pocos místicos floreciendo y extendiéndose algo más durante ciertos períodos de agitación e inseguridad. Hasta que en nuestro siglo, John Main redescubrió este camino de oración y lo difundió como apropiado para todos.

Sin embargo, en Oriente, este camino de oración continuó alimentando la espiritualidad de la Iglesia Ortodoxa. Las enseñanzas de los monjes del desierto del siglo IV, escritas por Evagrio y Diadoco de Fótice entre otros, continuaron ejerciendo gran influencia, especialmente su exhortación a “orar continuamente” repitiendo una frase corta. Esta forma contemplativa de oración fue conocida por primera vez como la “Oración del Nombre”; después, como la “Oración del Corazón” y, eventualmente, se convirtió en la “Oración de Jesús”.

Los orígenes de la “Oración de Jesús” en sí mismos se remontan a los Evangelios:

Bartimeo el ciego, grita y repite: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” (Marcos 10,47) y el publicano que dice “¡Oh Dios, ten misericordia de mí, pecador!” (Lucas 18, 10-14), es alabado por Jesús.

Los teólogos más famosos que enseñaron la “Oración de Jesús” fueron San Simeón el Nuevo Teólogo (s. X), San Gregorio Palamás (s. XIV), San Nicodemo de la Santa Montaña y San Serafín de Sarov (s. XVIII) y San Teófanes el Recluso (s. XIX).

La “Oración de Jesús” fue llevada por los misioneros griegos a Rusia, donde en el siglo XX la traducción de la “Filocalia” y la obra anónima clásica del siglo XIX de la espiritualidad ortodoxa rusa “El peregrino ruso”, llamaron de nuevo la atención de Occidente hacia esta manera de orar. Igual que la visión de John Main, se convirtió en una forma de orar para la gente común, en todos los ámbitos de la vida, en lugar de quedar restringida a unos pocos místicos.

Es hermoso comprobar cómo de una misma fuente, la Espiritualidad del Desierto y especialmente las enseñanzas de Evagrio, surge una forma de oración que actualmente es considerada por el cristianismo occidental y oriental como una verdadera forma de oración para los cristianos comunes.

Kim Nataraja

Traducido por WCCM España

 

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