miércoles

 




Extracto de “EL CORAZÓN DE LA CREACIÓN”: La Meditación, una forma de liberar a Dios en el mundo (Norwich: Canterbury 2007), págs 10-11.


La meditación y el constante regreso a ella, cada día de nuestra vida, se asemeja a ir trazando un camino a la realidad. Una vez que sabemos cuál es nuestro lugar, comenzamos a ver todo bajo una luz nueva porque nos hemos convertido en quienes realmente somos. Y, convirtiéndonos en quienes somos, podemos ver todo tal cual es y, así, podemos ver a los demás como realmente son. Es a través de la experiencia y de la práctica como aprendemos a estar enraizados en nuestro ser esencial. Aprendemos que estar enraizados en nuestro ser esencial es estar enraizados en Dios, el autor y principio de toda realidad. Al acceder a la realidad y convertirnos en quienes somos quedamos liberados de todas las imágenes que constantemente nos inundan. No tenemos que ser la imagen que otros tienen de nosotros, sino simplemente ser la persona real que somos.

Meditar es exigente. Debemos aprender a meditar tanto si nos apetece como si no, tanto si llueve como si nieva o brilla el sol, independientemente del día que tengamos. En la visión cristiana de la meditación, perspectiva adquirida a partir de las palabras de Jesús, encontramos la realidad de la gran paradoja que Él enseña: si queremos encontrar nuestras vidas tenemos que estar dispuestos a perderlas. Eso es exactamente lo que hacemos al meditar. Nos encontramos a nosotros mismos porque estamos dispuestos a abandonarnos en las profundidades que, como pronto llegamos a comprender, son las profundidades de Dios.

Reflexiona sobre estas palabras de la primera carta de San Juan sobre el viaje de tu vida:

Nuestro tema es la palabra de vida. Esta vida se hizo visible; nosotros la vimos y somos testigos de ella; nosotros aquí y ahora te anunciamos la vida eterna que habitaba en el Padre y que fue hecha visible para nosotros. Te anunciamos a ti lo que hemos visto y oído, para que unidos tú y nosotros podamos compartir, en una vida en común, la vida que compartimos con Dios. Este es el mensaje que escuchamos de Él y que te transmitimos a ti: Dios es luz y en Él no existe la oscuridad” (1 Jn 1, 1-5).

Nuestra misión como cristianos es llegar a esa luz y así abandonar definitivamente toda oscuridad. El camino a esa luz es el camino a la humildad en el silencio; es el camino del mantra.

Carla Cooper

Traducido por WCCM España

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