Durante las últimas semanas hemos estado viendo algunos de los aspectos esenciales de la meditación. Todos se basaban en las enseñanzas de la Iglesia primitiva y, especialmente, en las enseñanzas de Evagrio, el maestro de Juan Casiano y uno de los Padres del Desierto más influyentes.
Pero, ¿qué fue lo que llevó a los primeros cristianos a retirarse al desierto en el siglo IV d.c., inicialmente en torno a Alejandría y posteriormente a Palestina y Siria? Fue el deseo de llevar una vida auténticamente cristiana basada en las enseñanzas de Jesús y, por tanto, en la profunda oración contemplativa. Pero seguir verdaderamente a Cristo también se veía como seguirle hasta la muerte: el “martirio” era una motivación importante. “La Vida de Pacomio” describe el efecto que los mártires tenían en la fe de los cristianos y en la vida que estos querían llevar: “la fe aumentó mucho en las iglesias de todas las tierras, y comenzaron a aparecer monasterios y lugares para ascetas porque aquellos primeros monjes habían visto el sufrimiento de los mártires”.
Desde que Constantino adoptó el cristianismo, cesó la persecución. Aquellos que elegían retirarse al desierto, decidieron irse allí y renunciar a todo lo que era considerado esencial en la vida –familia, matrimonio, propiedades, un rol activo en la sociedad– como un martirio alternativo, un martirio “blanco”, en oposición al martirio “rojo” de los verdaderos mártires. Es más, Constantino destinó dinero a construir iglesias y mantener económicamente a los obispos, un hecho que cambió el carácter de la Iglesia en esos primeros tiempos.
San Juan Crisóstomo expresó su consternación de manera bastante contundente en sus “Homilías en Efeso”: “Han caído sobre las iglesias abundantes plagas de secreta maldad. Los principales despachos se han convertido en mercados. La riqueza excesiva, el inmenso poder y el lujo están destruyendo la integridad de la Iglesia”.
Algunos cristianos comprometidos no sólo estaban turbados por la cambiante postura del cristianismo, sino que también estaban horrorizados ante la creciente decadencia de la sociedad: “La sociedad era considerada (por los Padres del Desierto) como un naufragio del que cada individuo tenía que escapar para salvarse” (Thomas Merton).
Esto supuso otro estímulo más para que partieran a vivir el mensaje bíblico en la soledad del desierto egipcio con la frase de San Pablo como su regla de vida: ”No os conforméis a este mundo sino sed transformados por la renovación de vuestras mentes” (Romanos 12,2).
No obstante, la necesidad de retirarse e intensificar la práctica espiritual no sólo fue una reacción a la situación en la que se encontraron los primeros cristianos; también parece ser un desarrollo natural que ocurre a lo largo del tiempo.
Kim Nataraja
Traducido por WCCM España
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