Lucas 4.24–30
“ Pues bien, les aseguro que a ningún profeta lo aceptarán en su propia tierra ”.
¿Cómo una visión de la vida radicalmente contracultural a la idea del éxito mundano pudo haberse convertido en una religión mundial, con jerarquías, estrategas, fuerzas políticas y un deseo de hacer que todos sean sus adeptos? Porque no le teme al pecado. Porque ve a su fundador como alguien que "se hizo pecado por nosotros". Porque se trata de encarnación, no de sublimación.
Pero nunca debemos olvidar –y la Cuaresma no nos lo permitirá– que no podemos perseguir el éxito, la aceptación y el reconocimiento como objetivos auténticos de la vida y, también, ser reales.
Muchas personas sienten que fracasan en la meditación. Y sí es verdad pero a la vez no también. Es cierto que no lograrán la perfección que buscan y eso les parecerá un fracaso. Muchos entonces se rinden porque su ego los ha condicionado a pensar que solo el éxito tiene significado, que solo el éxito es recompensado. Gran error. Aquellos que perseveran en la práctica despiertan, en el proceso de fracasar, al descubrimiento de que, aunque no sean perfectos, están ganando una victoria que ni siquiera habían imaginado. Es la victoria de la fidelidad: la fuerza de la transformación radical. En la meditación no marcamos goles, pero ganamos el partido. La mayoría de quienes permanecen fieles a la práctica encuentran la libertad interior que surge de una disciplina aceptada. Dirán, con humildad, que no son buenos meditadores.
La experiencia de la meditación es única. Es extremadamente difícil de definir porque es una entrada a una simplicidad tan radical que incluso perdemos las palabras para describirla. Como penetra suavemente hasta el centro más profundo de nuestra existencia, involucra e influye en todo en nuestra vida con una maravillosa capacidad de unificación. El pasado y el futuro se funden en el presente. Los miedos y obsesiones se disuelven. Vemos el bien en nuestros enemigos. Nos expandimos por el amor y expandimos el mundo con amor. Toda conciencia contemplativa (esto no significa "yo") es capaz, en cierta medida, de absorber el mal hacia el bien.
En el proceso, baja la presión arterial, reduce el estrés y nos ayuda a dormir mejor por la noche. Estas son solo algunas notas de una gran música del ser que nos volvemos capaces de escuchar al hacer de la meditación parte de nuestra vida. Incluso vemos la música resonar en la vida cotidiana.
Pero eso podría desanimarte por sonar demasiado místico. Sin embargo, con el enfoque de la simple conciencia, la orientación hacia los demás y el autoconocimiento que la Cuaresma desarrolla, despertamos a lo simple, unificado y "bueno" que es cada momento de cada día, en un sentido más profundo que cualquier significado moral de la palabra. Por eso perseveramos, ignoramos la sensación egocéntrica de fracaso y no nos preocupamos por lo que digan los demás.
Este es un extracto de Sensing God de Laurence Freeman, SPCK Publishing - distribución exclusiva para miembros de WCCM
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