El trabajo y la oración eran para los Padres y Madres del Desierto la forma de alcanzar la oración incesante: “Reza incesantemente quien acompaña su oración con sus obligaciones y sus obligaciones con la oración. Sólo de esta manera es factible cumplir el mandato de orar siempre. Consiste en considerar la existencia cristiana como una gran oración única. Lo que nosotros llamamos habitualmente orar es sólo una parte de ella” (Orígenes. “Tratado sobre la oración”).
Es importante recordar que, tanto en el desierto egipcio como en los monasterios, los monjes eran totalmente autosuficientes: los monjes y monjas cultivaban sus alimentos, cuidaban de sus edificios así como de la salud y el bienestar de sus hermanos y hermanas y de la comunidad que les rodeaba. Los Padres y Madres del Desierto también trabajaban para poder mantenerse; hacían cuerdas, tejían alfombras y cestas, y hacían sandalias que luego vendían en el mercado para comprar lo imprescindible para vivir. Algunos trabajaban como jornaleros en el fértil valle del Nilo o en el proceso del tejido del lino. Incluso los invitados, tras un periodo de gracia de una semana, tenían que trabajar. Desaprobaban a aquellos que usaban la oración como pretexto para no trabajar:
”Algunos monjes vienen a ver al Abad Lucius y le dicen: "No trabajamos con nuestras manos; obedecemos el mandato de Pablo de orar incesantemente". El anciano les preguntó, ´¿No coméis ni dormís?´ Ellos repusieron, ´sí, lo hacemos`. Él dijo, ´¿Quién reza por vosotros mientras dormís? Disculpad hermanos, pero no practicáis lo que decís. Os enseñaré cómo yo oro incesantemente, a pesar de que trabajo con mis manos.
Con la ayuda de Dios, recojo unas cuantas palmas y me siento a tejerlas diciendo, ´con tu inmensa bondad, ten piedad de mí, oh Dios; perdona mis ofensas con tu infinita misericordia´. Les preguntó, `¿es esto oración o no?´ Ellos respondieron, ´sí, lo es´. Y él continuó, `Cuando he trabajado y orado en mi corazón todo un día, gano aproximadamente 16 peniques. Dos de ellos los dejo fuera de mi puerta y con el resto compro comida. Aquel que encuentra los dos peniques fuera de mi puerta reza por mí mientras yo como y duermo. Y por eso, con la ayuda de Dios, oro incesantemente”.
En este mundo moderno todos podemos combinar trabajo y oración a través de la meditación, que de hecho, lleva a orar incesantemente: ”Normalmente comenzamos recitando el mantra pero, a medida que progresamos, encontramos que va requiriendo menos esfuerzo perseverar en repetirlo durante el tiempo de nuestra meditación. Luego, parece que no estamos tanto pronunciándolo en nuestras mentes, como dejándolo resonar en nuestros corazones. Es en este instante cuando nuestra meditación realmente comienza: en lugar de decir o dejar resonar el mantra, empezamos a escucharlo en cada momento con una atención que se va haciendo cada vez más profunda” (John Main “Una palabra hecha silencio“).
A partir de ese momento, incluso fuera de nuestro tiempo de meditación, somos conscientes del mantra que está resonando en nuestro ser al margen de lo que estemos haciendo. En el trabajo, cuando se hace el silencio repentinamente, escuchamos nuestro mantra resonando en todo nuestro ser; cuando nos despertamos por la noche, ahí está. Es nuestro ancla en medio de las tormentas de la vida.
Kim Nataraja
Traducido por WCCM España
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