Lucas, 18:9–14
"Porque cualquiera que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".
Cuando queremos evitar los detalles y presentar argumentos que acallen toda oposición, solemos decir cosas como: "Hay dos tipos de personas..." o "Podemos hacer una de dos cosas...". A la mente le gustan las dualidades porque siempre hay un ganador y un perdedor. Pero, como bien saben Dios y el meditador, las dualidades son solo dos tercios de la historia. La mente más profunda, la subatómica, piensa en tríadas, por lo que ganar o perder no es lo más importante.
Como maestro, Jesús utilizaba historias a la vez simples y sutiles. Usaba la visión dualista para llevarnos a la trinitaria. En esta historia, dos hombres van al templo a orar. Uno es un fanático clerical absurdo, digno de Dickens, y un egoísta de primer orden, que realmente cree que es mejor que los demás y se lo agradece a Dios. El otro es también un estereotipo: un recaudador de impuestos corrupto que probablemente regentaba bares, clubes nocturnos y otros negocios turbios. Lo sorprendente es que estuviera en el templo y que estuviera orando. Lo que no es sorprendente es que el fariseo estuviera tan absorto en sí mismo que no se diera cuenta de que, en realidad, no estaba orando. No sabía que estaba distraído, y además con la peor de todas las distracciones. El publicano probablemente intentaba concentrarse, pero no podía dejar de pensar en sus problemas de negocios. Sin embargo, era consciente de ello y arrojó esa misma conciencia en el crisol de la oración. La verdadera adoración lo absorbe todo.
Como Marta y María, o el hijo pródigo y su hermano mayor, estos dos personajes parecen polos opuestos. Pero si leemos la historia una segunda y una tercera vez, empiezan a fusionarse. La mente que escucha empieza a reconocerse en cada uno de ellos. ¿Acaso no todos tenemos momentos en los que nos sentimos superiores, si no a todos, al menos a los más bajos? ¿Y no tenemos también, en los rincones más oscuros de nuestro ego, la conciencia de que estamos muy perdidos y que no podemos hacer nada al respecto, salvo abrirnos, en ese mismo lugar, al Dios que solo descubrimos en la humildad? Y aun así, lo hacemos de manera imperfecta.
Entonces, ¿cuál es esa mente que es consciente de esta dualidad dentro de nosotros? Es el tercero que unifica. Pero no es una unidad numérica, sino una unión en la que la dualidad se sana y trasciende en el proceso de la meditación. Y así llegamos a la paradoja con la que Jesús concluye la parábola: enálzate y serás humillado; humíllate y serás enaltecido. Es evidente que no podemos permanecer demasiado tiempo en ninguno de los dos estados. Entonces, ¿dónde estamos? Llegamos a ese lugar no geográfico cuando vemos que Dios sonríe.
Este es un extracto de Sensing God de Laurence Freeman, SPCK Publishing - distribución exclusiva para miembros de WCCM.
No hay comentarios:
Publicar un comentario