Mateo 5:43–48
"Sean perfectos, por tanto, como su Padre celestial es perfecto."
Comprender esta enseñanza es comprender todo el Evangelio, y una vez que se capta, cambia la vida. Si no se comprende, el Evangelio entra por un oído y sale por el otro, dejando a la persona atrapada en un ciclo repetitivo.
La clave está entendiendo el significado de la palabra perfecto . Si lo interpretamos como una exigencia de impecabilidad, estamos condenados a un sentimiento constante de fracaso oa la resignación, creyendo que no vale la pena esforzarse por algo inalcanzable.
Para darle más sentido, examinemos otras formas de entender esta palabra en su contexto original. En griego, el término es teleios , que no significa lo mismo que algo "en perfecto estado" o una persona moralmente inmaculada que nunca ha cometido ni cometerá errores. De manera similar, la palabra hebrea tamim tampoco sugiere esta infalibilidad abstracta e inalcanzable.
Desdichados aquellos que creen ser perfectos en este sentido, pues son perfectos necios. Tanto en griego como en hebreo, la idea detrás de teleios y tamim se acerca más a conceptos como plenitud , integridad y madurez . En latín, perfectus significa algo "completamente desarrollado" o "acabado".
Incluso en el lenguaje común, cuando decimos "un perfecto desconocido" , no nos referimos a alguien moralmente impecable, sino a alguien completamente desconocido. La perfección, entonces, no significa ausencia de fallos, sino comprensión de lo que significa la plenitud, la integridad y la totalidad.
Platón definió a la persona perfecta ( teleios ) como aquella que ve y está orientada hacia el Bien. Esto representa solo la mitad de la perfección. Jesús nos guía hacia esta dirección en el Evangelio de hoy. La otra mitad consiste en avanzar continuamente hacia esa plenitud, mediante un esfuerzo constante y dedicado.
Existe, por supuesto, una gran brecha entre nuestra realidad y esta perfección. Pero esa brecha se cubre con otro elemento esencial de la enseñanza del Evangelio: el perdón . Para entenderlo realmente, el perdón debe comenzar por nosotros mismos.
El odio, el rechazo y la condena—distorsiones de la verdadera religión—surgen cuando acusamos a los demás con una autosuficiencia moral que nos engaña, haciéndonos creer que nosotros no hemos fallado ni volveremos a hacerlo.
Santiago afirma que la perfección se reconoce de la manera en que controlamos nuestra lengua—el miembro más difícil de dominar—y en cómo armonizamos nuestros pensamientos y palabras, nuestra mente y nuestro corazón. Aquí también hay una gran brecha en nuestra vida diaria, y el puente que la atraviesa es el silencio consciente .
(¿Acaso esto suena parecido a la meditación?)
Este es un extracto de Sensing God de Laurence Freeman, SPCK Publishing - distribución exclusiva para miembros de WCCM.
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