Cartas Espirituales de John Main OSB, (Norwich: Canterbury, 200), págs. 127-128.
El don de la visión es la maravilla de la creación. Estamos capacitados para ver la realidad dentro de la cual vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. No se trata de un regalo que podamos tener, sino que es el regalo que estamos recibiendo continuamente. Al devolverlo, al dejarlo ir, lo recibimos de nuevo con más plenitud. Por eso, cuanto más meditamos, más lo hacemos sin exigencias, ni expectativas. Saber que Dios nos ha creado para participar en el ser va tomando forma en nosotros sin que seamos conscientes de ello. La luz de la consciencia en la que nos expandimos se hace plena por caminos por los que la oscura autoconsciencia del ego nunca podrá serlo.
Para quienes caminan humildemente por esta peregrinación de la oración hacia la luz, éste es el conocimiento esencial que necesitan. El conocimiento es la experiencia. También lo es la Palabra que una vez pronunciada hace consciente a quien la escucha.
Nos saca de anticuados y rígidos patrones y nos invita a respirar más profundamente en la realidad que se expande y a situar nuestro centro de consciencia más allá de la auto-preocupación. Se trata de descubrir que nuestro centro está en Dios.
Lo de menos es cómo hemos llegado a este viaje. Lo importante es que lo comencemos. Y para comenzarlo debemos entrar, de alguna manera, en un verdadero compromiso. Ese momento de entrega, de rendición del ego, es la fisura que se abre en la pared del ego que, por fugaz y pequeña que sea al principio, permite que penetre la luz. La luz fluirá cada vez con más fuerza hasta traspasar lo que bloquea la traslucidez de esa pared.
Ese momento de compromiso está siempre disponible para nosotros. No es un ideal ausente, una posibilidad teórica, sino que es siempre una realidad presente accesible a través de la fe. La pregunta es: ¿estamos lo suficientemente presentes para verlo, para escuchar la invitación y responder a ella? Cada momento es el momento porque cada instante está lleno de significado divino. "El ahora es el momento adecuado". Todo el tiempo es el "momento de Cristo". Como un amante, como un jardinero, Dios espera con paciencia nuestra respuesta, nuestro crecimiento.
Carla Cooper
Traducido por WCCM España
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