¡Debemos de tener cuidado con los superlativos! Debemos tener cuidado con nuestro propio entusiasmo pues si usamos demasiados superlativos podríamos olvidar la humildad de la tarea, lo ordinario del camino. Lo ordinario es simplemente que cada mañana y cada tarde de nuestras vidas, nos enfoquemos, nos recojamos. Nos volvemos conscientes, nos volteamos en dirección al centro divino y nos enfocamos. Y lo hacemos con la simple repetición de nuestra palabra. Desaparecemos todas las imágenes que pueden construir un muro entre nosotros y la realidad, rompiendo todos los símbolos y permitiendo que la pura y brillante luz de la realidad, la luz clara del Espíritu de Dios brillando, como lo dice San Pablo, en nuestros corazones, para que sea la suprema realidad para nosotros.
jueves
LA VENTANA DE LA CONCIENCIA
Esta tarea no es tan difícil para nosotros. No tenemos que recorrer mares para encontrarla. No tenemos que pedirles a otros que lo hagan por nosotros. Esta realidad está muy cercana a nosotros. Está en nuestro corazón si solo nos tomamos la molestia de buscar primero el Reino de Dios, el Reino que ya está en nuestro corazón. Es este el Reino de Dios que Jesús mismo estableció en nuestros corazones y que requiere simple fidelidad. Es, entre otras cosas, lealtad al sentido común; el sentido común que nos dice que debemos retornar constantemente a beber, beber profundamente, de la fuente de la vida. Al beber profundamente toda nuestra vida se enfoca como una consecuencia. Una vez que estemos enfocados al centro divino nada de la vida o de la muerte es obscuro.
San Pablo tiene una maravillosa descripción de esta experiencia:
´Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.´ (Rom 12:1-2).
Esta es una maravillosa descripción de la meditación. ´”Mantengamos nuestras mentes, para que sean rehechas.” Repetir el mantra es, como si estuviéramos limpiando la ventana de la consciencia para que nuestra consciencia se llene de su Amor que nos transforma. Lo que transforma toda nuestra naturaleza y que nos ilumina es que, al ser transformados, buscamos lo que es bueno y perfecto y la voluntad de Dios se ve clara.
John Main, OSB
Del libro: The Heart of Creation
Canterbury Press, 2007
Traducido por Lucía Gayón
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