Hoy en día vivimos en un mundo muy inestable. Parte de ello es que nosotros, personalmente, no estamos muy arraigados y como resultado, hay mucha gente inestable, insegura, e incierta. La visión inicial del cristianismo era ver la vida como algo triunfantemente bien arraigado. San Pablo habla constantemente de que nuestras vidas deben estar arraigadas a Cristo, arraigadas en Él, fundadas en Él.
Pero desde entonces la historia se ha visto sujeta a muchas presiones sociales. Por ejemplo, la presión de la moda que engendra el deseo de conformar a una imagen externa y que la gente espera eso de nosotros. Aún si la imagen es conformista o no-conformista, nos convierte en esclavos forzados del deseo de complacer. Muchas veces no podemos ser nosotros mismos porque no nos experimentados como arraigados en algo real, con una identidad sólida de nuestra elección. Desde luego, causa y efecto se confunden en este mundo. Cuando el mundo es inestable, esto tiene como consecuencia relaciones pobres. Si no estamos seguros de nosotros mismos, entonces es muy difícil salir y encontrar a otros y amarlos. Y como no sabemos qué pensamos de nosotros mismos, estamos siempre tratando de adivinar lo que los otros piensan de nosotros. Si nos vemos como insignificantes, buscamos la fama y envidiamos a aquellos que la tienen. Pero la visión cristiana tiene un entendimiento diferente a ofrecer sobre lo que significa ser humano, incluso hoy.
La idea de San Pablo de vivir nuestras vidas “en unión” con Cristo significa que podemos estar firmemente arraigados en la realidad. Como lo decía San Juan Climacus, “no nos importa si el mundo nos alaba o nos critica”, porque estamos arraigados a lo que es, en aquel que es. Si estamos arraigados en el Amor, todo lo que nos importa es el Amor. No nos preocupa el tratar de proyectar una imagen correcta de nosotros y, sobre todo, no estamos tratando de ser aceptados por otros.
La verdad que conocemos, y la conocemos con absoluta certeza, es que somos “aceptados”. La verdad, y esta verdad está abierta para que todos descubramos que somos infinitamente amados. De nuevo, debemos de experimentar esto por nosotros mismos. Nuestro escepticismo moderno traiciona a nuestra habilidad de confiar. Detrás de eso, está la erosión de la creencia causada por la falta de experiencia personal. Cuando el hilo entre la creencia y la experiencia se torna muy delgado, nos quedamos en un punto de quiebre.
Por lo tanto, debemos de conocer nuestro valor real y amable con la confianza personal que nace de la experiencia y que florece en nuestro corazón. Esta es la razón a lo que nos lleva el peregrinaje de la meditación. Cuando meditamos enfocamos la atención a lo que es y a lo que es esencial. La esencia de lo que significa estar vivo en relación a nuestra unión con nuestro creador. La esencia de la visión cristiana es que el Espíritu de Dios habita en nuestro corazón. Es el espíritu de la compasión, de la comprensión, del perdón y del Amor. En la meditación nos experimentamos como amados, como perdonados y como aceptados – no solo medio aceptados. Cuando conocemos esto en relación a Dios no vamos por ahí prestándonos y tratando que los otros nos acepten.
John Main, OSB
Del libro: The Heart of Creation
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